20.- Iglesia ante el Bicentenario: Antonio Huachaca (+ 1848) campesino indígena realista

Perú Católico, líder en noticias.– Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Será el líder de lo que F. Altuve ha denominado “los últimos soldados del rey”. Nació en San José de Iquicha a finales del siglo XVIII, en el marco de la rebelión de Túpac Amaru II,  en la que los iquichanos habían destacado como combatientes contra los rebeldes y fieles aliados del poder virreinal. Era un arriero iletrado y sin hacienda, pero con dotes de líder y gran ascendencia entre los campesinos de la comunidad. Al igual que Túpac Amaru II, sus rutas de arriaje, redes comerciales y relaciones de parentesco extenso lo hicieron relacionarse con agricultores sin tierras que vivían en la selva, pueblerinos y habitantes de Huanta

Aparece por primera vez en 1813, liderando a los campesinos indios para desacata las órdenes de la administración de Huamanga en protesta a la inoperancia del intendente local que no frenaba los abusos de los cobradores de impuestos, de hecho la Constitución de Cádiz había abolido el tributo indígena y la minka. Ante la insurrección de Cuzco en 1814, se decidirán por apoyar a los representantes del rey. Huachaca, jefe de guerrillas, será ascendido  a  general de brigada en el Ejército Real del Perú . Su principal acción con los iquichanos fue la defensa de Huanta, el 1 de octubre de 1814, cuando una columna de 5000 morochucos (sólo 300 con fusiles) con cuatro cañones y caballería intentó tomar la ciudad.

Con la experiencia militar se convierte en un experto jinete y un hábil estratega. En recompensa por su lealtad, el rey ordenó la entrega a los iquichanos de un escudo propio para su comunidad., que siempre apoyará a los realistas como en las campañas de  Pío Tristán  en su campaña por la Sierra y de  José de Canterac en su intento de acercarse al Callao.

Durante 1823, mientras avanzaba el Ejército Unido Libertador del Perú, en numerosas ciudades, la resistencia monárquica en el centro y sur peruano terminó con la derrota realista en Ayacucho el 9 de diciembre de 1824.

Parece que las rebeliones vividas en Iquicha a finales de los años 1820 fueron producto de la influencia de religiosos y militares realistas y la crisis económica producida en los precios de la coca por el mencionado impuesto.  Se le suman la defensa de las tierras de la comunidad iquichana, amenazadas por los terratenientes criollos, y la protección de su identidad tradicional. Además, la imposición que hará Simón Bolívar (1783-1830) de cobrarles 50 000 pesos a los habitantes de la región de Huanta en 1825 por su apoyo a la causa realista no ayudará a calmar las aguas.

Los siglos de monarquía virreinal había creado una compleja visión de la figura del rey o inca católico entre la población, al que consideraban como enviado de Dios, defensor de su cosmovisión del mundo, su religiosidad y forma de vida tradicional. En este sentido, la naciente e independiente república era considerada por los andinos como enemiga de su pueblo y de su fe”.

La primera señal de rebeldía vino cuando los indios ajusticiaron al teniente coronel Celedonio Medina que llevaba a Lima el parte de Bolívar informando de la victoria en Ayacucho a principios de diciembre de 1824. Después de varias fases de resistencia, en las alturas de Iquicha se había alzado nuevamente el estandarte monárquico con el fin de: tomar Huanta, liberar Huamanga y Huancavelica y, por fin, la «Restauración del Reino», extirpando a los republicanos, proclamando un ideario contrarrevolucionario y antiliberal .Contaban con el apoyo de clérigos como «el padre Pacheco, llamado en documentos oficiales el Apóstata, y el sacerdote Navarro, quienes, acostumbrados a enardecer los ánimos y a convencer a las masas desde el púlpito, cambian los hábitos clericales por la casaca de guerrilleros para dirigir los combates con sable en mano y pistola de chispa al cinto».

Manteniendo la ciudad bajo su control, Huachaca fue nombrado por los indios «Gran Jefe de la División Restauradora de la Ley», tropa de alrededor de 3000 comuneros. Después de la caída de Huanta comenzó la fase irregular de la campaña, conocida como guerrillera o de los castillos de Iquicha, porque las cumbres andinas sirvieron como fortalezas para la resistencia monárquica del campesinado indígena. El coronel Vidal, valiéndose delos 150 soldados regulares que aún quedaban en Huamanga, organizó una campaña para exterminar a los que consideraban «fanáticos» sostenedores de la tradición como el ancestral derecho a su auto-determinación.

El más notable suceso de esta etapa fue el combate de Uchuraccay (25 de agosto de 1828), donde el comandante Gabriel Quintanilla —al mando de los bien armados cívicos— enfrentó a los iquichanos equipados solo de lanzas y hondas por un lapso de dos horas. En este combate cayeron Prudencio Huachaca y el sargento mayor Pedro Cárdenas, entre otros. No habiendo podido capturar al general Huachaca, los vencedores tomaron a su esposa y dos hijos, los llamados cadetes, quienes fueron hechos prisioneros y remitidos a Ayacucho. Poco después se produjo el último combate contra las fuerzas gubernamentales en Cano, donde fueron derrotados.

Huachaca pasó a vivir en la clandestinidad, sin dejar su actitud levantisca. En 1834 toman partido por el presidente liberal Luis José de Orbegoso y Moncada (1795-1847) contra el conservador Agustín Gamarra (1785-1841), fuerte en Cuzco. Las diferencias entre los principales grupos políticos eran borrosas y los caudillos cambiaban constantemente de posición a medida que las propuestas de las facciones cambiaban con el tiempo. Sucedió una pausa en contra del gobierno entre 1828 y 1838, cuando los iquichianos se apegaron a la idea de la Confederación Perú-Boliviana vista como «la continuación del imperio por otros medios» por lo que Huachaca participa en las guerras de la Confederación entre 1836 y 1839, en 1838 Huachaca se convierte en juez de Paz y Gobernador del distrito de Carhuaucran y Jefe Supremo de la República de Iquicha, pero cuando la Confederación Perú-Boliviana, fue derrotada en marzo de 1839, el general Huachaca y los indígenas iquichanos estaban nuevamente en armas contra una “restauración” criolla, ahora sostenida por las bayonetas extranjeras. Por ello el Ejército Católico sitia nuevamente Huanta, que estaba ocupada por el batallón chileno “Cazadores”. Ante esta grave situación el prefecto de Ayacucho, coronel Lopera, envió de refuerzo al batallón chileno “Valdivia”, que rompió el asedio y comenzó una cruel expedición en las punas contra la “indiada”.

En junio de 1839 se produjo el combate de Campamento-Oroco, donde el general Huachaca sorprendió a los “expedicionarios” y, en medio de una tempestad, los obligó a una retirada desastrosa. El contingente republicano, para vengar la humillación infringida: «…hizo una verdadera carnicería de hombres —sin distinguir ancianos, niños ni mujeres— y de ganados». Se habla de unas 2000 personas muertas. En este contexto, el prefecto Lopera propició un acuerdo con las fuerzas iquichanas para encontrar una salida negociada al conflicto, por lo que se firmó el Tratado de Yanallay el (15 de noviembre de 1839) entre el prefecto y el jefe iquichano Tadeo Chocce. Así, con un tratado de paz y no con una rendición, acababa la Guerra de Iquicha. Terminaba la resistencia iquichana, que sostuvo su caudillo, la cual dejó consignado en el documento lo siguiente:

«Ustedes son más bien los usurpadores de Religión, Corona y Suelo Patrio… ¿Qué se ha obtenido de vosotros durante…vuestro poder? La tiranía, el desconsuelo y la ruina en un Reino que fue tan generoso. ¿Qué habitante, sea rico o pobre, no se queja hoy? ¿En qué recae la responsabilidad de los crímenes? Nosotros no cargamos semejante tiranía». Antonio Huachaca​

Nuestro protagonista, antes que sufrir la derrota y ceder en su monarquismo ante los que creía “anticristos” republicanos, se internó en las selvas del Apurímac donde vive hasta su muerte en 1848, siendo enterrado en la iglesia de su pueblo.

Foto del autor de esta sección y de este artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.

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