22.- Iglesia ante el Bicentenario: José Silveiro Olaya Balandra, la lealtad hasta la muerte (1782-1823)

Perú Católico, líder en noticias.– Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

El documentalista L. E. Cam nos ha recordado en su estimulante proyecto “Dicho en el Perú” la última frase de nuestro héroe antes de ser fusilado: “Mi último deseo es que se me entierre con esa escarapela que se me confiscó”.

Nació en 1782 en la villa de San Pedro de Chorrillos, una ranchería de pescadores y, simultáneamente, uno de los balnearios más famosos de la época. Hijo de José Apolinario Olaya y de Melchora Balandra.

Luis Antonio Eguiguren en su biografía “El mártir pescador José Silverio Olaya y los pupilos del Real Felipe” nos refiere cómo era la vida de los pescadores de la caleta de San Pedro de Chorrillos:

“El pescador chorrillano tenía su balsa como una persona de familia. La amaba y procuraba atalajarla lo mejor posible. Estaba compuesta de tres rollos fuertemente atados, formando un haz de gran resistencia: luego la formó de odres y pellejos, hinchados de aire, dándoles el nombre de “caballitos” con los cuales desafiaba las iras del mar en la cala, en el Salto del Fraile, dejando atado en la playa uno de los cabestros de la red, sepultaba mar adentro la malla o copo, para volver a tierra otro cabestro, describiendo en el agua un amplio radio de captación. Luego tiraban por ambas puntas, traían a la playa el tesoro de una gran pesca, por medio de esta red barredora llamada chinchoro. Canoa, red y remo son el tesoro y el capital del pescador chorrillano”.

Parece que desde 1820 portaba mensajes de enlace entre Chorrillos y las naves de la escuadra libertadora recién llegadas al litoral peruano, al mando del marino británico Thomas Cochrane.

Su padre fallece en 1822 y al año siguiente conoce a Juana de Dios Manrique, quien apoyaba igualmente la causa de la emancipación y cuyo nombre serviría de cubierta a las comunicaciones secretas entre los patriotas.

En junio de 1823, luego de la derrota del ejército libertador en las batallas de Torata y Moquegua, Lima fue ocupada por las tropas realistas del general José Canterac y el gobierno independiente tuvo que refugiarse en los castillos del Real Felipe, al igual que las fuerzas del ejército libertador al mando del general Antonio José de Sucre. Éste fue avisado de la oportunidad que se les presentaba de comunicarse con los patriotas de Lima y estar al tanto de los movimientos de los realistas en la capital.

Era de imperiosa necesidad restablecer la comunicación entre los sitiados en el Callao y los patriotas de Lima, además de conocer los movimientos del ejército enemigo de ocupación. En tal circunstancia, Andrés Riquero, antiguo contador mayor y tío de Juana de Dios Manrique, planteó a Sucre la posibilidad de utilizar para tal misión la experiencia y el probado valor de José Olaya, quien por su oficio hacía continuos viajes entre el pueblo de Chorrillos y la isla de San Lorenzo, y no despertaría sospecha alguna.

Su madre Melchora conocía perfectamente los peligros a que su hijo se exponía y, angustiada, acudió a Lima para exponer al P. Pedro Marieluz, su confesor de la orden de san Camilo, del convento de la Buena Muerte en Barrios Altos, lo que ocurría. Por tal razón quiso el Padre Marieluz llevar a su goleta, la “Jesús María”, al joven Olaya, considerando que allí bajo la disciplina de un barco podría evitarse que se metiera en las terribles honduras que le amenazaban tragar por poco que se descuidara a que la fortuna no mantuviera propicia. Sin embargo, “José Silverio se hallaba ya comprometido de corazón al servicio de la patria y pensó que era preferible que su madre lo llorase muerto por la Patria, a que se avergonzara de verlo prófugo y arrepentido de su noble acción de cooperar en la salvación de su querida tierra.”

Por medio de José Silverio Olaya, Sucre, se daba exacta cuenta de los movimientos del general Rodil en Lima, quien termina dándose cuenta de que la “fuga” de información, por lo que Olaya fue puesto en la mira. El 27 de junio de 1823, cuando llevaba una carta de Sucre para Narciso de la Colina, el pescador fue descubierto. Al verse acorralado la carta a la acequia que corría por la calle de San Marcelo, sin que nadie se diera cuenta. Lo registraron y solo encontraron en su red, pequeña, una caja de dulces y cartas sin dirección, nombre, ni firma. Las mismas cartas hallábanse en clave. También llevaba una escarapela bicolor de la patria.

En palacio, para que Olaya delatara a los destinatarios y remitentes de la correspondencia fue sometido a una serie de sobornos y torturas. Al día siguiente, continuando el interrogatorio, llevaron ante Olaya a Antonia Zumaeta, esposa de Andrés Riquero, para que declarara que doña Juana, su sobrina, era la destinataria de la correspondencia. Ante su presencia Olaya contestó: “que no la conocía, ni revelaría jamás cuál había sido esa persona aunque perdiera mil vidas”, palabras que permitieron la libertad de la compareciente.

Ante su insistente negativa, José Olaya fue fusilado el 29 de junio a las 11 de la mañana en el callejón de Petateros (actual pasaje Olaya) situado a un costado de la Plaza de Armas.

En mérito a su ejemplar conducta, José Olaya es honrado hasta hoy como patrono del arma de Comunicaciones del Ejército.

Foto del autor de esta sección y de este artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.

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