Este 29 de junio la Iglesia  conmemora el martirio de los apóstoles Simón Pedro y Pablo de Tarso, que constituye una de las mayores celebraciones más antiguas para los cristianos y ortodoxos. Pues se recuerda y venera la gran obra evangelizadora de San Pedro y San Pablo, considerándolos las dos primeras columnas de la Iglesia.
Pedro es el hombre elegido por Jesús para ser el primer jefe de la Iglesia. Pablo, quien a pesar de ser un fariseo y gran perseguidor de los cristianos, Jesús –después de su resurrección y ascensión- lo convierte para ser el instrumento elegido para llevar el evangelio a los no judíos.
Pedro, era pescador de oficio y Jesús lo llamó a ser pescador de hombres para darles a conocer el amor de Dios y el mensaje de salvación. Él aceptó, dejó su barca, sus redes y su casa para seguir a Jesús. Pedro, como uno de sus doce discípulos, vivió momentos muy importantes con Jesús.
Aunque, su nombre era Simón, Jesús lo nombró Cefas que significa “piedra” y lo eligió para ser “la piedra” para construir su Iglesia. “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt. 16,16). Por esta razón, lo conocemos como Pedro.
Pablo de Tarso, no obstante su nombre hebreo era Saulo. Era un fariseo enemigo de la nueva religión cristiana, pues consideraba a los cristianos como una amenaza para su religión y creía que se debía acabar con ellos.
En una de sus persecuciones, Jesús se le apareció en medio de un gran resplandor. Entonces, Saulo cayó al suelo y escuchó una voz que le dijo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” (Hechos de los Apóstoles 9,1-9. 20-22).
Con esta revelación, Pablo comprendió que al perseguir a los cristianos perseguía al mismo Cristo que vivía en cada cristiano. Esto hizo que la conversión de Pablo fuese total y llegase a ser el más grande apóstol que la Iglesia ha tenido.