3 cosas que debes aprender de Judas Iscariote

Perú Católico, líder en noticias.- Lo sé. Treinta piezas de plata, un beso, traición, suicido. Todo lo que sabemos de ese tipo es más que suficiente como para nunca mencionar ese nombre sin pensar en las peores cosas que un ser humano tiene que ofrecer. ¿Has conocido a alguien llamado “Judas” hoy día? Es probable que no te parezca normal, ya que es un nombre asociado con la desconfianza y deshonestidad.

Créeme. Lo sé.

Lo que no sabía es que resultó demasiado de muy fácil convertirme en un traidor de Jesús – exactamente igual que Judas.

Pero, ¿qué lo llevó a traicionarlo? Pienso que hubo tres cosas importantes que podemos aprender de Judas. Si estamos conciente de ellas, nos pueden hacer hombres fieles a Cristo.

1. No aceptes esas 30 piezas de plata

Para Judas – me atrevería a decir – el dinero era una debilidad. Al aceptar las 30 piezas de plata, Judas se comprometió con la entrega de Jesús. El brillo de ese dinero cegó a Judas de la realidad de lo que estaba haciendo. Cuando Judas aceptó las 30 piezas de plata, dice la Palabra que “buscaba oportunidad” para entregar a Jesús (Mateo 26:14-16). Judas no había traicionado a Jesús todavía, pero, al aceptar las 30 piezas de plata, se comprometió en hacerlo.

Nosotros, tal vez de forma inconciente, nos comprometemos a pecar en contra de Jesús. ¿Cómo? Cuando no le dedicamos tiempo a la oración, a la Biblia y cosas que nos acercan a Dios, es como si aceptásemos las 30 piezas de plata: aunque no hayamos pecado todavía, ¡estamos comprometiéndonos con hacerlo!

Cuando no fortalecemos nuestro espíritu, nuestra carne se hace más fuerte (Gálatas 5:16-17). Por lo tanto, cuando no sacamos tiempo para ejercitar nuestros músculos espirituales, es cuestión de tiempo: pronto vendrá una tentación, ¡y no podremos resistirla! ¡No abandones tu tiempo con Dios!

2. Caminar con Jesús no es lo mismo que seguir a Jesús.

A mi me trabaja el hecho de que Judas pasó tiempo con Jesús. Es decir: CON Jesús. En vivo y a todo color. Literalmente. Al punto que se sentaron uno al lado del otro en la misma mesa. Ambos mojaron el pan en el mismo plato. Jesús hasta le lavó los pies a
Judas.

Judas me enseñó que puedo caminar con Jesús – y hasta parecer discípulo de Él – y que todo sea una apariencia. Es posible alzar las manos y cantar las canciones del domingo con un corazón lejos de Dios (Mateo 15:8). Es posible que Dios sea una parte de mi vida, sin que Él sea mi razón de vivir.

Jesús mencionó unas diferencias entre oír y hacer. En Mateo 7:24-27, Jesús habla de dos hombres que edificaron una casa. Uno edificó sobre la roca y, el otro, sobre la arena. Menciona Jesús que AMBOS oyeron sus palabras (versículos 24 y 26), pero la diferencia fue que uno las hizo. El que edificó sobre la roca hizo la Palabra real en su vida. ¿El otro? Sólo escuchó. Tal como lo hizo Judas. ¿Eres un hombre que se sienta a escuchar o que toma acción sobre las palabras de Jesús? El que ama a Jesús, toma acción siguiendo Sus mandamientos, no sólo teniéndolos (Juan 14:21).

3. No confesar mi pecado me hace débil.

Judas se encerró en su pecado. ¿Cuál? La Biblia nos menciona que – como mínimo – era ladrón. Judas estaba a cargo de las finanzas del ministerio de Jesús y robaba del dinero que entraba (Juan 12:6). Esto no ayudó a la dureza de su corazón. Al no confesar su pecado, Jesús no pudo trabajar con su carácter. Jesús no lo pudo corregir y él no pudo aprender. Cuando no aceptamos corrección, estamos siendo orgullosos – y Dios nos mirará de lejos. Pero, si somos humildes, Dios nos atiende (Salmos 138:6).

Confesar nuestros pecados es de las cosas más difíciles para nosotros que somos naturalmente orgullosísimos. Lo percibimos como debilidad y se siente como si estuviésemos enseñando nuestros fracasos. Judas no fue fuerte ni triunfante precisamente porque fue orgulloso.

Confesando nuestros pecados y reconociendo nuestras faltas es lo que nos hace cambiar para que nuestro carácter se parezca más al de Jesús. Sabiendo que somos insuficientes, pero que Jesús es suficiente nos pone en una mejor posición para tener un espíritu enseñable. Y los que aprenden de Jesús, lo imitan (1 Juan 2:6).

NOTA: Es importante saber a quién le confiesas tus pecados. Judas confesó sus pecados, pero a las personas incorrectas. Busca hombres que sean experimentados en la fe y sepan guiarte. Si le confiesas a alguien que no te ayude a salir de tu pecado… pues… todos sabemos cómo terminó Judas.

Aunque Judas no fue un ejemplo a seguir, sí podemos aprender de sus errores para no terminar en las mismas consecuencias. Un hombre de Dios se aparta del pecado, obedece a Jesús y reconoce que ocultar el pecado daña el alma. Aprende de Judas y no habrá qué te haga traicionar a Jesús.

Por: J.R. Morales