Artículo del Arzobispo de Arequipa acerca de los migrantes

Perú Católico, líder en noticias, comparte con ustedes el artículo de Monseñor Javier del Río Alba, Arzobispo de Arequipa. En su reciente mensaje con motivo de la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, el Papa Francisco nos recuerda que si bien el Reino de Dios ya está presente en esta tierra, no deja de encontrar fuerzas contrarias que obstaculizan su expansión. Entre ellas menciona el marcado individualismo y la mentalidad utilitarista que, multiplicados por la red mediática, producen la globalización de la indiferencia, que afecta de modo especial a los migrantes, refugiados y desplazados a causa de la violencia, las guerras, injusticias y desequilibrios económicos y sociales. Esta cultura del descarte “constituye una señal de alarma, que nos advierte de la decadencia moral a la que nos enfrentamos” si “cada sujeto que no responde a los cánones del bienestar físico, mental y social, corre el riesgo de ser marginado y excluido”. En este contexto, el fenómeno migratorio no es sólo un asunto de aquellos que se ven obligados a abandonar su tierra, sino que es también un asunto nuestro porque hace que salga a la luz el modo en que concebimos nuestra existencia en este mundo y el modo en que vemos a los demás, especialmente a aquellos que no son como nosotros y, en cierto sentido, se nos pueden presentar como enemigos de nuestra comodidad.

Así, pues, como dice el Papa, no se trata sólo de migrantes sino también de ver si somos capaces de sentir compasión por ellos, reconocer su sufrimiento y pasar a la acción…o si nuestro corazón se ha endurecido “hasta el punto de convertirnos en seres intolerantes, cerrados y quizás, sin darnos cuenta, incluso racistas”, miembros de ese sector de la humanidad que “es cada día más elitista y cruel con los excluidos” y los abandona “con la carga de dificultades y sufrimientos que deben soportar cada día en la búsqueda, a veces desesperada, de un lugar donde poder vivir en paz y con dignidad”. No se trata, entonces, sólo de migrantes sino también de nosotros, porque su presencia “es una ocasión que la Providencia nos ofrece para contribuir a la construcción de una sociedad más justa, una democracia más plena, un país más solidario, un mundo más fraterno y una comunidad cristiana más abierta y de acuerdo con el Evangelio”. Ante la vulnerabilidad de los migrantes, “Jesucristo nos pide que no cedamos a la lógica del mundo, que justifica abusar de los demás para lograr nuestro beneficio personal o el de nuestro grupo”.

Los invito a meditar sobre estas palabras del Papa Francisco, especialmente en este tiempo en que cientos de miles de hermanos nuestros, en su mayoría provenientes de Venezuela, se encuentran en el Perú buscando mejores condiciones de vida para ellos y sus hijos. Es cierto y comprensible que las noticias sobre diversos delitos cometidos por algunos inmigrantes pueden suscitar en nosotros dudas y miedos; pero no debemos dejar que eso condicione nuestro modo de pensar y de actuar hasta el punto de ver en cada inmigrante un peligro para nuestra seguridad económica o social. La experiencia nos dice que la gran mayoría de inmigrantes están sufriendo muchísimo y merecen que hagamos todo lo posible por acogerlos, protegerlos e integrarlos en nuestra sociedad. Eso es parte de nuestra misión como cristianos. Obrando así contribuiremos a que el Reino de Dios se continúe extendiendo en este mundo. Ante el número cada vez mayor de hermanos que tocan la puerta de nuestras casas y de nuestro corazón, dejemos que brote de nosotros todo ese bien que Dios ha puesto en lo profundo de nuestro ser y que quiere que desarrollemos en beneficio de los demás. Hacer el bien nos hace bien.

 + Javier Del Río Alba

Arzobispo de Arequipa