Perú Católico, líder en noticias, comparte con ustedes un artículo del Padre Mario Arroyo. No es mi deseo convertirlos, máxime cuando pienso que creer o no creer es una decisión libre. El acto de creer tiene una componente voluntaria, hace falta querer creer así como querer ser ateo. En palabras de Pascal: “Hay suficiente luz para los que quieren ver a Dios, y suficiente oscuridad para quienes no quieren verlo”. Indudablemente la fe supone oscuridad; no resulta evidente creer en Dios, hace falta asumir un riesgo, pero suele olvidarse que la fe también es luz: una poderosa luz que ilumina realidades humanas cotidianas e inevitables como el dolor, la muerte o el sentido de la vida; luz de la que carecen quienes no tienen fe.

Pero la oscuridad no es exclusiva de la fe. Una persona con fe puede tener dudas, sentirse insegura de su creencia, pero lo mismo le sucede al ateo: le asaltan con frecuencia las dudas, se pregunta si su creencia en la increencia, es decir, su creer que Dios no existe es seguro, dado que no lo puede demostrar. Muchas veces se da unos pocos argumentos para convencerse de qué es así, que Dios no existe, pero al poco tiempo le vuelven a asaltar las dudas sobre si tales razonamientos son definitivos y equivalen al acta de defunción de Dios. Si es un poco culto, sabe que con frecuencia se ha levantado dicha acta, la cual rápidamente se ha archivado: Marx, Nietzsche, Bakunin y un largo etcétera han dado por finiquitado el problema… y lo que ha pasado a ser una pieza de museo es su pensamiento, mientras que la realidad de Dios se muestra siempre viva (baste pensar, por ejemplo, en el impresionante recibimiento que tuvo Francisco en EE.UU, el país más rico y adelantado científica y tecnológicamente del mundo). Es revelador que Richard Dawkins, “el campeón del ateísmo”, quien promueve una auténtica cruzada para difundirlo, en su debate con Rowan Williams concluyó que no está tan seguro de que Dios sea imposible, cabe una posibilidad pequeñita… es decir, le queda la duda.

Y ya que estamos hablando de “dudas”, resulta muy pertinente el argumento de la duda, o mejor dicho, de la apuesta, elaborado por Pascal: “¿qué os conviene apostar, por vuestra inmortalidad y por la verdad de la religión católica o por el hecho de que no haya nada más después?… en el fondo, si después no hay nada, ¿qué habéis perdido apostando por la inmortalidad? Nada. Pero si después hay algo, al apostar por la mortalidad lo habéis perdido todo”.

Lo que sucede en mi opinión, es que el ateísmo en realidad es una forma especular de la religión. El ateo cree que no hay Dios como yo creo que sí lo hay. También él tiene que hacer un acto de fe en su inexistencia, la cual no puede probar. Tiene indicios de que no existe (no se ve), pero no seguridades, no lo puede demostrar. Le gustaría hacerlo, pero sabe que no puede, pues en caso contrario todos los creyentes seríamos tontos o ignorantes, pero históricamente su argumento carece de fundamento, pues muchas, la mayoría de personas pensantes en la humanidad han creído en Dios. El creyente tampoco puede probarlo, puede mostrar algunos motivos de credibilidad que muestran la racionalidad de la fe, puede y debe pensar mejor su fe, pero es también muy consciente de que los ateos no son tontos, y sabe que hace falta el ingrediente voluntario para realizar el acto de fe.

La forma especular de la religión se muestra más claramente en las “patologías del ateísmo”, análogas a las “patologías de la religión”: Su carácter proselitista, las formas fuertemente intransigentes que toma, constituyen una especie de integrismo o fundamentalismo ateo, paralelo al religioso. Quizá la muestra más evidente de la existencia de esta patología, es la actitud de cerrar los ojos a la realidad y no aceptar por principio que nada bueno haya salido ni pueda salir de la religión, teniendo únicamente ojos y con lentes de aumento, para las fallas o patologías de la misma, pero ignorando sistemáticamente su expresión normal y sana. De hecho, la existencia de ateos, me hace pensar que no es descabellada la afirmación de G. K. Chesterton: “Si no hubiera Dios, no habría ateos”. En efecto, no hay asociaciones que “nieguen la existencia de los centauros, los pegasos y de las hadas” que no existen; en cambio existen las que niegan la existencia de “Dios”, ¿no será qué Él sí existe?

P. Mario Arroyo

Doctor en filosofía