Devoción al Corazón de Jesús en la historia del Perú, por José Antonio Benito

La indiferencia religiosa que durante los siglos XVII‑XVIII invadía todas las esferas de la sociedad cristiana encuentra un poderoso enemigo en esta devoción. En realidad, no era algo nuevo. La devoción al Corazón de Jesús fue cultivada por la mística alemana de la Edad Media como lo fue por Santa Gertrudis; fue vitalizada teológicamente por San Juan Eudes; y, finalmente, adquirió los caracteres de consagración y reparación en las visiones y revelaciones de Santa Margarita María de Alacoque (fi 1690), religiosa de la Visitación, en el monasterio de Paray‑le‑Monial, desde 1673 a 1675. Su fiesta fue aprobada en 1765. Los jesuitas hicieron suya esta devoción y la propagaron por toda Europa como un antídoto contra la frialdad del Jansenismo y del filosofismo racionalista (padre de la Colombiére). Lima tuvo el privilegio de recibir sus reliquias en el mes del corazón de Jesús.

¿Dónde está el corazón, lo esencial de esta espiritualidad? En caer en la cuenta del amor que Dios nos tiene; que ese amor lo simboliza el Corazón; que nosotros debemos corresponderle amando a Dios sobre todas las cosas y sirviendo a nuestros hermanos. Fue Saint-Exúpery, el célebre autor de El Principito quien se confidenció con el General De Gaulle: “Sólo hay un problema en nuestro mundo moderno, devolvedle las inquietudes espirituales”, o como gritase el agitador de conciencias, Miguel de Unamuno, “inquietaos de no estar inquietos”. Lo experimentó san Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que

Para el caso peruano, contamos con dos excelentes trabajos, eruditos y espirituales, científicos y apasionados a un tiempo: Historia de la devoción al Corazón de Jesús en el Perú (Lima 1968, 107 pp) del P. Rubén Vargas Ugarte y El Corazón de Cristo en el Perú (Bogotá 1982, 154 pp) del P. Rodrigo Sánchez-Arjona Halcón. En ellos encontramos abundantes datos sobre los precedentes de la devoción, desde la escuela dominica Diego de Hojeda, Rosa de Lima, Martín de Porras, y, sobre todo, la jesuítica: Juan de Alloza, Francisco del Castillo, pasando por celosos sacerdotes diocesanos como Mateo Aguilar o Eduardo Sotomayor, o, más recientemente el mundialmente famoso de los sagrados corazones, P. Mateo Crawley (alma del monumento en el Cerro de los Ángeles, Madrid, y de la consagración desde el hogar). Y con los protagonistas, los institutos de vida religiosa, hermandades y cofradías, los escritos y las novenas, los santuarios y monumentos, que llenan nuestra geografía.

En 1739 se establece en la ciudad de Panamá -en ese tiempo dependiente de Perú- la primera Congregación ofrendada al Corazón Santísimo en América del Sur. Fue también en suelo peruano donde se levantó, en el año 1742, la primera iglesia dedicada en el Nuevo Mundo al Corazón de Jesús Sacramentado; aunque debido a terremotos y otros sucesos no se inauguró has el 6 de abril de 1766; tal es el origen de la iglesia del Sagrado Corazón de Huérfanos, en la cuadra 7 del jirón Azángaro-Jr. Apurímac 386 en el Centro de Lima. En la actualidad, Lima cuenta con santuario arquidiocesano en la iglesia de San Pedro, así como el de Barranco, la parroquia del mismo nombre en Magdalena del Mar regentada por salesianos, el novedoso y monumental del distrito de Surco, a instancias de Pro Ecclesia Santa, sin olvidar el santuario de la Divina Misericordia y la parroquia de la Punta en el Callao.

EL EJEMPLO DEL BEATO P. BERNARDO HOYOS

En 1733, por iniciativa del venerable P. Bernardo de Hoyos S. J. (1711-1735), se funda en España la primera Congregación en su honor, y en 1734 se edita en Valladolid el célebre libro de su director espiritual, el P. Juan de Loyola, Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús, que tanto ayudaría a la difusión de su culto. Él recibió la “gran promesa” del reinado del Corazón de Jesús en “España e Hispanoamérica” como se materializó en el suntuoso templo levantado en Valladolid con ese nombre.

Esta capital castellana vivió el gozo de la beatificación del P. Bernardo Francisco de Hoyos, S. J. el 18 de abril de 2010  en una impresionante ceremonia presidida por el Cardenal Ángelo Amato, S. D. B. Destacó cómo “la espiritualidad del Corazón de Jesús fue para él fuente de una cuádruple experiencia.

  1. Fue primero y ante todo experiencia de transfiguración. Al poner su corazón junto al Corazón de Jesús, se convierte en un apóstol inflamado de caridad. En el fuego, la leña se quema y da calor. En el Corazón de Jesús su corazón se quemaba de amor. Podía así repetir con san Pablo: «Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20).
  2. Además, segundo, la espiritualidad del Sagrado Corazón significó para él una experiencia de aceptación interior del sacrificio. El Corazón de Jesús es un corazón ensangrentado, traspasado y herido por los pecados y la traición de sus amigos y hermanos. Al beato Bernardo no le fue ahorrada la prueba dolorosa de la noche oscura y del gran abandono, que duró del 14-11-1728 al 17-4-1729.
  3. En tercer lugar, la espiritualidad del Sagrado Corazón fue para nuestro Beato una experiencia intensa de oración continua y de diálogo de amor. Escuchar el latido del Corazón de Cristo significa hablar con Jesús y así alcanzar la verdad de Aquel que es la Verdad en persona.
  4. Finalmente, la espiritualidad del Sagrado Corazón supuso para el beato Bernardo de Hoyos una experiencia de santificación. Él buscó en el Corazón de Cristo el alimento para su fe, la ayuda para su fidelidad sacerdotal, la creatividad para su apostolado y la alegría de su vida de gracia.

Culminó su homilía animando a “confiar en el Corazón de Jesús, para obtener en ese copioso manantial el amor que debe animar nuestra vida de familia, nuestra vida social y nuestro trabajo”.

EL ADELANTADO CORAZONISTA P. ALONSO MESSIA S.J. (1655-1732)

Su escrito“Devoción a las tres horas de la agonía de Cristo Nuestro Redentor” es puro fuego. Lean su comentario a la quinta palabra de Jesús en la cruz: “Tengo sed”:

¿Qué entendimiento habrá que alcance los motivos que avivaron la sed de nuestro dulcísimo Salvador en este trance? Pegada al paladar aquella lengua, instrumento de tantas maravillas; secos aquellos labios amorosos con la amargura de tantos tormentos, exhausto de sangre y de sudor, era indecible la sed que con nueva y mayor congoja le afligía; y así con una voz ronca pero tierna, exclamó diciendo:

Sed tengo. ¡Oh mi dulcísimo Jesús! ¿Qué sed es esta que tanto os fatiga y atormenta? ¿Qué sed ha de ser? Sed insaciable de más tormento por nuestra salud: sed encendida y ardiente de almas y de lágrimas…. ¡Oh Señor! ¿quién dará a vuestra sed algún alivio? Quien quitare una culpa; que esa es la sed, que a Cristo más le fatiga: sed de que no se peque.

Sed tengo. ¡Oh, mi Jesús! ¿Quién os aliviará? Quien me buscare una oveja perdida, que esa es la sed que le atormenta; sed de ganar almas. Pues yo, Señor, os buscaré almas, yo enseñaré a los rudos y pequeñuelos nuestros caminos: Yo exhortaré a los malos con la palabra y con ejemplo, convertiránse muchos.

Sed tengo. ¡Oh, mi Jesús! ¿de qué estáis sediento? De amor y más amor. Ea, pues, Señor, mirad que habéis de tener un ejército de Vírgenes, de Mártires y de Confesores, que han de morir al impulso de un encendido amor vuestro. De un infinito amor ha de morir vuestra Madre María; de un excesivo amor han de morir vuestra querida Magdalena, y vuestras esposas Catalina, Lutgarda, Teresa y otras innumerables.

Sed tengo; más amor, que amor no dice basta. Ay, almas, a morir de amor con Jesucristo, que tiene mucha sed, y hay poco amor.

Sed tengo, ¿de qué Señor? De que se salve el mundo: pues, aliviaos, bien mío, que vuestros apóstoles y discípulos os han de convertir reinos enteros y a millares las almas.

Sed tengo, vengan más almas. Ea, Señor, que el Gran Domingo y Francisco os ganarán hasta el fin del mundo innumerables.

Sed tengo, vengan más almas. Mirad, Señor, que el abrasado Ignacio y su Compañía os ha de traer innumerables herejes, gentiles y pecadores prendiendo fuego en todos estados y naciones; y su Hijo el gran Javier os ha de conquistar con su fuego un nuevo mundo…Sed tengo, vengan más y más almas y más y más pecadores arrepentidos. Muramos, pues, almas, muramos de amor, que se abrasa el Fénix, muramos de amor y deshaciendo en llanto de ternura nuestros corazones, aliviémosle la sed con lágrimas de nuestro arrepentimiento y dolor.

PUBLICACIONES, CASAS DE EJERCICIOS, HERMANDADES

Dos jesuitas peruanos, los padres Alonso Messía Bedoya y Baltasar de Moncada, tienen la honra de propagar su devoción y fomentarla de palabra y por escrito. El segundo, abre en 1752 la Casa de Ejercicios del Sagrado Corazón en Lima. Cuando estaba en pleno florecimiento su culto, en 1767 la infausta expulsión de la Compañía de Jesús de todos los territorios españoles que ocasionó el destierro de 500 jesuitas del Perú; uno de ellos, el P. Miguel León, limeño, se destacará como gran propulsor de esta devoción, que logra reunir una pequeña biblioteca con obras al respecto. Durante el exilio de los jesuitas, no obstante, en 1785 se edita en Lima la Novena al Sagrado Corazón de Jesús tomada del libro del P. Juan de Loyola, ya citado. Y en 1817, consta que se rezaba en la ciudad el Oficio del Sagrado Corazón.

En 1824, por iniciativa del presbítero José Mateo Aguilar, de Ica, y director de la Casa de Ejercicios del Sagrado Corazón de Lima y Don Juan de Dios Cortés, capellán del Monasterio de Trinitarias, se fundó en la iglesia de las Trinitarias de Lima la Hermandad de San Luis Gonzaga y el Corazón de Jesús, trasladada después a la iglesia de San Pedro. En un folleto escrito en 1825 nos dan razón de sus objetivos:”

En el año 1824, en que el azote de la guerra azotaba al Perú, en que los enemigos de su independencia amenazaban incendiar la capital, y, lo que, es más, en que la inmoralidad y el odio mutuo que el fermento de las pasiones había producido, no dejaban divisar término a los males, algunos sacerdotes de acuerdo con otras personas secular concibieron la idea de formar una congregación de gentes piadosas, cuyo objeto fuese aplacar al Cielo y atraer sus bendiciones. Para llegar a este fin nada pareció más oportuno, que proponerse la mirar de reparar los ultrajes hechos a Jesucristo Señor nuestro en su amabilísimo y adorable misterio de la Eucaristía por un culto muy especial de amor a su Corazón Sagrado en ese Augusto Sacramento” (BV, Perú-Iglesia, 35)

El P. Aguilar todos los terceros domingos tenía un retiro sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y todos los jueves predicaba en la Casa de Ejercicios contigua a San Pedro, de igual manera los primeros viernes en la iglesia de San Pedro y sobre todo en la novena precediendo a la gran fiesta. Suceso suyo fue el P. Amadeo Sotomayor que publicó el “Mes del Sagrado Corazón de Jesús” en 1888 y que anualmente lo celebraban masivamente los fieles.

Otro sacerdote limeño, doctor en teología por la gregoriana, procuró la devoción mediante una traducción resumida de la obra célebre del P. Enrique Ramiére “Manual del apostolado de la oración” de 1866, en la que añade una motivación propia “Billete de agregación” en el que aclara y motiva acerca de la devoción que no es otro –escribe- que “las prácticas del precepto de san Pablo tengan los mismos sentientes de Jesucristo. El Apostolado de la Oración tiene por objeto unir los corazones cristianos con el Corazón de Jesús, que se apropien todas sus intenciones, y que, cesando de pensar sólo en sí mismos, rueguen con él por todos los grandes intereses que forman el objeto de sus súplicas por la extención de la gloria de Dios, la conversión de las almas y el progreso de los justos…diciendo al comenzar cada una de nuestras acciones: Divino Corazón de Jesús, os ofrezco esta acción por todas las intenciones por las cuales os inmoláis en este momento a Dios vuestro Padre” ( BV, Perú-Iglesia, 36)

Un peruano que contribuyó a la expansión de esta devoción fue el canónigo Pedro Antonio Fernández de Córdova, trujillano, expatriado a España con la independencia, quien tradujo del latín la obra del Cura de Tarascón: Jesús al Corazón del Cristiano y el cristiano al Corazón de Jesús, y la publicó en 1842 en Cádiz.

CONGREGACIONES Y PATRONAZGOS

Las hermanas de la Congregación de los Sagrados Corazones (del convento de Picpus, en París), llegaron al Perú en 1849 y se establecieron en el supreso convento de Belén en abril de 1851. La rama masculina vino algunos años después y se instaló en la ex recoleta dominica de Santa María Magdalena. La iglesia fue restaurada y consagrada al Sagrado Corazón de Jesús (la segunda en Lima) el 20 de junio de 1886. Al impulso de la gran renovación religiosa promovida por el beato Pío IX, en 1876 llegaron también las religiosas de la Sociedad del Sagrado Corazón, fundada por Santa Magdalena Sofía Barat (1779-1865), que desarrollarían una amplia labor en el país, destacándose durante décadas en la educación femenina en el Colegio Sophianum de Lima. Les siguieron en 1890 las seis primeras Madres Visitandinas, hijas de Santa Juana de Chantal (1572-1641), entre ellas Sor Domitila, joven viuda limeña que había perdido a su esposo en la batalla de San Juan. Del Callao se trasladaron a Bellavista y luego a la Av. Colonial en donde construyeron junto al Monasterio de la Visitación una pequeña iglesia (el tercer templo dedicado al Corazón de Jesús). Actualmente tienen su convento en Ñaña.

En la actualidad, hay diversas órdenes e instituciones con este título, tal es el caso de los Misioneros combonianos del Corazón de Jesús, Misioneros del Sagrado Corazón y Santa María de Guadalupe, Hermanos del Sagrado Corazón, Misioneras Apostólicas, Celadoras, Esclavas, Misioneras hijas del Corazón de Jesús, Dominicas del Corazón de Jesús, Franciscanas misioneras del Sagrado Sorazón, Reparadoras, Sagrado Corazón y de los pobres, Hermanas Misioneras, Religiosas del Sagrado Corazón…

Si nos fijamos en patronazgos, cabe resaltar que el 9 de junio de 1836, el Sagrado Corazón de Jesús fue elegido Patrono y Titular de la Diócesis de Chachapoyas (ex Maynas) por su obispo electo, Mons. José María Arriaga. La segunda diócesis en consagrarse al Corazón de Cristo fue la de Arequipa, el 30 de agosto de 1881, por iniciativa de su obispo Mons. Juan Ambrosio Huerta. Le siguió la del Cusco, realizada el 26 de junio de 1887. Los Padres jesuitas, que recién lograron regresar al Perú en 1871 por iniciativa personal de Mons. Teodoro del Valle, Arzobispo de Berito y Administrador Apostólico de Huánuco, fundaron en esa ciudad el centro inicial del Apostolado de la Oración en todo el Perú, cuyo primer director e incansable apóstol fuera el P. Antonio Garcés.

EN LA CUMBRE DEL MISTI

En 1900, el valiente prelado de Arequipa, Manuel Segundo Ballón, en la cumbre del Misti, bendecía una cruz gigante de 10 mts de alto y 4,5 de ancho en sus brazos. Acababa de venir de la capital de la cristiandad, Roma, donde había participado en el Primer Concilio Latinoamericano, y deseaba proyectar en su diócesis sus deseos de evangelización al cruzar el umbral del S. XX, con este gesto de altura. Figura en la parte superior la inscripción latina INRI (Jesús Nazareno, Rey de los judíos) y en el centro lleva grabados, en una plancha, en altorrelieve, los sagrados corazones de Jesús y María. Al pie, en plancha de bronce, figura la siguiente inscripción:

“¡Viva Jesucristo, Dios y Hombre y Salvador del mundo! ¡Dulcísimo Salvador Jesús, conserva y aumenta tu caridad y tu fe en los habitantes de Arequipa!”

Un año antes, justo hace un siglo, había participado en unión de todos los obispos latinoamericanos, del primer Concilio Plenario de la América Latina, quienes, secundando el gesto del Papa León XIII, ofrecieron y consagraron el Concilio acogiéndose al “dulcísimo Corazón de Jesús”, con expresivas palabras: “imploramos  su infinita misericordia, confesando unánime y humildemente  los pecados de nuestros pueblos…y procurando reparar solemnemente todas las culpas del siglo que está para expirar, damos las más rendidas gracias al mismo Divino Corazón, por todos los beneficios que hasta hoy ha prodigado a nuestras ciudades y diócesis”.

Y, allá, en la cumbre señera de la Ciudad Blanca, leyó esta honda fórmula:

“¡Oh Dios de bondad y de misericordia infinita! Ved aquí en esta solitaria cima y al pie de esta Cruz a este indignísimo Obispo: os ruego humildemente por el Corazón sacratísimo de vuestro Hijo Jesús y por el corazón purísimo de la Santísima Virgen María y por los méritos de todos los santos, que perdonéis mis pecados y los de mi pueblo y nos concedáis las gracias necesarias para no ofenderos jamás. Recibid mi corazón y el de todos los fieles que me habéis confiado. Recibid el corazón y las oraciones de los sacerdotes y bendecir sus trabajos. Recibid el corazón, las oraciones y gemidos de vuestras vírgenes que habitan en la soledad de los claustros y santificadlas más. Recibid las oraciones de los ancianos y de los niños, las oraciones y las lágrimas de las madres de familia, de las viudas desoladas, de los huérfanos y de los pobres, de los hambrientos y desnudos. Recibid las oraciones y las lágrimas de los pobres enfermos, afligidos y agonizantes. Socorred, Señor, sus necesidades, consoladlos en sus aflicciones y angustias, enjugad sus lágrimas y salvadlos. ¡Que no se pierda, ¡Señor, ninguno de los que me habéis confiado! Que Nuestro Señor Jesucristo, vuestro Hijo Redentor nuestro, reine siempre en todo el mundo y especialmente en el Perú y en esta diócesis. Que se conviertan los impíos y pecadores. Que los brazos de esta Cruz cubran esta diócesis y la libren de todo mal. Amén”.

LA CONSAGRACIÓN DEL PERÚ

Con la llegada del siglo XX surge una obra que habría de tener resonancia mundial: la entronización del Sagrado Corazón de Jesús en el Hogar, que fuera impulsada por el celo apostólico del sacerdote arequipeño, P. Mateo Crawley-Boevey Murga SS. CC. (1875-1961), con el caluroso apoyo del gran Papa San Pío X. Más de un millón de familias habían realizado la Entronización en 1919. Timbre de gloria para el Perú es que el Señor quisiese escoger para apóstol de la Entronización a un hijo suyo que amó de verás a su patria y no la olvidó nunca”. Yo reinaré a pesar de mis enemigos, le predijo Nuestro Señor a Santa Margarita María en repetidas ocasiones.

Era natural que habiéndose extendido tanto su culto en el país, se pensara en consagrarlo oficialmente al Sagrado Corazón. Creyendo que había llegado el momento oportuno, el Arzobispo de Lima y Primado del Perú, Mons. Emilio Lissón Chávez, de acuerdo con el Presidente Augusto B. Leguía, señaló el día 23 de mayo de 1923 para tan digno acto.No bien se hizo público el propósito del Arzobispo –comenta el P. Vargas– comenzó a asomar la oposición, secundándola y haciéndola suya los diarios «El Comercio» y «La Crónica» [por] inoportuna y ridícula y que ella podía tolerarse en privado, pero no en público. La oposición convocó a un mitin reprimido por la autoridad con el saldo de un muerto, por lo que Mons. Lissón juzgó prudente postergar la ceremonia.

Pasaron más de 30 años, hasta que, por fin, el 12 de diciembre de 1954, al clausurarse en Lima el V Congreso Eucarístico Nacional, pudo realizarse la solemne Consagración del Perú. El Presidente de la República, Gral. Manuel A. Odría, ante más de doscientas mil personas, señaló que las obras de los hombres se sucedían sobre el suelo de la Patria, […] y que sólo la obra de Dios, la fe católica, había desafiado las fuerzas destructoras del tiempo. Por eso la fe católica había sido siempre profesada y defendida por el Gobierno Peruano y que ahora la confesaba públicamente.

Unos y otros recogen los hitos de esta devoción creciente que tuvo un evento notable, en 1993, con la consagración oficial del Perú por parte de todos los obispos de la Conferencia Episcopal Peruana.

El mismo presidente de la República, Pedro Pablo Kuczynski, a instancias de Madre Soledad, carmelita en el convento de Las Nazarenas, Lima, condecorada por el gobierno debido a sus 50 años de vida consagrada, consagró el Perú al Corazón de Jesús el 21 de octubre de 2016, pidiendo “a Dios que, a través de la intercesión del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María, escuche y acepte mi acto de consagración y cubra a nuestro país con su especial protección”.

Para terminar: Una rosa

Sin duda que todos nuestros santos, beatos y siervos de Dios, nos brindan gestos de su amor sin medida a Cristo. Por falta de espacio, seleccionamos uno, el de nuestra Rosa de Santa María. El Domingo de Ramos de 1615, estando Rosa en la iglesia de Santo Domingo, se puso en oración ante la imagen de la Santísima Virgen del Rosario, cuando el Niño Jesús que lleva en los brazos, sonriéndole, le dijo: Rosa de mi Corazón, sé mi esposa. A tal instancia, Rosa le respondió humildemente: Tuya soy y tuya siempre seré.

Sobre esta devoción que Santa Rosa cultivó durante toda su vida existe aún el testimonio de Doña Luisa Melgarejo, una amiga íntima a quien Dios favoreció con coloquios interiores. Ella declara en sus escritos que, encomendando en cierta ocasión a la Santa, el Señor le dijo: “A Rosa la tengo en mi Corazón, porque ella siempre me ha tenido en el suyo”.