DIÓCESIS CALLAO: entrevista a Mons. Robert Francis, administrador Apostólico de la Diócesis del Callao

Perú Católico, líder en noticias.- El 15 de abril, el Papa Francisco nombró como nuevo Administrador Apostólico de la Diócesis del Callao a Monseñor Robert Francis Prevost O.S.A. En esta entrevista conoceremos un poco más sobre su trayectoria misionera y la nueva misión encargada por el Santo Padre en el Primer Puerto del Perú.

1.- ¿Cómo surge su vocación religiosa y sacerdotal?Mi familia era muy practicante; mi papá era catequista, mi mamá participaba en varias actividades en la parroquia donde vivíamos.  Además, los dos eran miembros del Movimiento de la Familia Cristiana, y entonces desde pequeño, yo tenía una experiencia muy bonita de distintas dimensiones de la vida parroquial.  También fui acólito en la parroquia, y estudiaba en un colegio parroquial.  Todas estas cosas seguramente contribuían a que yo en algún momento pensara en la posibilidad de ser sacerdote.  Luego, como mi mamá era una cocinera muy buena, ¡frecuentemente nos visitaban los sacerdotes! Luego, hay todo un capítulo sobre la opción que tomé, entre el seminario de la diócesis (Chicago), y el seminario de los agustinos.  Pero eso lo dejaremos para otro momento.  

2.- Usted tiene su primer acercamiento con el Perú en año 1985, desde esa fecha hasta hoy ¿cómo definiría su relación con este país?En el año 1963, los agustinos desde los Estados Unidos tomaron la decisión de responder al llamado de San Juan XXIII, de enviar misioneros a América Latina.  Toman la responsabilidad de la recientemente creada Prelatura (hoy diócesis) de Chulucanas.  Así que desde mis primeros años en el seminario, yo tenía algo de conocimiento de la situación en el Perú; de lo que vivían los agustinos misioneros, y de la necesidad de seguir buscando a misioneros para ayudar en esta gran “aventura de fe”. Cuando terminé mis estudios, el Obispo de Chulucanas, Mons. Juan McNabb, O.S.A., me invitó a venir al Perú, y acepté con gusto.  Poco a poco, iba aprendiendo más sobre la historia, la geografía, las tradiciones, las culturas del Perú (y sigo aprendiendo).  Durante mis años en este país, he tenido la oportunidad de conocer muchos lugares en todo el territorio peruano, como la selva, sierra y costa.  Con orgullo, me nacionalicé hace varios años, y estoy muy contento de poder decir que yo también soy peruano.   

3.- ¿De qué manera ha marcado en su vida la figura de san Agustín?Por casualidad, o tal vez providencia, hoy se celebra en la liturgia de la familia agustiniana la fiesta de la “conversión de san Agustín”.  Bautizado por san Ambrosio en Milán, Agustín siempre fue un hombre inquieto, que buscaba a Dios y buscaba la verdad en todo.  La “conversión” no fue un solo evento para él, y de hecho, se puede hablar de varias “conversiones” en su vida.  Agustín no se quedaba satisfecho, y más bien, siempre buscaba cómo y dónde crecer, mejorar, aprender.  ¡Es un modelo para todos!  Para mí, desde mi juventud, empezando con la lectura de las “Confesiones”, yo encontraba en Agustín la figura de un hombre muy grande, pero muy humano; que tenía la capacidad de reconocer sus errores y de encontrar siempre la gracia de Dios en todos los acontecimientos de la vida.    

4.- ¿Podemos decir que su misión como obispo se centra en su lema episcopal “En Cristo todos somos uno”? La frase en Latín, “In Illo uno unum” son una abreviación de una frase de un sermón de san Agustín (Sobre los salmos, 127): “NOS MULTI IN ILLO UNO UNUM”, que podemos traducir “aun siendo muchos, en el único Cristo, todos somos uno.”  Escogí este lema porque encuentro gran importancia en la misión del obispo de promover auténtica unidad entre todos los fieles, todos los grupos, y que esta unidad puede lograrse solo cuando vivimos la verdadera comunión en Cristo.  Es importante comprender esto.  Unidad no es uniformidad.  El cuerpo tiene muchos miembros.  Hay muchos carismas en la Iglesia. Pero uno solo es Cristo, y todos estamos llamados a vivir en la comunión del Cuerpo de Cristo.   

5.- ¿Siendo Obispo de Chiclayo, cómo toma esta nueva misión encargada por el Santo Padre?Como un joven seminarista, un sacerdote sabio, ya no tan joven, me dijo una vez palabras que nunca olvidaré: “como joven, te va a costar más vivir el celibato.  Pero después, verás que vivir la obediencia es lo más difícil”.  Como religioso con el voto de obediencia; como sacerdote con la promesa de vivir la obediencia al obispo; como obispo que ha jurado obediencia al Santo Padre, me parece que hay un testimonio muy grande, muy importante en la vida de todo cristiano: obedecer la voluntad de Dios que se manifiesta especialmente, a través de los pastores de la Iglesia y también en la comunidad.  El Papa Francisco me pidió que asumiera esta nueva misión, y en el espíritu de obediencia, acepté.  Empezando con la distancia que hay entre Chiclayo y el Callao, y luego por el tamaño de las dos diócesis, sé que no va a ser fácil.  Pero, ya he podido descubrir que hay muchas personas, sacerdotes, religiosos y religiosas, y laicos, que están muy comprometidos con la Iglesia y en esta diócesis y quieren ayudar.  El Papa Francisco habla mucho de la “sinodalidad” de la Iglesia, y creo que este es el momento “kairos”, el momento de vivir esta experiencia de escucharnos unos a otros, para responder a lo que el Señor está buscando de nosotros como hombres y mujeres de Iglesia.  

6.- ¿Qué mensaje le podría ofrecer a los fieles del Callao? Y ¿Qué le pediría a cada uno de ellos? (sacerdotes, religiosos (as), movimientos, comunidades, hermandades, etc.)En primer lugar, y especialmente por las circunstancias del mundo actual, con la pandemia del coronavirus, quiero pedir a todos su paciencia.  Es difícil ser Iglesia, ser comunidad de los discípulos de Jesús, cuando no podemos reunirnos, no podemos conocernos personalmente, y no podemos “partir el pan”.  Pero con el tiempo, y con el uso de medios tecnológicos, podremos ya empezar.  Luego, quiero invitar a todos a recordar las palabras de San Juan Pablo II, lo que escribió al inicio de este nuevo milenio, en la carta apostólica “Novo Millennio Ineunte”: “Hacer de la Iglesia la casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo” (n. 43).  Todos juntos, cada persona, cada movimiento, hermandad, comunidad, parroquia, tenemos que hacer una profunda reflexión sobre el rol que tenemos como Iglesia en el mundo de hoy.  Ser “escuela de comunión” significa que hemos aprendido vivir en la comunión.  Quiero invitar a todos a participar en este momento de la historia para poder lograr lo que el Espíritu pide de nosotros.  

7.- Vivimos una situación poco usual, en medio de una pandemia, donde existe un ambiente de incertidumbre y zozobra. En su primer mensaje a su llegada al Callao nos habló del “contagio” de la esperanza ¿Por qué no debemos perder la esperanza en medio de tantas malas noticias?El mensaje que envié a todos en los primeros días de mi presencia en el Callao, desde la catedral, nació de un deseo de acercarme a todos, de conocer y escuchar y acompañar.  Me parece muy importante lo que es la esperanza, porque somos hombres y mujeres de fe.  Después de la muerte de Jesús, los discípulos se sentían totalmente abandonados, desolados.  Con la muerte de Jesús, se les vino abajo toda esperanza, y estaban sin rumbo, sin sentido en sus vidas.  Pero después de vivir los encuentros con el Resucitado, todo fue radicalmente transformado.  Nosotros somos los herederos de este gran testimonio de fe.  Si realmente creemos que Jesucristo ha muerto y resucitado, sabemos que el Espíritu nos dará la vida también a nosotros (Rom 8:11).  Y esta es la fuente de la auténtica esperanza.  A pesar de todas las dificultades, podremos descubrir la presencia del Resucitado en la oración, en la escucha de la Palabra de Dios (y espero que todos tomen tiempo con frecuencia en estos días a leer o escuchar la Palabra), en la participación de las Misas transmitidas en las redes sociales, y también en todos los gestos de solidaridad y ayuda a los más vulnerables.  El Señor ha resucitado y está entre nosotros.  Si compartimos nuestra fe, la esperanza nacerá en nuestros corazones.