Domingo XIII del Tiempo Ordinario: La ley de la libertad no es para mordernos unos a otros

Comentemos cinco breves lecciones de este domingo para ayudarnos a seguir a Dios.

  • La vocación de Eliseo

Nos cuenta el libro de los Reyes que Elías se fue huyendo de Israel porque los israelitas “han abandonado tu alianza, derribado tus altares y pasado a espada a tus profetas. Quedo yo solo y buscan mi vida para arrebatármela”.

Dios le habla desde el Horeb y le da la última misión para su vida. Entre otras cosas, le dice:

“Unge profeta sucesor tuyo a Eliseo”.

Al regresar Elías, enamorado de Dios, “pasó al lado de Eliseo y le echó encima el manto”.

Eliseo comprende que Dios lo llama a ser profeta. De inmediato “Eliseo dio la vuelta, cogió la yunta de bueyes y los ofreció en sacrificio; hizo fuego con aperos, asó la carne y ofreció de comer a su gente. Luego se levantó, marchó tras Elías y se puso a su servicio”.

Esta prontitud del profeta Eliseo es un ejemplo para todos nosotros de cómo hay que seguir la voluntad de Dios cuando nos llama.

  • El Señor es el lote de mi heredad (Sal 15)

En este domingo de orientación vocacional, el salmo nos enseña cuál debe ser la herencia por la que debemos esforzarnos, y para uno que sigue a Dios, es Dios mismo “el lote de mi heredad”. Por eso, a través del salmo, meditamos frases como ésta:

“Dios es mi refugio: protégeme Dios mío que me refugio en ti”.

También se nos dice que el bien por el que trabajamos y suspiramos es el Señor mismo: “Tú eres mi bien”. Por eso decimos “el Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en tu mano”.

El discípulo verdadero siente que Dios lo aconseja, “hasta de noche me instruye internamente”.

Si fuéramos verdaderos discípulos de Jesús, tendríamos siempre presente al Señor. De ahí brotaría la verdadera alegría del corazón.

  • Libres para amar

San Pablo nos enseña que Cristo nos ha  dado la verdadera libertad. Por eso nos pide que nos mantengamos firmes y no nos sometamos al yugo de la esclavitud “de la carne” sino que seamos “esclavos unos de otros por amor”.

¿Cuál es la ley que siguen las personas que son verdaderamente libres?

“Amar al prójimo como a ti mismo”.

Pablo sabía muy bien el problema que tenían los gálatas y que es el problema de hoy y de siempre. Por eso pongamos mucha atención a estas palabras:

“Que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente”.

Para los de entonces y para los de hoy, la solución bien clara que nos da el mismo apóstol es ésta: “Andad según el Espíritu y no realicéis los deseos de la carne… si os guía el Espíritu no estáis bajo el dominio de la ley”.

Para Pablo, pues, la ley nueva siempre será el amor, fruto de la verdadera libertad.

  • “Habla, Señor”

El verso aleluyático, aunque breve, nos lleva a dos lugares muy distintos.

La primera parte nos lleva al templo de Jerusalén donde el sacerdote Elí enseñó al niñito Samuel, que estaba bajo su cuidado: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”.

Esta debe ser la primera actitud que tiene el verdadero discípulo del Señor: escuchar.

El otro lugar a donde nos lleva el versículo, es a la sinagoga de Cafarnaún donde Pedro, en nombre de los apóstoles, le dice: “Tú tienes palabras de vida eterna”.

El secreto para seguir al Señor es estar abiertos a su voluntad.

  • Tres vocaciones poco seguras

“Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén”.

Sus discípulos fueron a buscarle alojamiento en Samaría pero, por esas envidias de los pueblos, no quisieron recibirlo porque iba a Jerusalén.

Santiago y Juan preguntan a Jesús si quiere que baje fuego del cielo. Jesús los regañó y se fueron a otra aldea.

Entonces vienen, según San Lucas, tres personas que se sienten atraídos por Jesús.  Uno le dice: “Te seguiré adónde vayas”.

Jesús, que vive una pobreza radical, le contesta:

“La zorra tiene madriguera y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”.

Jesús llama a otro, con su palabra favorita: “Sígueme”.

Él le pide ir a enterrar a su padre. Jesús le advierte que cuando Dios llama hay que estar totalmente desprendido.

Esto es lo prácticamente contesta también al tercero que vino diciendo “te seguiré, Señor, pero déjame primero despedirme de mi familia”.

No es que el Señor vaya en contra de ese amor natural a los padres sino que quiere que Dios sea siempre el primero.

Por eso mientras que todos los cristianos están llamados a imitar a Jesús, hay algunos que son llamados de una manera especial a imitar a Cristo que, “virgen y pobre obedeció al Padre hasta la muerte y muerte de cruz” (aquí se incluyen los tres consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia).

Lecciones importantes para discernir qué quiere Dios de nosotros y ser fieles a la vocación o llamado que cada uno reciba de Él.

 

José Ignacio Alemany Grau, obispo