Perú Católico, líder en noticias.- Etim.: Latín caelibatus, vida soltera.  DEFINICIÓN: El no estar casado y, en el uso de la Iglesia, un compromiso de no casarse. La Iglesia hace distinción entre el celibato de laicos y el celibato eclesial. En ambos casos se escoge libremente, por razones religiosas, el no casarse.

El celibato no es desprecio al matrimonio. Ambas vocaciones vienen de Dios, son profundamente estimadas por la Iglesia y son caminos de amor y servicio.

¿Por qué el celibato?
La Iglesia siempre ha tenido el celibato en muy alta estima ya que Jesucristo fue célibe. El es modelo de la perfección humana. Hay quienes objetan pensando que nosotros no podemos imitarlo. Se equivocan. La verdad es que Jesucristo, siendo Dios, asumió verdaderamente la naturaleza humana, siendo igual que nosotros en todo menos en el pecado. El nos da la gracia para vivir, siendo hombres, su amor sobrenatural.

Jesucristo claramente recomendó el celibato como entrega radical de amor por el Reino de los Cielos:

Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda. -Mateo 19,12

San Pablo era célibe y animaba a seguir esta forma de vida :

Yo os quisiera libres de preocupaciones. El no casado se preocupa de las cosas del Señor, de cómo agradar al Señor. El casado se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su mujer; está por tanto dividido. La mujer no casada, lo mismo que la doncella, se preocupa de las cosas del Señor, de ser santa en el cuerpo y en el espíritu. Mas la casada se preocupa de las cosas del mundo, de cómo agradar a su marido.

Os digo esto para vuestro provecho, no para tenderos un lazo, sino para moveros a lo más digno y al trato asiduo con el Señor, sin división. Pero si alguno teme faltar a la conveniencia respecto de su novia, por estar en la flor de la edad, y conviene actuar en consecuencia, haga lo que quiera: no peca, cásense.

Mas el que ha tomado una firme decisión en su corazón, y sin presión alguna, y en pleno uso de su libertad está resuelto en su interior a respetar a su novia, hará bien. Por tanto, el que se casa con su novia, obra bien. Y el que no se casa, obra mejor. La mujer está ligada a su marido mientras él viva; mas una vez muerto el marido, queda libre para casarse con quien quiera, pero sólo en el Señor. Sin embargo, será feliz si permanece así según mi consejo; que también yo creo tener el Espíritu de Dios.
-I Corintios 7,32-40

El celibato laico se practicaba ya en la Iglesia primitiva. A los hombres célibes les llamaban “los continentes” y a las mujeres, “vírgenes”. También se les conocía como ascéticos.

El celibato eclesial fue un desarrollo lógico de las enseñanzas de Cristo sobre la continencia (Mateo 19,10-12). Es uno de los consejos evangélicos.

Los comienzos de la vida religiosa se encuentran en la práctica del celibato voluntario por el Reino. El celibato era una de las características de los primeros ermitaños y un requisito en las primeras fundaciones monásticas bajo San Pachomius (c. 290-346).

El Magisterio solemne de la Iglesia reafirma ininterrumpidamente las disposiciones sobre el celibato eclesiástico.

El Sínodo de Elvira (300-303?), en el canon 27, prescribe: «El obispo o cualquier otro clérigo tenga consigo solamente o una hermana o una hija virgen consagrada a Dios; pero en modo alguno plugo (al Concilio) que tengan a una extraña» (Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, ed. Herder, Barcelona 1955, n. 52 b, p. 22); y en el canon 33: «Plugo prohibir totalmente a los obispos, presbíteros y diáconos o a todos los clérigos puestos en ministerio, que se abstengan de sus cónyuges y no engendren hijos y quienquiera lo hiciere, sea apartado del honor de la clerecía» (ib., 52 c).

También el Papa Siricio (384-399), en la carta al obispo Himerio de Tarragona, fechada el 10 de febrero de 385, afirma: «El Señor Jesús (…) quiso que la forma de la castidad de su Iglesia, de la que él es esposo, irradiara con esplendor (…). Todos los sacerdotes estamos obligados por la indisoluble ley de estas sanciones, es decir, que desde el día de nuestra ordenación consagramos nuestros corazones y cuerpos a la sobriedad y castidad, para agradar en todo a nuestro Dios en los sacrificios que diariamente le ofrecemos» (ib., n. 89, p. 34).

San Ambrosio (siglo IV) escribe sobre el celibato: “Dios amó tanto a esta virtud que no quiso venir al mundo sino acompañado por ella, naciendo de Madre virgen” (San Ambrosio, Tratado sobre las vírgenes)

El Papa Calixto II, en el Concilio de Letrán, en 1123, promulgó el celibato como requisito para todo el clero del rito romano. (Los ritos maronitas y armenios, siendo católicos orientales, aceptan a hombres casados para la ordenación sacerdotal, pero no permiten que contraigan matrimonio los que ya han sido ordenados).

El Concilio Vaticano Segundo llama al celibato “ese don precioso de la gracia divina dado a algunos por el Padre, para que se dediquen más fácilmente sólo a Dios con un corazón indivisible en virginidad o celibato. Este medio perfecto para el amor del reino del cielo ha sido tenido siempre en gran estima por la Iglesia como un signo y un estímulo del amor, y como una fuente singular de fertilidad espiritual en el mundo”. (Constitución de la Iglesia, 42). También dijo que el celibato es el primero de los consejos evangélicos a ser puestos en práctica por los religiosos y dijo que “es un símbolo especial de los beneficios celestiales, y para los religiosos es un forma muy efectiva de dedicarse con todo el corazón al divino servicio y a los trabajos del apostolado” (Decreto sobre la Renovación de la Vida Religiosa,12).

Célibes y casados se complementan
El Padre Cantalamessa, predicador del papa aboga por una sana integración de los carismas celibato y matrimonio, de manera que los casados y los célibes no vivan rígidamente separados los unos de los otros, sino de forma que se ayuden y exhorten mutuamente a crecer. Dice: «No es cierto que la cercanía del otro sexo y de las familias, para quien no está casado, sea siempre y necesariamente una insidia y una oscura amenaza. Puede serlo si no se ha producido aún una aceptación libre, alegre y definitiva de la propia vocación, pero esto también se aplica a quien esté casado». «Lo más bello que podemos hacer …es renovar nuestro “Heme aquí” y nuestro “Sí”. No con una “resignada aceptación”, sino con el “deseo” y la “impaciencia” de María en la Anunciación».

“Cuando la sexualidad humana no se considera un gran valor dado por el Creador, pierde significado la renuncia por el reino de los Cielos” (Juan Pablo II, Familiaris consortio)

Ante las críticas contra el celibato

Un artículo en el Miami Herald comentaba que el famoso boxeador Mohamad Alí, para estar en mejor forma, se mantenía en abstinencia sexual por períodos hasta de un año. Es de notar que, mientras el mundo admira ese compromiso hecho por el deporte, critica como “anti-natural” el celibato sacerdotal, optado por el Reino de los cielos. Me parece entonces que lo que se critica más bien no es el celibato sino el hecho de que haya quienes se tomen su compromiso con Dios tan en serio. Por el boxeo todo es aceptable, pero si es por Dios se considera fanatismo o peligroso para la mente.

Es normal que el hombre mundano, que vive dominado por las pasiones, vea el celibato como una represión y hasta como un peligro. Pero el celibato vivido santamente es una donación total de nuestro amor por Dios y por todos. Sin fe y sin gracia no se puede vivir el celibato, pero sin estas tampoco se debe ser sacerdote.

MITOS

1 -El celibato es causante del abuso sexual
El celibato no tiene relación causal con ningún tipo de abuso ni adicción sexual. El hecho es que el abuso sexual igualmente ocurre entre hombres casados. (Jenkins, Priests and Pedophilia). En la población general, la mayoría de los abusadores son hombres heterosexuales que abusan de niñas. También hay mujeres que abusan de menores.

El perfil del abusador sexual de menores no es el de un adulto normal atraído eróticamente hacia niños por causa de la abstinencia. (Fred Berlin, “Compulsive Sexual Behaviors” in Addiction and Compulsion Behaviors [Boston: NCBC, 1998]; Patrick J. Carnes, “Sexual Compulsion: Challenge for Church Leaders” in Addiction and Compulsion; Dale O’Leary, “Homosexuality and Abuse”).

2 -Si permitieran el matrimonio de los sacerdotes se evitaría que estos cometan abusos sexuales
No es mayor la incidencia de abuso sexual por célibes como quiere hacer creer la prensa. Quienes cometen estos delitos no son aptos ni para ser sacerdotes y ni para ser casados. ¿Qué mujer querrá casarse con un hombre si sabe que es abusador sexual?.

La virginidad consagrada y el celibato sacerdotal:
Dos vocaciones fundamentales para el anuncio del Evangelio
Padre Raniero Cantalamessa, predica al Papa y a la curia romana, Adviento 6-XII-2002

La facilidad de las comunicaciones y de los viajes ha creado una situación nueva: televisión, internet, publicidad, periódicos meten a chorros el mundo dentro de casa y, con frecuencia, el mundo en su peor aspecto. Nos lo meten a la fuerza por los ojos, que es una forma de violencia… Por eso, la salvaguarda de la propia castidad es confiada en gran parte al individuo mismo y debe basarse en sólidas convicciones personales, tomadas de la Palabra de Dios.

¿Qué palabra de Dios?, Ciertamente, para comenzar, la pronunciada por Jesús en el Evangelio de Mateo, cuando habla explícitamente a los apóstoles de quienes se hacen «eunucos por el Reino…. Esta vocación no es más perfecta que el estado conyugal, sino simplemente algo más avanzada, pues refleja la imagen del hombre y la mujer en la vida eterna.

Partiendo de este carácter profético de la virginidad y del celibato, podemos comprender la ambigüedad y falsedad de la tesis, según la cual, este estado iría contra la naturaleza e impediría al hombre y a la mujer realizarse plenamente, como hombre y mujer. Esta duda pesa terriblemente sobre el espíritu de los jóvenes y es uno de los motivos que más aleja de responder a la vocación.

El celibato y la virginidad no reniegan de la naturaleza humana, sino que más bien la realizan a un nivel más profundo. El hombre, según la Biblia, no es sólo lo que es por nacimiento, sino también lo que está llamado a ser. En el hombre, en otras palabras, hay una chispa de vocación a la que tiene que responder.

Los vírgenes consagrados –hombres y mujeres–, son aquellos que han entendido esta respuesta en su grado más elevado, entregándose por el Reino de Dios, cuya difusión ha encontrado casi siempre en ellos el modelo de misioneros eficaces.

El anuncio del Evangelio y las misiones se han apoyado en buena parte en sus espaldas. Dentro de la cristiandad, el progreso en la doctrina, en el pensamiento, ha dependido de ellos, especialmente de algunas órdenes religiosas. Ellos han cultivado caminos nuevos en la espiritualidad.

Si se mira al exterior, los vírgenes consagrados han instituido casi todas las instituciones caritativas. Por tanto, la virginidad no significa esterilidad, sino por el contrario, la máxima fecundidad.

Comentario sobre el celibato

¿Es el hombre más inteligente que Dios?
Consultando con amigos católicos sobre sus normas que los gobiernan me llamó mucho la atención que imponen a los curas padres, bueno todo aquel que tiene un cargo dentro de la iglesia católica, apostólica y romana, el celibato.

La respuesta que recibí fue que el celibato no era una un mandamiento o una norma creada por Dios si no que era una norma eclesiástica que habían creado las autoridades más altas de la iglesia católica a fin de que los curas puedan “cumplir mejor su misión que es la de pastorear el rebaño del señor y no se distraigan en cosas terrenales”.

Díganme, ¿uds. creen que Dios en su infinita sabiduría se le pasó por alto este detalle?, ¿es que acaso Dios no lo sabe todo?, y si así es entonces el sabía a lo que al hombre que decida servir a la iglesia le esperaría y todas las tentaciones que lo agobiarían, y las responsabilidades que debería asumir. Y como dice en las escrituras “…Dios no permitirá que el diablo tiente a sus hijos mas allá de lo que puedan resistir…”.

Entonces? es que acaso el hombre puede corregir las “omisiones” de Dios.

Atentamente, (Nombre omitido)

RESPUESTA

Estimado hermano en Cristo. Dios te bendiga.

Su pregunta sobre el celibato la respondo como sacerdote ordenado hace 19 años y MUY feliz de poder imitar a Cristo célibe. Lo considero un don que no merezco.

Primero, recuerda que para buscar la verdad hay que comenzar con no enredar las cosas. A nuestro enemigo el diablo le gusta mucho torcer la verdad para engañar. Ya en el principio la serpiente le dijo la mujer:

«¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?» (Gen 3,1)

Dios no había dicho de “ninguno” sino que podían comer de todos menos uno. La diferencia es grande. Pero el diablo quiso exagerar la prohibición para presentar a Dios como un enemigo del hombre.

Usted nos pregunta por qué la Iglesia “impone” el celibato a “todo aquel que tiene un cargo dentro de la iglesia católica”. Es cierto que la jerarquía de la iglesia es célibe, pero hay diáconos casados y además hay muchos laicos con cargos en la Iglesia sin ser célibes. Además a nadie se le obliga a ser sacerdote ni a ser célibe. Escogimos y aceptamos libremente ser sacerdotes con todo lo que la Iglesia requiere para esa vocación.

Un candidato al sacerdocio, aun cuando se sienta muy seguro, tiene muchos años de seminario para pensarlo bien y tomar una decisión libre y madura. Yo lo acepto felizmente porque sé que es Dios mismo quien me lo pide a través de la Iglesia. Soy célibe, no por una imposición arbitraria sino por una llamada de Dios a la cual asiento con todo mi corazón y con profundo agradecimiento y alegría. Dios me ha pedido una entrega y me ha dado más que el 100 por uno, tal como lo prometió.

Nos preguntas si creemos que a Dios se le pasó un detalle. “No, a Dios no se le pasó nada por alto. Todo lo hizo perfecto. Es así que regaló al hombre el maravilloso don del matrimonio, elevándolo a ser sacramento. Pero también quiso invitar a algunos al excelso don del celibato. Así quiso enriquecer a su Iglesia con diversas vocaciones, todas fundamentadas en el amor, todas para Su gloria.

¿Por qué ser célibes? Comprendo que no se entienda desde la perspectiva de este mundo. Hay que abrir el corazón a otra dimensión, pues somos capaces de un amor superior, un amor que nos llama a la inmolación de los deseos carnales. Lo hacemos con alegría, no por despreciar la creación de Dios (¡no somos maniqueos!) sino para entregarnos más de lleno a Dios y ser más libres para servir a todos. El papa Benedicto XVI (cuando era cardenal) dijo: “Ser vírgenes y saber practicar periódicamente el ayuno es atestiguar que la vida eterna nos espera; más aún, que ya está entre nosotros. Sin virginidad y sin ayuno, la Iglesia no es ya Iglesia; se hace intrascendente, sumergiéndose en la historia”.

Imitación a Jesucristo. Cuando la Iglesia requiere a los sacerdotes del rito romano el celibato nos está llamando a ser como Jesucristo quien fue célibe para entregar su corazón igualmente por todos los hombres. San Pablo comprendió esto muy bien, siendo él también célibe y por eso lo recomendó como el mejor camino: “Por tanto, el que se casa con su novia, obra bien. Y el que no se casa, obra mejor.” I Cor 7, 38. ¿Fueron los 12 apóstoles casados?. No lo sabemos con certeza. Ni siquiera sabemos si San Pedro estaba casado cuando lo llamó el Señor. Sabemos que tenía suegra, pero podría haber sido viudo ya que su esposa no se menciona.

La Iglesia tiene la autoridad de Cristo. Es cierto que el requisito del celibato para los sacerdotes es una disciplina eclesiástica y no un Mandamiento del Señor, y es cierto que en la Iglesia Católica, en los ritos orientales, hay buenos sacerdotes casados. Pero la Iglesia tiene la autoridad para establecer los requisitos de los candidatos al sacerdocio porque el sacerdocio no es de derecho natural. Es decir nadie tiene “derecho” a ser sacerdote sino que se trata de un llamamiento sobrenatural.

Hebreos 5,4-5
Y nadie se arroga tal dignidad, sino el llamado por Dios, lo mismo que Aarón. De igual modo, tampoco Cristo se apropió la gloria del Sumo Sacerdocio, sino que la tuvo de quien le dijo: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy.

Los católicos creemos que Cristo estableció una Iglesia y le prometió el Espíritu Santo para que pudiese enseñar con autoridad la verdad. A sus pastores les otorgó autoridad para gobernar y establecer la disciplina eclesiástica. Comprendo que quien no acepta la autoridad de la Iglesia y piensa que se trata de un invento de los hombres, no puede apreciar lo que el Espíritu enseña a través de ella. Creo que aquí radica la diferencia fundamental entre nosotros. Pero al menos pienso que podría usted admirar que algunos cristianos quisieran seguir la recomendación (ya citada) de San Pablo sobre el celibato para ser así imitadores de Cristo.

¿Y las tentaciones? A usted le parece que el celibato pone una carga que lleva a la tentación. Comprendo que para muchos el celibato sea incomprensible. La mayoría de las personas están llamadas al matrimonio, vocación más fácil de entender al nivel natural. El celibato no se puede entender sin una gracia especial sin la cual sólo se ve aquello a lo que se renuncia. Pero hay mucho más: se renuncia no para quedarse en el vacío sino porque Dios quiere unir nuestro corazón al suyo que es todo amor. Es por El que renunciamos al deseo natural de tomar esposa y tener una familia propia. Aunque es cierto que el celibato libera para poder dedicarse más al apostolado, esa no es su razón principal. El celibato es ante todo ofrenda a Cristo de un corazón indiviso. Lo hacemos impulsados por un amor loco que se entregó por nosotros en la Cruz. Lo hacemos para ir más allá y vivir sólo para El y como El. El celibato es entonces un signo de la vida del cielo donde el amor no es carnal sino pura participación de la vida divina.

Mateo 22,29-30
Jesús les respondió: «Estáis en un error, por no entender las Escrituras ni el poder de Dios. Pues en la resurrección, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en el cielo.

Toda vocación requiere negación de sí por amor a Cristo y siempre el enemigo querrá hacer ver que la felicidad está en no sacrificarse. El demonio hace ver como si fuera imposible ir más allá de lo terreno, de lo natural. Entonces el celibato sería imposible. Por el contrario, la fe nos lleva a confiar en que Cristo nos da la gracia para una vida nueva, una entrega más radical que sirva de signo para el mundo del amor del cielo.

Las tentaciones no se vencen huyendo de la vocación sino viviéndola bien, en profunda gratitud y entrega. El sacerdote que vive bien su sacerdocio tendrá la asistencia divina para una generosa entrega de su corazón. Primero en su relación personal con Dios y con la Virgen nuestra Madre. Entonces, dándose en la pastoral, sirviendo como padre al pueblo de Dios. ¡La mejor defensa está en vivir desde el Corazón de Jesús y de María nuestra vocación!. ¡Le aseguro que felicidad igual no hay en este mundo! Pues la transformación en Cristo, según la vocación de cada cual, comienza aquí en la tierra. Por eso quien cree en el poder transformador de Cristo y confía en El, será capaz de vivir felizmente célibe por el Reino de los Cielos.

Si usted piensa que el sacerdocio está en crisis y que casarse resuelve la tentación, ¿cómo se explica usted la crisis matrimonial que es aún mayor hoy día? Querido hermano, Jesús es infinitamente poderoso y bueno. El nos da todas las gracias necesarias en la Iglesia: los sacramentos, la doctrina, la riqueza de la comunión de los fieles. El problema no es la vocación sino nuestra falta de fe. Si quitamos los ojos de Cristo, nos hundiremos en las tormentas de la vida, tal como le ocurrió a Pedro cuando Jesús le llamó a caminar sobre las aguas.

Mi experiencia. Recuerdo que antes de tomar mi decisión por el sacerdocio, el celibato me parecía una dura renuncia, pero una vez hecha la decisión me di cuenta de que no se podía comparar el sacrificio con el gozo del tesoro escondido que encontré en mi vocación. Le doy gracias a Dios de todo corazón por este regalo y comprendo que es sólo por El que puedo sostenerme fiel. Comprendo que otros, sin duda, podrán llegar a ser santos en el matrimonio (cosa tampoco nada fácil). Mi experiencia es que a los casados, si aman a la Iglesia, Dios les dará la apreciación de la importancia del celibato, como a nosotros los célibes nos da apreciación del matrimonio. Pues ambos son caminos de Dios que se complementan y enriquecen mutuamente en la gran comunidad que es la Iglesia.

Mateo 19,29
Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará vida eterna.

En los Corazones de Jesús y María, Padre Jordi Rivero