¡Francisco ora ante el Sacro Cingolo, cinto que habría entregado la Virgen a Tomás tras la Asunción!

El Papa Francisco, en su paso rápido el pasado martes 10 de noviembre por la ciudad italiana de Prado, a unos 15 kilómetros de Florencia, no dejó de visitar y de mencionar una de las más peculiares reliquias atribuidas a la Virgen, un cinturón o cíngulo que se guarda en la catedral, llamado en Italia “Sacra Cintola” o “Sacro Cingolo”.

Para muchos esta reliquia tiene una especial ligazón con el dogma de la Asunción, que enseña que el cuerpo de María no se pudrió ni pueden encontrarse reliquias de sus partes corporales, puesto que su cuerpo (y no sólo su alma) entró en el Cielo. (La Iglesia latina da libertad sobre la cuestión de si la Virgen María murió o sólo quedó dormida antes de entrar en cuerpo y alma en el Cielo la Iglesia, y el tema fue motivo de agrias polémicas, poco edificantes, durante siglos).

La relación con la Asunción viene de la tradición de que la Virgen entregó este cinto, el que llevaba en el momento de su Asunción, al Apóstol Tomás, el de fe titubeante, en una aparición tres días después de ser asunta al Cielo.

La Asunción según relata Juan Damasceno
San Juan Damasceno, en el siglo VIII, explica una de las versiones de la Asunción: los apóstoles vieron a la Virgen morir (o dormir, según la versión) y la depositaron en una tumba en el jardín de Getsemaní. Tres días después llegó Tomás, que quiso venerar el cuerpo, pidió que le ayudaran a abrir la tumba, y dentro descubrieron que no había cuerpo, sólo un olor dulce.

Hay versiones con más “efectos especiales”. En una los apóstoles creyeron en la Asunción porque oyeron música angélica, excepto Tomás, que estaba ausente, y sólo creyó tres días después cuando se apareció la Virgen ya asunta sobre la tumba y le dio su cinto -símbolo de cuerda que nos ata al cielo– para que creyese. Otras versiones dicen que en esta ocasión Tomás ya creía y la Virgen se apareció y le dio el cinto como premio y consuelo a él, que había dudado de Cristo.

La leyenda en Italia asegura que este cinto de lana fina de cabra, de color verdoso, 87 centímetros de largo y con hilos de oro, llegó de Tierra Santa a Prato de manos de un mercader y peregrino italiano que allí se había casado con la hija de un sacerdote de rito oriental que guardaba la reliquia. Cuando murió el mercader, la reliquia se donó a la catedral.


El Sacro Cingolo de Prato en manos de San Juan Pablo II en 1986

En el siglo XIV se construyó la capilla dedicada a su veneración. Con los años, el motivo artístico dedicado a la “Sacra Cintola” o “Sacro Cingolo” generó obras maestras del arte espiritual, siempre reforzando la idea del cinto como protección y a la vez como cuerda para ascender a lo divino. Hay que tener en cuenta que se trataría de un objeto físico que estuvo, según se puede interpretar en la leyenda, con la Virgen en el Cielo.

En el s.XVIII un obispo dado a los excesos ilustrados intentó desmantelar la capilla del Cinto y reducir o eliminar la devoción a las reliquias. El pueblo se enfureció, organizó una revuelta y destruyó distintos elementos ligados al oficio del obispo en la catedral (púlpito, etc…). Las tropas civiles pusieron orden pero quedó clara la devoción de los habitantes de Prado a su reliquia.

Esta reliquia se muestra 5 veces al año:

– en Pascua (marzo-abril)
– en la Asunción (15 de agosto)
– la Natividad de María (8 de septiembre)
– Navidad (25 de diciembre)
– el 1 de mayo, mes de la Virgen

Hay otros lugares que aseguran tener reliquias del cinto de la Virgen, aunque no necesariamente reclaman que sean posteriores a la Asunción. Al contrario de las controversias sobre el cráneo de tal o cual apóstol (un apóstol sólo puede tener un cráneo)no es absurdo que la Virgen usara distintos cintos en distintos momentos de la vida, aunque es evidente que las reliquias que más se guardan y valoran son las ligadas al momento de la muerte del santo.

Entre los lugares que reclaman tener un cinto de la Virgen está la catedral de Tortosa(España), que celebra la fista de la Santa Cinta cada 25 de marzo (www.lasantacinta.com). Sus cofrades se remontan al siglo XII, como en Prato, para reivindicar la presencia de la reliquia en la ciudad, y muchas mujeres en la zona se llaman “Cinta” por esta devoción.

Otros posibles cintos de la Virgen se guardarían en:

– la Basilica de Santa Maria de Chalcoprateia en Constantinopla
– La iglesia de Santa Maria Soonoro, ortodoxa siríaca, en Homs (Siria)
– el monasterio de Troodissa en Platrès, Limassol sobre Montes Troodos, en Chipre
– el Monasterio de Vatopedi en el Monte Athos, Grecia (es el cinturón que suele exhibirse en tiempos recientes en Moscú y otras grandes ciudades ortodoxas).
– la Colegiata de Nuestra Señora de Le Puy-Notre-Dame nel Maine e Loira (Francia)
– la Colegiata en Quintin en Côtes-d´Armor (Bretaña)
– la abadía de Bruton en Somerset, Inglaterra

María libra de las opresiones
En Prato, el Papa Francisco, antes de dirigirse a Florencia, habló a la multitud reunida recordando el significado de la reliquia mariana. También oró ante la reliquia en la catedral.

“María, en un silencio activo, transformó el sábado de la desilusión en el alba de la resurrección”, predicó. E invitó que si alguien “se siente oprimido por las circunstancias de la vida se confíe a María, que es nuestra madre que nos anima a poner confianza en Dios”. Porque “su hijio no traicionará nuestas expectativas y sembrará en nuestros corazonas una esperanza que no desilusiona”.