Homilía de Domingo de Ramos: Un ramo y el corazón sincero

Perú Católico, líder en noticias.– Jesús subió por el camino de las peregrinaciones desde Jericó hasta Jerusalén.
Según San Lucas, una multitud venía con Jesús.
Habían visto prodigios y últimamente el ciego Bartimeo había recuperado la vista y se había unido al grupo alabando a Dios.
Acercarse a la capital de la fe de Israel era siempre conmovedor y escuchar el salmo “que alegría cuando me dijeron vamos a la casa del Señor… Ya están pisando nuestros pies tus umbrales Jerusalén”.
Pero esta vez era distinto.
En la caravana iba un grupo muy numeroso y venía arropando a aquel que hablaba como ninguno y que todo lo había hecho bien.
Espontáneamente crean un ambiente festivo.
Por su parte Jesús debe pensar que el pueblo tiene que conocerlo antes de crucificarlo.
¡Qué misterios los de Dios!
Jesús humilde pide que le traigan un pollino y se monta en él al estilo de los reyes.
La gente toma palmas y ramos en sus manos y comienza a cantar:
“¡Hosanna!”
“Bendito el que viene en nombre del Señor”.
Los vecinos de Jerusalén se asoman a puertas y ventanas preguntando:
“¿Quién es éste?”.
“La gente que venía con Él le responde:
Es Jesús, el profeta de Nazaret de Galilea”.
Fiesta espontánea que Jesús permite en esta oportunidad.
Tú, amigo, acompaña este domingo a Jesús con el ramo, símbolo de tu fe en las manos.
Y canta:
Ese desterrado por la sociedad de hoy… sigue siendo Jesús el Nazareno, el Señor.
No hay otro.
Hoy es preciso, más que nunca, mantener la fe en el Salvador.

El prefacio

Nos habla de Jesús “el cual siendo inocente, se entregó a la muerte por los pecadores, y aceptó la injusticia de ser contado entre los criminales.
De esta forma, al morir, destruyó nuestra culpa, y, al resucitar, fuimos justificados”.
Es el amor de Cristo.
Él carga lo malo y nos regala la salvación.
Isaías
Nos habla del siervo de Dios que es una imagen del Mesías.
Muchas de las cosas que refiere el profeta se cumplieron realmente en Jesús y en esta Semana Santa las meditaremos:
“Y yo no me resistí ni me eché atrás:
Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos”.

Salmo 27

Este salmo era el que según los evangelistas Jesús rezaba en la cruz.
Una de las lecciones que nos da Jesucristo en su pasión es el rezo de los salmos.
San Agustín nos enseña que es Jesús quien reza los salmos cuando los rezamos con la Iglesia, “unas veces reza como Cabeza (es la Cabeza del Cuerpo místico) y otras veces como Cuerpo” (es decir, reza con todos nosotros).
Medítalo en esta semana:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué…?”
San Pablo a los Filipenses
Hoy recordamos la breve pero profunda presentación de Cristo que hace San Pablo a los filipenses.
Jesús, verdadero Dios encarnado y hecho un hombre de tantos (sin dejar de ser Dios), humillado, muerto, crucificado y triunfador.
Es el Padre quien lo ha glorificado:
“Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el nombre sobre todo nombre”.
La Pasión
Los cuatro evangelistas narran la Pasión de Jesús.
La liturgia nos invita a leerla de esta manera:
Cada año leemos la Pasión en un evangelista sinóptico, según los ciclos A, B y C.
Y el Evangelio de San Juan, que es el más detallado y más íntimo, lo leemos cada Viernes Santo.
Hoy nos toca San Marcos.
Te invito a leerlo en particular y, quiera Dios, con tu familia.
Mientras lees recuerda y aplícate las palabras que Pascal oyó de labios de Jesús en el Huerto de Getsemaní, según cuenta el Papa Benedicto:
“Aquellas gotas de sangre las he derramado por ti”.
Toda la vida la entregó Jesús por ti.

José Ignacio Alemany Grau