Perú Católico, líder en noticias.- La liturgia de hoy no celebra el domingo del tiempo ordinario, sino la festividad de la Presentación de Jesús, que por ser fiesta del Señor  y el domingo no privilegiado, lo permite.

De hecho, esta fiesta se suele celebrar frecuentemente con el título de “La Candelaria”, recordando la purificación de la Virgen y la Presentación de Jesús en el templo.

De distintas formas nos referimos a la Candelaria pero sobre todo imaginando una auténtica procesión en el templo de Jerusalén.

La Virgen ingresa con Jesús niño en los brazos, es decir, la Madre portando la Luz del mundo que, aunque chiquita, es la única que ha iluminado a todos con la gracia y santidad de Dios.

Es de advertir que en Israel no todos celebraban presentación del primogénito y la purificación de la madre en el templo, pero la ley lo permitía, y es lo que recoge San Lucas hoy para destacar el fiel cumplimiento de la ley que observaron José y María.

  • Malaquías

Habla del enviado del Señor que viene a purificar y a encaminar a los hombres hacia Dios. Así podríamos entender la comparación que hace entre el mensajero de Dios y el Creador, al compararlo con el servicio del fundidor de plata, oficio sacrificado que exige una atención muy fuerte para separar la plata y el oro de la ganga u otras impurezas que tienen adheridas.

Así podemos entender que actuará Jesucristo, el enviado del Padre, para purificarnos y presentarnos ante Él:

“Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata o a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido”.

  • Salmo 23

Es un himno de alabanza al Señor creador y rey victorioso que entra en su gloria y al que, según el salmista, debemos preparar una entrada gloriosa:

“Portones, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas, va a entrar el rey de la gloria”, que es el Señor del universo.

  • Carta a los Hebreos

Nos habla de Jesucristo que se ha hecho familia de todos nosotros y que muriendo destruyó el poder del diablo que nos tenía esclavizados.

Nos advierte el escritor sagrado que Jesús tuvo que parecerse en todo a nosotros, que somos sus hermanos, para poder compadecerse de nosotros y, cumpliendo fielmente el plan de Dios, purificarnos del pecado.

En efecto, habiendo sufrido como hombre verdadero, nos puede ayudar ahora como Salvador:

“Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote misericordioso y fiel en lo que se refiere a Dios y expiar el pecado”.

  • Verso aleluyático

San Mateo nos dice que: “Cristo tomó nuestras dolencias y cargó con nuestras enfermedades”.

Este es un gran motivo para cantar alabanzas al Señor, cosa que a veces olvidamos por ser excesivamente egoístas.

  • Evangelio

San Lucas nos cuenta que José y María, como tantos padres de familia, llevaron a Jesús al templo para presentarlo al Señor.

Aquella fue una procesión muy especial a la que se unió un público muy singular:

Por una parte Simeón, un hombre santo, cargado de años que vivía mucho tiempo en el templo, esperando como un buen israelita ver “la salvación de Dios”.

Por eso, apenas descubrió al pequeño Jesús, lo tomó en sus brazos y entonó el cántico tan conocido que rezamos cada noche en “Completas”.

También se presentó otra anciana, Ana, que hablaba a todos de la salvación de Israel.

Quizá no hemos pensado muchas veces en la alegría especial que recibieron José y María al ver cómo Dios les confirmaba una vez más, como había hecho a través de los pastores y magos, que su niño no era un hombre cualquiera sino el enviado de Dios como Salvador de la humanidad.

San Lucas recalca en el evangelio que de esta manera  “los padres de Jesús” cumplieron con la ley de Moisés hasta los más pequeños detalles.

Para nosotros es una invitación a cumplir la ley del Señor que Jesucristo nos enseñará  más tarde.

José Ignacio Alemany Grau, obispo