Homilía del Domingo 23 del Tiempo Ordinario

Perú Católico, líder en noticias.- La vida de nuestra sociedad está marcada siempre por los signos.

Signo es una cosa que representa a otra más importante.

Uno de estos signos, por ejemplo: vemos una bandera con los colores rojo, blanco y rojo y en seguida pensamos en nuestra Patria. La bandera es un signo.

Las empresas, los clubes, los colegios… tienen sus escudos distintivos.

Para los católicos los signos más importantes representan los sacramentos y especialmente la Eucaristía, porque además de significar el Cuerpo y Sangre de Cristo, contienen al mismo Cristo con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad.

Todo el esquema litúrgico de este domingo XXIII del tiempo ordinario nos habla de los signos bajo los cuales debemos descubrir al enviado de Dios.

  • Isaías

Nos da un mensaje de Dios que pide fortaleza y valentía hablándonos proféticamente del Mesías:

“Dios… viene en persona, resarcirá y os salvará”.

Y a continuación trae una lista de signos que evidentemente nos recuerdan el Evangelio de Jesús: curación de ciegos, sordos, cojos, la lengua del mudo cantará, etc.

  • Salmo responsorial (145)

Nos habla de la fidelidad de Dios que se puede conocer en que “hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos, liberta a los cautivos, abre los ojos al ciego”.

Luego de hablarnos de los signos de curaciones físicas pasa a hablarnos de las obras de misericordia que enseñará  Jesús.

  • Santiago

Santiago pide a los cristianos que imitemos a Dios que no hace acepción de personas sino que “ha elegido a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino que prometió precisamente a los que lo aman”.

Por esto pide que los que seguimos a Jesús no mezclemos la fe con el favoritismo.

Pone un ejemplo bien plástico, por cierto:

Hacer diferencias entre los que van al culto de Dios llevando  vestidos brillantes y anillos en los dedos y “el otro es un pobre andrajoso”.

Lamentablemente es frecuente hacer estas diferencias en la vida práctica, tanto en el ambiente social como también en la Iglesia de Jesús.

  • Verso aleluyático

Nos presenta como un resumen de toda la actuación de Jesucristo que acompañaba la proclamación del Reino de Dios con las curaciones al pueblo humilde:

“Jesús  proclamaba el Evangelio del Reino curando las dolencias del pueblo”.

  • Evangelio

El evangelista Marcos nos habla hoy de una curación a la que podríamos llamar aparatosa. Sin duda quiso dar una enseñanza muy especial.

Se trataba de “un sordo que además apenas podía hablar”.

Fijémonos en cada uno de estos detalles que resalta el evangelista:

Jesús lo aparta de la gente; le mete los dedos en los oídos; con la saliva le toca la lengua.

Más aún, hace un gesto especial mirando al cielo y suspirando.

Entonces dice: “¡ábrete!”.

El resultado es instantáneo y lo percibe la gente porque el sordo empezó a oír y hablar sin dificultad.

Pero el pueblo sencillo en ese momento descubre a Jesús a través de los signos externos que el Señor  ha hecho.

Y precisamente, al ver su poder, y hasta posiblemente siendo conscientes de los tiempos mesiánicos prometidos por Isaías, sacó esta conclusión:

“Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”.

He aquí algunas de las conclusiones que podríamos sacar de este párrafo breve del Evangelio de hoy:

+ Jesús todo lo hizo bien: ¿qué dirían en este momento de nosotros la gente que nos ve actuar? Y sobre todo, ¿qué dice nuestra conciencia?, ¿es cierto que actuamos bien?

+ ¿Será necesario que el Señor nos diga a nosotros ¡Ábrete! para que:

Nos abramos al conocimiento de Dios leyendo su Palabra, estudiando las enseñanzas del Catecismo.

Que nos abramos a la fidelidad a la Iglesia de Jesús y en estos momentos difíciles de una manera especial a la fidelidad al Papa que es su representante.

Y ayudar con caridad verdadera al prójimo, especialmente a los migrantes y necesitados de nuestro tiempo?

+ El pueblo alabó a Jesús porque vio los signos que evidenciaban su poder.

¿Qué signos hacemos nosotros?

Por desgracia hay muchos que desprecian los signos e incluso no realizan lo que pide la liturgia, como si no tuvieran importancia.

Recordemos todos que a través de los signos (una vez más pensemos en los sacramentos) Dios nos confiere su gracia divina. Precisamente por esto son tan importantes los sacramentos.

José Ignacio Alemany Grau