Homilía del Domingo XIII del Tiempo Ordinario: Jesús, el primer amor es exigente

Perú Católico, líder en noticias.- Nos admiran las exigencias de Jesús. Son fuertes a veces. Pero lo hace por nuestro bien: siguiendo a Jesús con la cruz en esta vida, gozaremos de Él en el cielo y todo porque Jesús es Dios…
Jesús es nuestro primer amor.

Hoy meditaremos el ejemplo de Eliseo, sacrificado y hombre de oración.
Pablo nos predica una vida nueva para Dios en Cristo.
Y Jesús nos dará unos consejos para ser apóstoles suyos.

Eliseo

El libro de los Reyes nos cuenta que Eliseo pasaba por Sunam y una mujer rica lo invitó con insistencia a comer y, siempre que pasaba por allí iba a comer a su casa.

La mujer viendo que se trataba de un hombre bueno le dijo a su marido:
“Este hombre es un santo, hay que hacerle una habitación en la casa para que se hospede cuando venga por aquí”.
De esta manera, en el piso superior, hizo una habitación pequeña “le ponemos allí una cama, una mesa, una silla y un candil”.
De esta pequeña habitación han tomado muchos monasterios el modelo de “celda” para los religiosos, sobre todo los de clausura.
Si quieres completar el relato has de saber que Eliseo fue generoso con ellos y un buen día le dijo a la mujer: “al año que viene, por estas fechas, abrazarás un hijo”.

Ese fue el regalo del gran taumaturgo para recompensar los servicios de esta familia que era estéril.

Salmo responsorial (88)

Glorificaremos a Dios con estas palabras:
“Cantaré eternamente las misericordias del Señor”.
El salmo nos pone unos motivos concretos para la alabanza:
“Su fidelidad por todas las edades… porque dije: tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad”.
Una bella comparación que presenta la misericordia como un edificio y la fidelidad como el mismo cielo.
El nombre del Señor es el gozo de su pueblo: el Señor es escudo, es rey.
Al hacer tu oración puedes recordar todos estos títulos para alabar al Señor y unir tus motivos para glorificarlo.

San Pablo a los romanos

A veces tomamos el sacramento del bautismo como algo superficial y nos fijamos en si llora el niño, en quién prende la vela y cómo va a ser el banquete después del bautismo.
Sin embargo, este sacramento es mucho más serio:
“Por el bautismo nos incorporamos a Cristo”.
Nada más con esto tendríamos para meditar largamente.
Esta incorporación (meternos en el Cuerpo de Cristo) la concreta Pablo diciendo que hemos sido incorporados en su muerte y en su resurrección.
Como consecuencia de esto nos pide el apóstol “que debemos andar en una vida nueva”.
Y profundiza: si hemos muerto con Cristo y resucitado con Él “creemos que también viviremos con Él” porque la muerte ya no tiene dominio sobre nosotros ya que “su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre y su vivir es un vivir para Dios”.
Por eso añade: “Consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús”.
En resumen, el bautismo nos incorporó a Cristo, muerto y resucitado, para que nosotros, muertos al pecado, “vivamos para Dios en Cristo”.
Maravilloso programa de todo cristiano: nuestra meta es Dios y el camino es Cristo.

Aleluya

El versículo aleluyático pertenece a San Pedro (1P):
Somos “raza escogida, sacerdocio real, nación consagrada”… y todos tenemos la misma misión: proclamar las maravillas que ha hecho Dios sacándonos de las tinieblas del pecado para entrar en su luz admirable.

El Evangelio

Es el último párrafo del famoso capítulo diez de San Mateo y en él leemos una serie de pensamientos sueltos:
*Jesús es el primer amor porque es Dios y solo porque es Dios puede exigir que una criatura le ame más que a sus padres y familiares.
Al ver esta exigencia de Jesús puedes preguntarte con sinceridad a quién amas más.
Ahí queda esa pregunta.

*También pide Jesús que carguemos con la cruz y le sigamos, porque el discípulo tiene que compartir la cruz con su Maestro.
*Los apóstoles deben ser recibidos por el servicio que hacen en nombre de Cristo. Ellos nos enseñan y nos alimentan con los sacramentos y nos gobiernan en nombre de Cristo para que sigamos al Buen Pastor.
*Finalmente, Jesús nos promete que Dios será generoso con nosotros si ayudamos a los demás, especialmente a los más pobres y sencillos y no dejará de recompensarnos:
“El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca a uno de estos pobrecillos, solo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo