Homilía del Domingo XXX: “Señor de los Milagros, que pueda ver”

Hoy que recordamos a Jesús que pasa y al ciego que le pide ver, volvemos los ojos a nuestro querido Señor de los Milagros y oímos la voz del Padre que nos repite, como el mensaje central de este día, para nuestro pueblo peruano:

“Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo”, el Señor de los Milagros.

Buscamos en las lecturas del domingo este Amor infinito del Padre que nos da, el Amor del Hijo que se nos entrega, este Amor que es el Espíritu Santo.

Es la Santa Trinidad que nos envuelve.

Y en este día nos va a pedir de manera especial que nos ayudemos y sirvamos unos a otros como nos enseñó Jesús.

  • Jeremías

Nos presenta un pueblo feliz porque ha sentido la presencia de Dios y el mismo profeta lo invita a gritar: “Gritad de alegría”.

Nos está invitando a recordar cómo los israelitas “se marcharon llorando” pero Dios los hará volver “entre consuelos y los llevará a torrentes de agua”.

Dios quiere ser “un Padre para Israel”.

Los israelitas se marcharon como fruto de su pecado y vuelven arrepentidos y acogidos por la misericordia de Dios.

Buena enseñanza para hoy, cuando tantos católicos se van lejos de Dios, fascinados por un mundo que huye de la luz, pensando que ellos mismos son la luz porque tienen unas pequeñas baterías que pronto los dejarán ciegos.

Que el Señor nos ayude a regresar a Dios, que quiere ser el Padre de todos.

  • Salmo responsorial 125

El salmo canta la alegría de un pueblo que regresa del destierro y recuerda cómo hasta los gentiles los admiraban porque los habían visto llorar desesperadamente, lejos de su templo y su tierra. Pero ahora “hasta los gentiles decían: el Señor ha estado grande con ellos”.

Amigos, oremos a Dios hasta con gritos, pidiéndole que cuanto antes regresen los que se alejaron de la casa paterna y, pasado el espejismo de un hombre sin Dios, “puedan volver cantando, trayendo sus gavillas”.

  • Carta a los hebreos

Esta carta nos presenta a Jesús como sacerdote de Dios.

Es el gran misterio.

Jesús por ser hombre y al mismo tiempo Dios, “tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy”, es también el único “sacerdote eterno” que puede interceder eficazmente.

Él unió la divinidad con la humanidad para siempre y jamás habrá un sacerdote que pueda agradar a Dios como Jesús.

Tengamos presente que solo Jesús es el sumo y eterno sacerdote porque es Él mismo el puente que une la divinidad y la humanidad, a Dios con el hombre.

  • Verso aleluyático

Es un grito de la liturgia que con gozo nos recuerda entre aleluyas:

“Jesucristo destruyó la muerte y sacó a luz la vida por medio del Evangelio”.

Así hablaba Pablo a Timoteo y en él a todos nosotros.

  • Evangelio

San Marcos nos narra la curación del ciego de nacimiento.

El comienzo nos indica la pobreza de los hombres que “regañaban al hombre para que se callara”.

Sin embargo él continúa pidiendo a gritos: “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”

Es fácil imaginar a un ciego que siente que se le escapa la oportunidad de poder ver, con el paso de Jesús.

Esos mismos hombres cuando oyen que Jesús llama al ciego le gritan:

  • “¡Ánimo, levántate que te llama!”

Por su parte Jesús le pregunta:

  • “¿Qué quieres que haga por ti?”

La respuesta es bien simple:

  • “¡Maestro, que pueda ver!”

Este milagro nos enseña cómo Dios, que sabe de antemano lo que necesitamos (“Vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis”), quiere sin embargo que se lo digamos y que lo pidamos  para fomentar nuestra comunicación y amistad con Él.

Eso es en realidad la oración, sobre todo la oración de petición.

Sanado por Jesús, el que fue ciego lo siguió hacia Jerusalén y quizá hasta el Calvario, a donde iba Jesús con toda aquella multitud.

Que el Señor de los Milagros nos permita ver siempre el camino: “Él”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo