Homilía del IV Domingo de Pascua: El Buen Pastor

Perú Católico, líder en noticias.- YO SOY LA PUERTA. No es fácil que alguien diga que él es la puerta. Se nos ocurren tantas palabras: señor, maestro, pastor, jefe, amo… ¿pero puerta?
Jesús mismo se nos ha presentado, como Dios que es, de muchísimas formas:
Yo soy la luz, la verdad, el camino, la vida, el pan de vida, la vid…
Pero, ¿puerta?
Pues sí, amigo. Así se nos presenta en el domingo de hoy como la puerta del aprisco. Si uno no es ladrón, tiene que descubrir la puerta para entrar y eso es lo normal.

Jesús, que se definió como Buen Pastor, ha querido llamarse Puerta por una razón muy simple. Él mismo lo explicó: la salvación nos viene del Padre a través de Jesucristo resucitado. Por eso dice: “quien entre por mí se salvará”.
Nadie puede entrar en el reino del Padre si no es a través de Jesucristo. Lo seguiremos comentando en el Evangelio.

La conversión

La primera lectura es la continuación del libro de los Hechos de los apóstoles que leímos el domingo anterior.
San Pedro “con los once en pie a su lado” anuncia la resurrección.
Valientemente afirma:
“El mismo Jesús a quien vosotros matasteis, colgándolo de una cruz por manos de hombres inicuos, Dios lo resucitó”.
La fuerza que el Espíritu Santo puso en las palabras de Pedro movió el corazón de los oyentes que muy arrepentidos dijeron estas palabras:
“¿Qué tenemos que hacer, hermanos?”
Pedro, aprovechando el momento les gritó: convertíos y sea bautizado cada uno de vosotros en el nombre de Jesús Mesías, para perdón de los pecados y recibiréis el don del Espíritu Santo”.
El fruto del Espíritu fue la conversión y bautismo de unas tres mil personas.
Hoy también necesitamos evangelizar con valentía y decir “a esta generación perversa” la verdad:
Hay pecado. Hace falta conversión. Dios es misericordia para los que se arrepienten.
No es fácil porque el orgullo quiere romper toda relación con Dios y su ley. Que sea la fuerza del Espíritu la que nos ilumine.
San Pedro
Continúa invitándonos en su carta para padecer con Cristo y vivir la conversión. Por eso nos dice “si, obrando el bien, soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios” y así imitamos a Cristo que padeció por nosotros para librarnos del pecado.
Confiando en nuestra conversión sincera para aprovechar la pasión y muerte del Resucitado, termina diciéndonos:
“Andabais descarriados como ovejas pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras vidas”.

Verso aleluyático

Hoy es el domingo del Buen Pastor y en los tres ciclos se habla de Jesús con este título. Sin embargo, nuestro Evangelio va a resaltar que Jesús es la Puerta.
Pero de todas formas este versículo nos enseña que “yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y las mías me conocen a mí”.

El Evangelio

La lectura de hoy contrapone a Jesús con los malos pastores. Estos “no entran por la puerta en el aprisco de las ovejas sino que saltan por otra parte… ese es ladrón y bandido”.
En cambio los buenos pastores entrar por la puerta.
Después de contar la actividad de un buen pastor que cuida sus ovejas Jesús, que también se llama Buen Pastor, afirma:
“Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas… quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir y encontrará pastos”.
La comparación es bellísima. Solo a través de Jesús, como por una puerta, podemos llegar a los brazos del Padre.
Podremos recibir todos los regalos de Dios que son comparados con buenos pastos y agua limpia.
Recordemos que por el bautismo entramos en la Iglesia de Jesús. Y esa Puerta es el mismo Cristo que en el amor del Espíritu Santo nos lleva a los brazos del Padre.

Domingo del Buen Pastor

A este domingo se le llama así. Por eso el salmo responsorial es el conocidísimo salmo 22 en el que ya, desde el Antiguo Testamento, Dios se nos presenta como el Buen Pastor al que invocan los fieles:
“El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce a fuentes tranquilas”.
Tengamos presentes también hoy, con la Iglesia universal, a los buenos pastores que nos ayudan a caminar hacia Dios, empezando por el Papa, siguiendo por nuestro obispo, los sacerdotes… Pidamos por todos ellos, para que sean fieles y no permitan que nadie les robe sus ovejuelas.

José Ignacio Alemany Grau, obispo