Homilía del VII Domingo del Tiempo Ordinario: Tú eres Templo del Espíritu Santo

Dios pide a su pueblo que sea santo para merecer de alguna forma que lo llamen pueblo de Dios. Muchas veces se presenta Dios en la Biblia como “el Santo”.
Por ejemplo el salmo 99 repite varias veces que Dios es santo:
“Reconozcan tu nombre grande y terrible: Él es santo… Postrados ante el estrado de sus pies: Él es santo”
El salmo termina con estas palabras: “Santo es el Señor nuestro Dios”.
Levítico
En esta lectura se nos cuenta que “el Señor habló a Moisés diciendo: serán santos porque yo el Señor, su Dios, soy santo”.
Esta puede ser la meditación central que nos pone la liturgia para este domingo.
Completemos este versículo con otros para enriquecer nuestra reflexión dominical:
*“Sean imitadores de Dios como hijos queridos”, nos dice San Pablo (Ef 5,1).
*San Pedro, en su primera carta, nos cita la lectura de hoy:
“Lo mismo que es santo el que los llamó, sean santos también ustedes en toda su conducta, porque está escrito: serán santos porque yo el Señor soy santo”.
*Esta misma idea nos la da la lectura del Evangelio de hoy que dice, como veremos después: “sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”.
Evidentemente que esta imitación de Dios no significa que tenemos que hacer las obras que dependen de su poder infinito, como es crear de la nada, sino más bien imitar a Dios en las obras de caridad.
Precisamente esta primera lectura nos habla del amor al prójimo, como leemos en el Evangelio: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
¿Quieres ser santo, amigo?
Aprende de Jesús cómo se ama: hasta dar la vida.
¡Hay tantos cristianos que la han dado!
Recordemos el amor del joven salesiano Akash Bashir, pakistaní, que, para evitar que ingresaran al templo un par de terroristas, puso su cuerpo delante de uno de ellos (el que portaba las bombas), haciéndolas explotar para salvar a los fieles que estaban dentro de la parroquia.
Ese joven es un santo de la caridad y su pueblo ha pedido que lo canonicen como mártir.
Salmo
El salmo (102) viene muy bien después del año de la misericordia. En él leemos una de las características más importantes de Dios:
“El Señor es compasivo y misericordioso”.
Medítalo y fíjate en este detalle:
“Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles”.
San Pablo a los corintios
El apóstol nos habla de santidad al enseñar que el bautizado es un templo de Dios y que el Espíritu Santo moral en él.
Te invito a pensar: cuerpo y alma están consagrados a Dios desde el bautismo.
El alma no muere. El cuerpo queda como “un resto” (restos mortales, solemos decir) y precisamente porque el cuerpo fue ungido y santificado por los sacramentos, especialmente por el santo crisma y sobre todo por la Eucaristía, la Iglesia pide que sea enterrado en un cementerio, o si se incinera, se guarden las cenizas en los lugares sagrados para recordarlos y rezar por ellos.
La Iglesia no acepta que se guarden las cenizas de los seres queridos en la propia casa o se echen al campo o al mar.
De todas formas recuerda que la Iglesia legisla para los católicos y esto porque ella misma consagró sus cuerpos a Dios.
San Pablo nos habla también hoy de la sabiduría de Dios, muy distinta de la sabiduría de los hombres.
Y advierte que la sabiduría del mundo es necedad, pero la sabiduría de Dios nos salva y además nos enseña que todo es nuestro:
Los maestros en la fe, “el mundo, la vida, la muerte, lo presente y lo futuro: todo es de ustedes, ustedes de Cristo y Cristo de Dios”.
Verso aleluyático
Nos enseña una forma de crecer en santidad que consiste en “guardar la Palabra de Cristo”. Se guarda lo que se ama… y el amor verdadero es la plenitud de la perfección.
Evangelio
En el Evangelio descubrimos claramente dos partes.
La primera completa lo que leímos en la segunda parte de la lectura del Levítico que hemos hecho hoy. En ella se nos habla de cómo debemos tratar a quien nos ha ofendido, y no hacer caso a los criterios humanos, como son:
“Ojo por ojo, diente por diente”… “No hagas frente al que te agravia”.
En la segunda parte del Evangelio se nos habla de la santidad de Dios que debemos imitar:
“Sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”.
Aquí encontramos cómo debe ser nuestra imitación de Dios: no hacer distinción y querer a todos según el ejemplo del Padre Dios que envía la lluvia y el sol para justos y pecadores, buenos y malos.
Amigo, no te extrañes. Cuando uno ama de verdad a otro le exige mucho y eso ha hecho Dios con nosotros porque nos ama de verdad: “sean santos porque yo soy santo”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo