Debemos admirar en la naturaleza la obra de Dios y aprender a cuidarla, que es la mejor forma de cuidarnos nosotros mismos.

Hoy la liturgia nos habla de distintas maneras de la creación.

  1. Isaías

Qué hermoso es observar la naturaleza:

Llueve y luego el agua se evapora. Parece tiempo perdido. Después vuelve a llover y a evaporarse. Pero qué maravilla:

“Como baja la lluvia y la nieve del cielo y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar para que dé semilla… y pan…”.

Un viaje fecundo.

Es el profeta el que hace la aplicación:

La Palabra de Dios llega hasta nosotros y no vuelve vacía. La tierra siempre es dócil, pero la humanidad puede o no acoger la Palabra desde su libertad.

Sin embargo ahí queda una responsabilidad: si se acoge, la Palabra es fecunda. Si no, nuestra esterilidad nos hará responsables ante el Señor.

  • Salmo 64

Es un bellísimo salmo que recoge la obra magnífica del Creador sobre la naturaleza porque es Dios quien cuida la tierra, la riega y la enriquece de mieses y llena nuestros graneros:

“Tú cuidas de la tierra, la riegas y la enriqueces sin medida… Igualas los terrones, tu llovizna los deja mullidos… Tus carriles rezuman abundancia… Las praderas se cubren de rebaños y los valles se visten de mieses que aclaman y cantan”.

  • San Pablo

Nos habla de la responsabilidad del hombre que impide a la tierra desarrollar su ciclo natural:

Los pecados extorsionan a la naturaleza, como hemos contemplado de una manera muy especial en los efectos de la contaminación ambiental, y sobre la misma naturaleza humana.

Ahora la naturaleza espera que el hombre vuelva a ser dueño de sus pasiones y así poder gozar con él de la verdadera libertad:

“Vemos que la creación entera está gimiendo toda ella con dolores de parto”.

La naturaleza, de la que el hombre forma parte, espera “verse libre de la esclavitud de la corrupción para entrar en la libertad gloriosa de los hijos de Dios”.

Nuestro cuerpo, parte de la naturaleza, espera con ansias el triunfo del Espíritu que habita en nosotros.

  • Versículo aleluyático

Este versículo nos da la clave para entender el Evangelio de hoy:

“La semilla es la Palabra de Dios, el sembrador es Cristo; quien lo encuentra vive para siempre”.

  • Evangelio

Jesús aclara a los apóstoles en particular lo que enseña a la multitud, ya que van a ser ellos los maestros que Él dejará después de su Ascensión para construir el Reino.

Un buen día Jesús quiere enseñar y la multitud se lo hace difícil.

Se sube a una barca, se sienta como Maestro y la gente escucha de pie a orillas del lago.

Comienza a enseñar.

Toma la enseñanza de la naturaleza y del trabajo del hombre para que todos entiendan:

El sembrador siembra con generosidad…  y la semilla se esparce por caminos, pedregales, zarzas y tierra buena.

Creo que la gente comprendió mejor que los apóstoles porque para ellos era una tarea diaria, en cambio los apóstoles eran casi todos pescadores y piden explicaciones a Jesús.

Para nosotros dos conclusiones prácticas:

La primera, acoger la Palabra para que no se pierda sino que fructifique.

La segunda, sembrar y hacerlo con confianza.

Dios nos manda sembrar.

El cosechar normalmente tocará a otros.

José Ignacio Alemany Grau, obispo