¿Por qué decimos que la Virgen María es verdaderamente Madre de Dios?

María, que es verdadera Madre de Jesús, es verdadera Madre de Dios, porque Cristo, nuestro Redentor, es al mismo tiempo Verdadero Dios y Verdadero Hombre.

Este es el misterio principal y central de la vida de Santa María, del cual derivan y se fundamentan todos sus privilegios y todas sus perfecciones.

Al decir que María es Madre de Dios se afirman dos verdades:

1) María es verdadera Madre;

2) María es verdadera Madre de Dios.

MARIA ES VERDADERA MADRE

Decir que María es verdadera Madre, significa que Ella contribuyó a la formación de la naturaleza humana de Cristo, del mismo modo que todas las madres contribuyen a la formación del fruto de sus entrañas. María es verdadera Madre porque Jesús es verdadero Hombre.

Jesús en cuanto hombre, toma su cuerpo de María Santísima en el tiempo, y a sí lo ha expresado la fe de la Iglesia, recogida en el número 16 del Catecismo de San Pío X: “El Hijo de Dios se hizo hombre tomando, en la purísimas entrañas de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, un cuerpo como el nuestro y un alma como la nuestra”.

MARIA ES VERDADERA MADRE DE DIOS

Decir que María es verdadera Madre de Dios significa que Ella concibió y dio a luz a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Verbo, aunque no en  cuanto a la naturaleza divina, sino en cuanto a la naturaleza humana que había asumido.

La enseñanza de la Iglesia es unánime e ininterrumpida sobre este punto fundamental del dogma católico.

En todos los Símbolos se afirma que Jesucristo nació de María Virgen: En el Credo confesamos nuestra fe diciendo: Jesucristo, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del Cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María Vírgen, y se hizo hombre (Credo Niceno-Constantinopolitano).

El Concilio de Éfeso, en el año 431, definió solemnemente que “Si alguno no confesare que el Emmanuel (Cristo) es verdaderamente Dios, y que por tanto, la Santísima Virgen es Madre de Dios, porque parió según la carne al Verbo de Dios hecho carne, sea anatema” (Dz. 113).

Los siguientes Concilios repitieron y confirmaron esta doctrina: Concilio de Calcedonia, Concilio II de Constantinopla, Concilio III de Constantinopla, etc.

Es conveniente aclarar que la expresión Madre de Dios no aparece, como tal, en las Escrituras, pero sí sus equivalentes: Madre de Cristo, Madre de Jesús, Madre del Señor (Mateo 1,18; Juan 19,25; Lucas 1,43).

En el Antiguo Testamento aparece María como la mujer que será la Madre del Redentor, el Mesías prometido, en dos textos principalmente:

1) Cuando Dios habla en el paraíso a la serpiente tentadora: Génesis 3,15, texto que se conoce con el nombre de protoevangelio: “Establezco enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y su descendencia, Él te aplastará la cabeza, y tú le acecharás su calcañar”;

2) Cuando Dios recuerda la promesa del Redentor en Isaías 7,14: “El Señor mismo os dará por eso una señal: He aquí que una Virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y será llamado Emmanuel”.

En el Nuevo Testamento aparece María como la mujer que concibe, da a luz y es Madre de Jesús.

Llegada “la plenitud de los tiempos” (Gálatas 4,4) tiene lugar el cumplimiento de las profecías y se afirma su verdadera y propia maternidad:

Lucas 1,31 ss: “He aquí que concebirás en tu seno y parirás un hijo, a quien darás por nombre Jesús”.

Lucas 1,35: “…lo que nacerá de tí será santo y será llamado Hijo de Dios”.

Gálatas 4,4:”…envió Dios a su Hijo, nacido de mujer”.

Romanos 9,5:” Cristo, que es Dios, procede según la carne…”.

De los textos de la Sagrada Escritura se desprende claramente  que si uno y el mismo es el que fue engendrado por el Padre desde toda la eternidad y, en el tiempo, fue engendrado por la Virgen Madre, resulta que si ése es el Verbo de Dios, María es la Madre de Dios.

Los Santos Padres durante los tres primeros siglos afirmaron la realidad, o el hecho, de la verdadera maternidad de María. Así, por ejemplo:

San Ireneo: “Este Cristo, que como Logos del Padre estaba con el Padre…fue dado a luz por una Virgen”.

San Hipólito: “El Verbo descendió del cielo a la Santísima Virgen para que, encarnado en Ella y hecho hombre en todo menos en el pecado, salvara a Adán, que había perecido”.

A partir del siglo IV, después de la definición Conciliar, emplean ya el término griego teotókos (Madre de Dios), por ejemplo:

San Atanasio: “Por nosotros, tomada carne de la Virgen María, Madre de Dios, hízose hombre”.

San Gregorio Nacianceno: “Si alguno no reconoce a Santa María como Madre de Dios, es que se halla separado de Dios”.

San Bernardo escribe: “El único nacimiento digno de Dios era el procedente de la Virgen; asimismo, la dignidad de la Virgen demandaba que quien naciere de Ella no fuere otro que el mismo Dios. Por esto el Hacedor del hombre, al hacerse Hombre, naciendo de la raza humana, tuvo que elegir, mejor dicho, que formar para sí, entre todas, una madre tal cual Él sabía que había de serle conveniente y agradable” (Homilía sobre la Virgen María).

LAS RAZONES TEOLOGICAS

1) Se dice que una mujer es madre de alguien cuando ha sido por ella concebido y engendrado. La mujer es madre de la persona, la cual es el término resultante de la concepción. La persona es el sujeto a quien compete la generación y el nacimiento. Nunca se dice que la naturaleza humana es engendrada o nacida, sino el hombre, ni jamás se dice que la mujer es madre de alguna naturaleza, sino madre de tal o cual persona.

Lo que es engendrado y nacido de María Virgen es el Verbo de Dios en la naturaleza humana. Ella concibe y da a luz a la Persona del Hijo de Dios, que asume la naturaleza humana, y por tanto, es Dios y es Hombre. El término de la concepción no es una naturaleza humana abstracta, sino una persona concreta. En este caso no se trata de una persona humana, porque Cristo no subsiste por una sustancia creada, sino increada, luego la Persona es divina; como María es la Madre de la Persona, luego María es la Madre de Dios.

2) Santo Tomás de Aquino lo explica del siguiente modo:  “María, por su divina maternidad, tiene una relación real con el Verbo de Dios hecho carne; esta relación se termina en la Persona increada del Verbo encarnado, pues Ella es la Madre de Jesús, que es Dios. La maternidad de María no se termina en la humanidad de Jesús, sino en la Persona misma de Jesús: es Él, y no su humanidad, quien es el Hijo de María”.

Cristo, en virtud de la unión hipostática, es una sola Persona divina que subsiste en la naturaleza divina increada y en la naturaleza humana creada que es asumida.

LA PIEDAD MARIANA

La piedad del pueblo cristiano en su veneración a María, Madre de Dios, se ha plasmado en multitud de maneras; ofrecemos aquí tres valiosos testimonios:

1) La Antífona de la Antigua Misa de la Maternidad de María dice:

“Dichosa eres, Virgen María,
Tú que has llevado al Creador
de todas las cosas”.

2) El Himno Alma Redemptoris Mater:

“Salve, Madre soberana del Redentor,
puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar;
socorre al pueblo que sucumbe y
lucha por levantarse,
Tú que para asombro de la naturaleza
has dado el ser humano a tu Creador.
Virgen antes y después del parto, que
recibiste aquel saludo de la boca de Gabriel,
ten piedad de nosotros”.

3) La más antigua de las oraciones marianas: Sub tuum praesidium.

“Bajo tu amparo nos acogemos
Santa Madre de Dios;
no desprecies las súplicas que te dirigimos
en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todos los peligros.
Virgen gloriosa y bendita”.