Cada año celebramos la Navidad, lo curioso es que el contenido de lo celebrado suele ser diferente según sea quien lo celebre. Hay una especie de pugna latente sobre el contenido de la fiesta, existen dos navidades paralelas, la pagana y la religiosa, cada cual busca “ser la auténtica”, o “por ser la adecuada forma de celebrar”, aunque finalmente, entre esos dos polos, o tomando algunos elementos de cada uno de ellos, se sitúan la mayor parte de las personas.

El significado y contenido de la Navidad cristiana es sencillo y a la vez sublime: Dios se hace hombre e irrumpe en la historia en forma de un Niño indefenso. El Absoluto, el Omnipotente, el Eterno se hace concreto, tangible, frágil. Es a la par descabellado y bello, una verdad pasmosa y consoladora, un hecho que de ser real, es único en la historia y por ello merita celebración y alegría: Dios se ha hecho uno de nosotros, ha entrado en la historia de la humanidad, colma así de esperanza el camino humano.

La Navidad pagana es más variopinta y difuminada en sus contornos. Puede describirse como la fiesta del consumismo por excelencia. En efecto, la actividad comercial alcanza su ápice en torno a la Navidad, de forma que, paradójicamente, recordamos el nacimiento de un Niño pobre en un establo con una euforia consumista. Es decir, el mensaje transmitido es contrario a su origen. Ahora bien, esa fiebre comercial podría ser simplemente inocua, cuando no ciega a las necesidades de los desposeídos, especialmente cuando se traduce en gastos exorbitantes. Pero pasa a ser el preámbulo de otra Navidad, en este caso pagana, que busca eliminar cualquier referencia religiosa o trascendente a su origen y al contenido de la celebración, por considerarla incómoda. En este sentido la Navidad pagana es más congruente con la Navidad consumista y antagónica respecto de la religiosa.

El consumo no tendría por qué ser opuesto a la religión; de hecho puede hacer de ella también objeto de intercambio comercial. Pero a ese consumismo se le ha inoculado un contenido pagano, para reinventar la fiesta, de forma que se cauterice cualquier remordimiento por los excesivos y desproporcionados gastos, o por la forma de celebrar. ¿Cómo se manifiesta esta deconstrucción navideña? En primer lugar eliminando cualquier referencia al motivo religioso que la origina, diríamos que el evento protagonizado por Jesús, María y José es relegado al olvido, tomando el relevo una exitosa campaña de Coca Cola: un señor gordo vestido de rojo y blanco, con renos y trineo que reparte regalos.

Hago notar que no es solo desplazar unos motivos religiosos por otros de índole diversa, sino de eliminar sistemáticamente los religiosos sustituyéndolos por contenidos contradictorios al mensaje religioso. Por ejemplo, ¡qué difícil resulta encontrar ahora una tarjeta navideña con motivos religiosos! Todo son renos, copos de nieve, estrellas, y eso aunque uno viva en el hemisferio sur y sea verano, o en una zona tropical donde jamás se ha visto un reno. Es frecuente también encontrar propaganda de celebraciones “navideñas” con contenido inmoral, por ejemplo la navidad del Night Club donde habrá “anfitrionas navideñas” que a la poquísima ropa, añaden, eso sí, el gorro característico de Santa.

En realidad, según una hipótesis más o menos generalizada, se trataría de una reivindicación  o de una revancha del paganismo. De hecho no tenemos certeza de cuando nació Jesucristo, y una de las hipótesis sobre el origen de la celebración navideña es que buscaba cristianizar una fiesta pagana, la fiesta de Mitra, muy en boga en los primeros siglos del cristianismo, que coincidía con el momento a partir del cual comenzaba a alargarse el día. Es decir una fiesta del sol. Ahora, a la inversa, de lo que se trataría es de repaganizar la fiesta, considerando incómoda cualquier referencia religiosa, de forma que se recluya al silencio y al olvido. ¿Algún punto de sutura entre ambas navidades? Parece que en ambas existe un contenido fuertemente familiar (si bien en una centrada en los regalos, mientras que la otra en un Misterio de contenido grandioso). Junto con ello se observa una fuerte vivencia solidaria; por lo menos una vez al año descubrimos que quisiéramos ser buenos y poder hacer algo, pequeño pero simbólico, por los demás. En estos dos contenidos ambas “navidades” pueden ir de la mano.

P. Mario Arroyo

Doctor en Filosofía