El emblemático templo de la Encarnación, el primer monasterio femenino de América del Sur, acogió el homenaje de los limeños en la víspera de la Inmaculada. Las canciones de las Madres Agustinas nos supieron a gloria y nos metieron de lleno en esta celebración entrañable a la Llena de Gracia:Mi alma canta al Señor, la grandeza de Su Amor; Hágase en mí, cuanto quieras, como quieras, donde quieras. Aquí estoy para vivir tu Palabra; Magnificat; magníficat, magníficat anima mea Dominum; Emmanuel, Emmanuel, su Nombre es Emmanuel; Con nosotros Dios, en nosotros El, su Nombre es Emmanuel; Junto a Ti María como un niño quiero estar; Exulta, Hija de Sión, canta y alégrate

Con el lema ¡María, Madre de Misericordia! por encontrarnos en la víspera del comienzo del año jubilar de la Misericordia, fuimos desgranando las avemarías del Rosario, acompañadas de los testimonios de los militantes de Santa María que comentaron los misterios y los enriquecieron con su acción de gracias, su apostolado en la vida familiar, profesional, pública, en el día a día.

Llenos de gozo y entusiasmo fueron acercándose a los confesionarios, fuimos uniéndonos en el mismo cántico que nuestra Madre cantó en el Magníficat. Así lo destacó el P. Carlos Rosell, rector de la Facultad de Teología, celebrante, quien nos invitó a vivir el canto nuevo de María, la Madre de Dios, por ello, Inmaculada, Virgen, Asunta. De igual manera, en la alocución del laico que nos estimuló a ser coherentes como el P. Kolbe, el loco de la Inmaculada, y sus émulos en el Perú, los nuevos beatos, mártires de Chimbote, viviendo los postulados del reciente Sínodo Arquidiocesano y aprovechando el nuevo Año de la Misericordia.

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