¡OREMOS! Fallece primera religiosa en América Latina de 33 años por coronavirus

Perú Católico, líder en noticias.- La hermana Johana Rivera Ramos era simpática y misionera, le proponía a todo el mundo encontrarse con Jesús, que fue el gran acierto de su vida.

“Gracias Johana: ¡te queremos, Johana, te queremos! Ruega a Dios por nosotros que continuamos en este ´valle de lágrimas´”.

Con este sentido adiós despidió el arzobispo de Cartagena, monseñor Jorge Jiménez a Johana Rivera, hermana Franciscana de la Inmaculada, fallecida el pasado viernes 27 de marzo (notificado por las autoridades el día 29 a la comunidad) en esa ciudad, al norte de Colombia.

De 33 años, la hermana Johana se convirtió en la primera religiosa latinoamericana víctima mortal del virus que amenaza al mundo y el paciente más joven de su país en fallecer. Había nacido en San Martín de Loba, un municipio al sur de Cartagena, en una familia humilde y muy católica, integrada actualmente por su mamá y sus tres hermanas, después de que su padre y un hermano fallecieran.

“Seguramente están sufriendo mucho en la despedida de su hija y hermana. ¡Ánimo! Su hija cumplió y ya el Señor la tiene coronada en el cielo”, dice en un cálido mensaje proporcionado a Aleteia de monseñor Jiménez.

Hizo sus votos en el Cielo

La franciscana –muy vinculada a la Arquidiócesis de la ciudad, donde colaboró con la Pastoral Juvenil y la Pastoral Familiar– estudió Derecho en la Universidad Popular del Cesar y Teología en el Seminario Provincial San Carlos Borromeo y en 2010 ingresó a la Comunidad de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada.

Sus primeros votos los hizo en la Parroquia de San Nicolás de la Roca, del barrio El Socorro, en enero de 2015; vivió dos años en Perú y la semana pasada, el 25 de marzo, debía realizar la profesión perpetua pero los planes del Señor eran diferentes, ella estaba hospitalizada hacía algunos días y realizó sus votos en el Cielo. “Pudo hacer su Profesión Perpetua en un lugar increíble: el cielo. Y su profesión la recibió directamente Papa Dios”, asegura con alegría monseñor Jiménez.

La hermana Johana coordinaba la Misión Permanente de la Parroquia de la Divina Providencia, donde ayudaba al padre José Yenid Perdomo con las pequeñas comunidades.

Soraya Abuchar, vecina de la parroquia, la recuerda como una mujer “vital, alegre, dinámica y con mucha energía, pero también muy silenciosa en medio de la hermosa labor que realizaba, ella daba todo lo que recibía. Oramos mucho, hicimos vigilias, cada familia desde su casa y ahora sabemos que goza de la presencia de Dios”.

Junto a las religiosas españolas María José Alamar y Chelo Vilaplana integraba la comunidad en Cartagena y ellas hoy lamentan su pérdida pero tienen la certeza que partió a la Casa del Padre. Las tres se encargaban de manejar una panadería que les permite sostener una obra en el cercano municipio de Arjona, donde dan alimentación y evangelizan decenas de niños, que extrañarán a la simpática monja que tanto los quiso y que hizo de su vida un verdadero testimonio que seguramente impulsará muchas vocaciones.

Su muerte la lamentan muchos más en Cartagena y en su pueblo natal. Las autoridades, los vecinos, los niños, los jóvenes, las familias que vieron en ella un gran testimonio de vida. Lamentan que el asma del que sufría haya complicado el virus adquirido por esta joven mujer.

“Siempre fue positiva. A Dios cuando la llamó le dijo ‘sí’. Por eso su vida siempre fue un sí. Sí a la vida. Sí al servicio. Sí a los jóvenes. Siempre fue un sí… Ella siempre fue sí a todo lo que Dios nuestro Padre le pidió. Toda su vida fue positiva. Y por eso, que las autoridades sanitarias nos digan que salió positiva en sus exámenes, de por sí no nos extraña; su final un gran testimonio”.

Así, con emoción y agradecimiento despidió monseñor Jorge Jiménez a la carismática religiosa colombiana que se suma a la lista de quienes han perdido la vida en esta crisis sanitaria que afecta a toda la humanidad. Aleteia.