Es la mañana del martes 26. Dos terroristas musulmanes degüellan al sacerdote Jacques Hamel de 86 años, en una iglesia de Normandía, al norte de París, mientras celebraba Misa. Tomaron rehenes a los cinco presentes. Arrodillaron al padre y filmaron mientras lo pasaban a cuchillo. Finalmente, fueron abatidos por la policía. Hasta aquí, la sucinta narración de un hecho tan real como increíble, tan horroroso como cobarde, tan doloroso como cruel. Altísima cota de miseria moral. Como único consuelo, un mártir más en el cielo.

Europa sigue camino del abismo. En los últimos 13 días, Francia y Alemania han sufrido 6 ataques terroristas. El jueves 14, un tunecino embistió con un camión a cientos de personas en Niza, matando a 84. El 22, un alemán-iraní reunió a sus víctimas en un centro comercial -urdida la trampa a través de Facebook- y acribilló a 9, casi todos menores de edad. También en Alemania, en Reutlingen, un sirio mató a una mujer con un machete el 24 de julio.

Europa -aún no tanto EE.UU.- cosecha el terror que sembró. El ISIS irrumpió a mediados de 2014, adueñándose de gran parte de Siria e Irak. Durante meses hemos sido testigos de sus barbaridades en esas tierras, especialmente con los cristianos. Recuerdo el profético anuncio de Emil Shimoun, arzobispo de Mosul (Irak), en diciembre de ese año, clamando ayuda para su pueblo y advirtiendo: “Nuestro sufrimiento es un preludio del que vosotros, cristianos europeos y occidentales, sufriréis en un futuro inmediato. Por favor, tenéis que entendernos. Vuestros principios liberales y democráticos no tienen ningún valor aquí. De nuevo, debéis considerar la realidad de Oriente Medio, pues estáis dando la bienvenida a un número creciente de musulmanes. También vosotros estáis en peligro. Debéis tomar decisiones valientes y duras, (…). Creéis que todos los hombres son iguales, pero no es cierto: el Islam no dice que todos los hombres sean iguales. (…) Si no entendéis esto, pronto seréis víctimas de un enemigo al que habéis dado la bienvenida en vuestra casa”.

El Islam no es una religión de paz, aunque muchos lo sigan repitiendo. Quizá ni siquiera sea una religión. El ayatola Jomeini dijo hace años que “por cada versículo que encuentren en el Corán hablando de paz, yo les mostraré cien que hablan de guerra”. Los “cruzados” (cristianos) y -en general- todo infiel (no musulmán) son enemigos. La historia lo atestigua. No conocen la libertad, sobre todo la religiosa. Curiosamente, atacan “cruzados” europeos que ya no son cristianos y que tampoco respetan la libertad religiosa. Los valores conquistados por los europeos en la Revolución Francesa (sus dogmas) les están pasando factura. El multiculturalismo, con sus esfuerzos de integración; el laicismo “democrático y libertario”; el respeto a todas las religiones (menos a la cristiana, de la que se avergüenzan); la creación de falsos derechos humanos; etc. Así, llegan hasta exculpar a los culpables. Termino con un dato irónico. Para no herir la sensibilidad de los musulmanes, quitaron los crucifijos en las escuelas europeas. Ahora, en fina reciprocidad, los matan en su propia tierra.

                                                                                              Edwin Heredia Rojas