Francisco Solano  nació en 1549, en Montilla, Andalucía, España. Aunque hizo sus estudios de cultura general con los jesuitas, decidió ingresar a la orden de los franciscanos porque le atraía mucho la vida de pobreza de los clérigos de dicha congregación.

Cuando estuvo en Andalucía Francisco Solano se contagió  de la peste. Pensó  que iba a morir, pero inesperadamente quedó curado.  Entonces, concluyó que Dios lo tenía para obras apostólicas todavía más difíciles.

Y así resultó, pue poco después los franciscanos enviaron misioneros a Sudamérica. Francisco fue el elegido para la misión de extender la religión católica en tierras sudamericanas el cual recorrió  durante 20 años predicando especialmente a los indios.

Durante ese tiempo, hizo un viaje muy largo a pie, viviendo incontables peligros y sufrimientos, pero evangelizando y bautizando,  desde Lima hasta Argentina, pasando por las pampas y el chaco Paraguayo y Uruguay. Más de 3,000 kilómetros y sin comodidad. Sólo confiando en Dios y motivado por el deseo de salvar almas.

El Padre Solano tenía una hermosa voz y sabía tocar muy bien el violín y la guitarra. Y en los sitios que visitaba divertía alegremente a sus oyentes con sus joviales canciones.

Murió en su habitación el 14 de julio de 1610. Se dice que ese día la gente pudo ver una rara iluminación que brotaba de su dormitorio. Se le denominó “el taumaturgo del nuevo mundo”, por la cantidad de prodigios y milagros que se le atribuyen en Sudamérica. Francisco Solano fue canonizado en 1726 por el Papa Benedicto XIII.