Nuestra misión no está limitada en el orden espiritual, también atendemos en el aspecto social en la medida de nuestras posibilidades, porque no podemos decir: “Idos en paz calentaos y hartaos, pero no les dais lo necesario para el cuerpo, ¿de qué sirve?” (Sant. 2, 16)

Llevados de esta realidad, la caridad de Cristo nos apremia para socorrer al pobre, al indigente. Por eso atendemos comedores infantiles, como enfermeras aliviamos el dolor corporal del que sufre. Acompañamos muy de cerca en las dificultades y pruebas de cada familia. Damos cursos de educación familiar, fomentando en los jóvenes nuestros ideales de vida, cuánto deseamos que nuestros jóvenes no sean un “hachero más” de esta triste historia, sino que sepan buscar nuevos horizontes tratando de superarse.

Hace poco, hablando con un padre de seis hijos en su campo de trabajo, nos contaba todo el sacrificio que pasan y decía: “Mis abuelos han trabajado en este obraje, mi padre lo mismo, yo también, pero tanto le ruego a Dios que mis hijos sean otra cosa, ellos tienen que estudiar, salir de este monte para que su historia sea distinta”, nosotras por nuestra parte felicitamos esta forma de pensar y los animamos a poner todos sus esfuerzos para que esto se haga realidad. A nuestros jóvenes la falta de recursos les trunca, muchas veces, la posibilidad de plantearse nuevos ideales de vida, ya que se ven imposibilitados de realizarse proyectándose hacia un futuro mejor.

A nuestro fundador le debemos una profunda “gratitud”, ya que con su vida, predicación y escritos, trató de modelar nuestras almas, despertando una ardiente pasión por la santa Iglesia, a la que amaba tanto. El mismo decía: “Mi pasión es la Iglesia”. Nos demostró con su vida y misión este encendido amor filial que guardó a su amada esposa, la Iglesia, su misma congregación tiene su origen en este amor. El, como “buen pastor”, trabajó incansablemente por su prelatura de Caravelí, Perú, tenía una convicción muy real al decir que “cada alma vale toda la sangre redentora de Cristo Jesús” y conforme a ello obró, por eso lo vimos dando la vida en sus infatigables misiones, desde muy joven como sacerdote, y más tarde, como obispo.

El programa de su vida está cifrado simplemente en dos palabras: “Verbo y Víctima” (lema de su escudo), sus manuales. Biblia y Cruz. En dichas palabras está contenida toda la espiritualidad de su congregación, como fruto de un verdadero seguimiento a Jesús Verbo, Palabra eterna del Padre y a Jesús, Víctima de los pecadores.