XXIV Domingo del tiempo ordinario: “El siervo del Señor”

Hasta hace poco solíamos decir y cantar al “siervo de Yahvé”.
Últimamente, y sobre todo después del Papa Benedicto, por respeto a los judíos, en la Iglesia Católica en lugar de la palabra Yahvé decimos Señor.

¿Y quién es este “siervo del Señor”?

Se trata de una figura bíblica simbólica resaltada sobre todo por el profeta Isaías.
En ocasiones se refiere a una persona, en otras a una colectividad, de ahí que a veces se aplique al pueblo de Israel y otras a un grupo de justos.

Al ver la coincidencia profética entre las acciones de Jesús y las del siervo del Señor, este nombre se aplica a Jesucristo.
Es el segundo Isaías quien nos ofrece cuatro distintos “cantos del siervo del Señor” que son parte de los capítulos 42, 49, 50 y 52.
En ellos se habla largamente de este siervo.

El párrafo de hoy pertenece al tercer canto. Nos habla de los malos tratos que le dan:
“Ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos…”
El siervo se somete a esas humillaciones porque está seguro de que “el Señor me ayuda, ¿quién me condenará?”
La Iglesia ha entendido que en estas imágenes está la realidad vivida por Jesús, sobre todo en su pasión y muerte.
Sobre esto nos hablará en el Evangelio de hoy el mismo Jesús.

El Salmo (114) nos habla precisamente de este siervo que confía en el Señor:
“Amo al Señor porque escucha mi voz suplicante, porque inclina su oído hacia mí, el día que lo invoco”.
Describe cómo lo atacan y se siente desfallecer: “Me envolvían redes de muerte, me alcanzaron los lazos del abismo, caí en tristeza y en angustia”. A pesar de eso el siervo reconoce que “invoqué el nombre del Señor: ¡Señor, salva mi vida!”
Y después de recordarnos que el Señor es benigno con todos y que cuida sobre todo a los sencillos, se goza al decirnos: “estando yo sin fuerzas me salvó”.

Santiago nos advierte que una fe que no va acompañada de las obras es una fe falsa, muerta.
Esto pasa con la fe: “si no tiene obras, por si sola está muerta”.
Una fe vacía, sin obras como las que pide Jesús de manera especial al hablarnos del juicio final, no puede ser auténtica porque no actúa.
Algunos quieren enfrentar a Santiago con San Pablo con respecto a este tema. Pero Pablo en Gálatas (3,1-14) se refiere a una situación diferente ya que contrapone las obras de la ley del Antiguo Testamento, con la fe de la gracia del Nuevo.
Como la ley antigua termina con la nueva alianza, es claro que Pablo afirme que las obras de la ley han terminado.
Lo importante es la fe y la gracia de Dios.

En el verso aleluyático Pablo nos deja un eco del Evangelio de hoy cuando Jesús habla de la cruz que deben cargar los que lo siguen:
“Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz del Señor, en la cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo”.
El Evangelio de Marcos tiene muchas enseñanzas:
* La confesión de Pedro: Jesús pregunta “¿quién dice la gente que soy yo?”. Ante las distintas respuestas de sus compañeros, Pedro afirma: “Tú eres el Mesías”.
* Jesús les revela su doloroso futuro que terminará con la resurrección.
Es lo que en el canto del siervo de Yahvé se había predicho.
* Marcos resalta que Jesús “se lo explicaba con toda claridad”:
“El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos… ser ejecutado y resucitar a los tres días”.
* La reacción de Pedro: “se llevó a parte a Jesús y se puso a increparlo” (¡a veces Pedro se pasaba!)
* Por eso Jesús “se volvió y, de cara a los discípulos, increpó a Pedro: ¡quítate de mi vista satanás! ¡Tú piensas como los hombres no como Dios!”
* “Después llamó a la gente y a sus discípulos y les dijo: el que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Mirad, el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio la salvará”.
De esta manera Jesús invita a quien quiera seguirle de verdad, que le imite aceptando su cruz y siguiendo el camino que Él llevó.
Amigo, recuerda que en la cruz de cada día, llevada con Jesús, encontrarás la salvación.
Esta es la enseñanza de la liturgia al hablarnos hoy del siervo del Señor.

José Ignacio Alemany Grau, obispo