138. Juan Espinosa de los Monteros Lanza, el soldado ilustrado que escribió el Diccionario Republicano (1804- 1871)

Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Aunque nació en Uruguay y sus padres fueron españoles, los mejores momentos de su vida y hasta su misma muerte serán en el Perú, por lo que podemos considerar entre los protagonistas que forjaron la independencia y las bases de la República.

Nació en Montevideo, virreinato del Rio de la Plata el 24 de junio de 1804. Fueron sus padres los españoles José Antonio Espinosa de los Monteros y Vargas Machuca y doña María Lanza. En 1807 la familia Espinosa Lanza se trasladó hacia Buenos Aires y, tras la revolución de Mayo de 1810, José Espinosa fue obligado a salir de Buenos Aires por su fidelismo y lealtad al rey Fernando VII. 

El ambiente que se respiraba en Buenos Aires tras el 25 de Mayo, las profusas alusiones a la libertad,  a la paz y abundancia, así como los ajetreos y marchas de tropas, marcaron la niñez del futuro “Soldado de los Andes”. En 1816, con solo 12 años, participa en las tropas patriotas de José de San Martín, partiendo con destino a Mendoza y tramontando los Andes con el disciplinado ejército libertador. Casi un niño, grabará a fuego los horrores de la guerra, cuyas terribles consecuencias padece el pueblo, especialmente indígena. Romántico por naturaleza, valiente y decidido, combate por el amor a la libertad y el deseo de ver libres y felices a sus hermanos americanos, en los campos de Chacabuco (1817) y Maipú (1818) en Chile. Luego, se embarcaría con el ejército de los Andes con destino al Perú. Desembarcaría en las costas peruanas de Pisco el 8 de setiembre de 1820, primer día de la libertad del Perú, como subteniente del batallón N° 8. Con parte de ese batallón sería destacado de Huacho hacia Trujillo, con el objeto de asegurar la independencia que el 29 de diciembre había proclamado el marqués de Torre Tagle en ese departamento.

De Trujillo partió como teniente primero a la campaña para libertar Quito, combatiendo en los campos de Riobamba, al pie del Chimborazo y en la elevada cumbre de Pichincha (24 de mayo de 1822). Después de esta batalla fue recomendado y nombrado capitán del ejército colombiano por Sucre.

Al volver al Perú y con su compañía acantonó en la Magdalena. Ante las facciones de la naciente república y el enfrentamiento entre Riva-Agüero y Torre Tagle, opta por irse a la división de Colombia que se encontraba en Miraflores, a órdenes del general Paz del Castillo. De este modo, en 1823 participó en la campaña de Intermedios y en 1824 tendría la gloria de combatir en los campos de Junín y Ayacucho. Partiría, luego, hacia el Alto Perú, haciendo la campaña que libertó a la futura Bolivia (1825).

Concluida la guerra de independencia se retiró del ejército, sin pedir nada a cambio, con el grado de teniente coronel, embarcándose en Arica con destino a Chile el 30 de enero de 1826. Parece que tenía la intención de llegar a Buenos Aires, para reunirse con su familia. Sin embargo, la escasez de dinero, porque la modesta retribución que había percibido la repartía entre los más necesitados, sin pensar en sí mismo, le impidió continuar su viaje. 

Autodidacta, con gran afición por la lectura y el estudio, así como con gran facilidad para traducir y leer otros idiomas, en Chile se dedicó a la enseñanza, siendo vicerrector y rector del Liceo de Chile. Permaneció en este país hasta el año de 1837. De Chile se embarcó con el ejército restaurador con destino a Arequipa. Triunfante la restauración permaneció en Arequipa donde fundó un colegio, el que regentó y mantuvo por dos años, aunque tuvo que cerrarlo porque “no le costeaba”.

En 1840 deja Arequipa para viajar a Lima. Había tomado conocimiento que se estaban otorgando las gratificaciones de Ayacucho, por lo que después de reclamarlas se le pagó en billetes “que valían el 17 por ciento”. En Lima Gamarra lo nombra rector del Colegio San Carlos de Puno por lo que se dirige a esa ciudad. En Puno, además de regentar el colegio, escribe en el periódico oficial “El Constitucional de Puno”.  

En 1842, en la etapa de la anarquía, prestando servicios como secretario del jefe del ejército, Gutiérrez de la Fuente, en Arequipa solicitó a ese general le permitiera expatriarse, porque no quería mezclarse en las luchas intestinas que tanto daño hacían a la República. No se le concedió. En esas circunstancias fue hecho prisionero en Tacna por las tropas que combatían a favor de Torrico. Desde Tacna fue conducido a Lima y se ordenó su prisión en Casas Matas de las fortalezas del Real Felipe. Él, que nunca había estado en prisión y que hace más de veinte años había combatido por la independencia del Perú, sin mezclarse en las luchas internas que habían azotado y azotaban al país, humillado y compungido recordaba, en carta dirigida al ministro de guerra, que antes solo había entrado en esa lúgubre y hedionda prisión para liberar a los prisioneros patriotas que gemían bajo la barbarie española. Tras el triunfo del ejército liderado por Vidal sobre el ejército de Torrico, fue liberado. 

Permanecería en el ejército y desempeñaría las prefecturas de Ayacucho, Huancavelica y Junín. Del mismo modo ejercería la Inspección General del Ejército, la prefectura de Lima y, en 1865, fue designado subsecretario de Guerra. Así, quien había combatido por la independencia americana, ahora combatía, en el Callao, contra la insultante flota española, defendiendo la honra americana y consolidando la independencia.

Su labor no solo se limitó a combatir con las armas por la independencia americana, sino también por liberar los espíritus de los americanos de las nefastas influencias de la superstición, fanatismo y preocupaciones, tan arraigadas en los hombres del nuevo mundo.

Escribiría, además de en el ya mencionado El Constitucional de Puno (1840-1841), en El Comercio (1842-1869), El Zurriago (1848), El Correo (1851-1853), La Voz del Pueblo (1854-1855), La Revista de Lima (1861), La América (1862-1864), El Hijo del Pueblo (1864), El Nacional (1866-1867), entre otros periódicos de la época.

Publicaría, también, varios libros como La Herencia Española de los Americanos. Seis cartas críticas a Isabel II (1852), Comentarios a la constitución anónima de la Sociedad del Orden Electoral (1853), La Flor de Abel Poema Moral de Don J. A. Márquez. Ojeada (1853), Mi República. Justicia y Verdad (1854), Defensa del Coronel Mugaburu (1854) Letrillas Satírico-Políticas del Lego Tifas dedicadas al Pueblo Vencedor del Ejército (1855), Diccionario Republicano (1856) y un Prontuario de Ordenanza del Ejército que tuvo tres ediciones. En 1862 se anunciaba que se hallaban bajo la prensa de la Tipografía de Alfaro 48 diálogos del Padre Anselmo con el Hermano Tifas, escritos entre 1851 y 1853 por el coronel Espinosa. 

El objeto de sus escritos los resumía Espinosa en el anuncio de la suscripción de su obra mayor, el Diccionario Republicano: “enseñar al pueblo cuanto le conviene para ser libre, moral, justo, industrioso, ilustrado y tolerante; amigo del orden y enemigo de toda violencia, cualquiera que sea el punto de donde esta parta (…) escrito(s) con el espíritu de la más pura democracia, basada en la moral del Evangelio. Nada de exageraciones; por consiguiente, reconocido todo derecho legítimo, y defendido todo principio social que de vida y expansión al pueblo que vive de su trabajo (…) escrita con claridad y sencillez, y al alcance de todas las inteligencias”.

Gran amante de la lectura, de los libros y de todo aquello que promoviera mejoras al género humano, se suscribía a todas las obras de bien o formaba parte de sociedades bienhechoras. Un hecho que lo pinta de cuerpo entero es el aviso que publicó en El Nacional solicitando a los amigos a quienes había prestado un libro de Herodoto con algunas páginas manuscritas y un ejemplar de su libro Mi República, anotado y aumentado, tuvieran la bondad de devolverlos, pues le hacían falta. Claro que le hacían falta, pues siempre estaba dedicado al estudio.

         Por su credo republicano y democrático entabló amistad con Vigil, Mariátegui y, sobre todo, con José Gálvez. Acompañó al héroe del Dos de Mayo en los preparativos para el combate y en el combate mismo. En 1869 daría un sentido discurso ante la tumba de su caro amigo y, a pocos meses de la funesta muerte de Gálvez, a quien consideraba el “porvenir del Perú, escribiría: 

“Cuantas lagrimas se han derramado sobre su tumba! Lágrimas de un vivo despecho y dolor, puesto que, con suma dificultad quizás se podrá hallar otro, que cual él posea esas virtudes cívicas, ese amor tan noble y desinteresado a la patria, esa vasta ilustración y ese temple de alma que tanto le caracterizaba… Más severo pues, que Catón y más recto que Bruto y tan sabio que Licurgo y Solón, medía y juzgaba con inalterable serenidad, los medios más eficaces para combatir los males que tanto han carcomido a nuestra sociedad, llevándola a casi su completa ruina y destrucción. Solo a él estaba confiada tan alta como dificultosa tarea, solo a él, digno campeón de la democracia, y sublime atleta del progreso y de la libertad”.

Aún en los últimos años de su vida siguió comprometido con las buenas causas, a pesar de sus escaseces y pobreza.  Un día como hoy, a las ocho de la noche del 21 de setiembre de 1871, arrullado por las playas de Ancón, fallecía Como lo denominó Wilver Alvarez “un soldado de la libertad, un veterano de la independencia, un creyente de la dignidad y libertad humana, en pocas palabras, un hombre bueno”  (http://walh16.blogspot.com/2019/09/un-hombre-bueno-juan-espinosa-de-los.html)

Amigo de los liberales como Vigil, Mariátegui, Gálvez, y del propio Ricardo Palma, encarna los ideales del cristianismo y su doctrina social de compromiso por la verdad, justicia, dignidad. Así se constata en las voces de su célebre Diccionario Republicano, dedicado a Domingo Elías, fundador del Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe y del Club Progresista:

AMAR: Es el precepto más grande de la religión cristiana. “Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”. El hombre que no tiene este amor a sus semejantes no es buen ciudadano, no es un hombre social.

BENEFICENCIA.  Es un rasgo de la caridad cristiana que consiste en aliviar las dolencias o necesidades de nuestros prójimos. . El hombre verdaderamente caritativo no huye, sino que busca al miserable para aliviar su situación…El hombre que es caritativo de corazón no mira en menos al mendigo, ni cierra su puerta a quien quiera venir a demandarle un socorro, un servicio, un consejo.

BENEMÉRITOS. Son los hombres que han hecho mucho bien a su patria y que por consiguiente han merecido bien de ella.

CANON. Decisión de Concilio sobre dogma o disciplina eclesiástica. El Canon es para los eclesiásticos lo que la Ordenanza para los militares, el código que regla sus acciones.

CARIDAD. Virtud social enseñada por Jesucristo y elevada por él al rango de la más grande todas las virtudes. La Caridad es el amor puro, sin mancha, del hombre para con el hombre. Esta virtud encierra cuanto hay de sublime en el corazón humano: la generosidad, la grandeza de ánimo, el valor, la abnegación de sí mismo; todo cabe en la caridad y es menos que la caridad. La caridad nos hace olvidar los agravios de nuestros enemigos, de los enemigos de nuestra raza y levantarlos moribundos del suelo, socorrerlos y cuidar de su felicidad con todo el amor de un padre para un hijo. Ejemplo de Juan Bautista Escobar, de color negro, natural de Cartago en Nueva Granada y esclavo que ha sido de D. Ramón Fraguela, se ha distinguido siempre por una honradez acrisolada”.

CATECISMO. El catecismo político del pueblo debe ser la Constitución, en ella debe aprender a ser ciudadano y a conocer sus deberes y sus derechos

JESUCRISTO. El divino Maestro de la doctrina más pura y más social que se haya enseñado a los hombres para hacerlos virtuosos, humanos y pacíficos.

JUVENTUD. Un país sin una juventud estudiosa, moderada, inteligente y ,laboriosa, es como un árbol sin flor, que no da esperanzas de fruto… Oh, juventud, yo te amo con ternura, pero no te quiero ociosa ni corrompida; ambiciosa ni petulante, sino moderada, aplicada y virtuosa

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito Rodríguez.

*No olvides de ingresar a este enlace en donde encontrarás todos los personajes que forjaron nuestra independencia: https://perucatolico.com/c/la-iglesia-ante-el-bicentenario/