Perú Católico, líder en noticias celebrando el Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito Rodríguez.

La escasa bibliografía y no disponibilidad de los expertos en tan rica temática me llevaron a una rápida y casi angustiosa búsqueda de fuentes que documentaran lo que intuía por el arte, las crónicas, las costumbres como el jurar ante la Biblia: Si el Perú ofrece en la actualidad un patrimonio espiritual tan cualificado sin duda que lo debe en buena parte a beber del pozo de la Biblia. Desde leyendas como la de la mujer convertida en piedra que tanto recuerda al relato bíblico de la mujer de Lot (Gén 19) hasta la omnipresente manifestación de la cruz en todo el territorio peruano; desde el hecho de la denominación de tantos accidentes geográficos, ciudades, distritos y los mismos nombres de personas, hasta instituciones como la Universidad San Pablo o Santa María reflejan que el Perú ha sido forjado por la cultura surgida de la Biblia.

Circula la opinión que la primera versión a las lenguas europeas diferentes al latín, como el alemán, se debe a Martín Lutero. Sin embargo, mucho antes de Lutero, existían numerosas versiones de la Biblia en las lenguas vulgares de muy diversos países. Según el P. A. Vaccari, entre los años 1450 y 1500 se cuentan unas 125 ediciones diferentes de la Biblia, lo que demuestra cuán extendida estaba su lectura. En España, se leía la Sagrada Escritura en romance ya antes de Alfonso X el Sabio (1252-1284). En Alemania, se hizo una versión en 1466, de la que aparecieron 15 ediciones antes del año 1500. En castellano, la primera versión de la Biblia completa hecha por un protestante es la de Casiodoro de Reina (publicada en Basilea en 1569); en 1602 Cipriano de Valera la retocó y (según dice) cotejó la versión de Casiodoro con otras versiones, reeditándola. Es la más conocida de las versiones protestantes castellanas (conocida como Reina-Valera).

Es igualmente incorrecta la afirmación de que la Iglesia prohibió a sus fieles la lectura de la Biblia (o al menos la lectura de la misma en lenguas modernas). La misma profusión de versiones que acabamos de mencionar, atestigua la extensión del uso de la Biblia (incluso en versiones de lenguas vulgares) antes de la Reforma protestante. El Concilio de Trento, a raíz de que los protestantes impugnasen la integridad de la Sagrada Escritura y a la interpretación auténtica de la Iglesia (por ejemplo, en cuanto a las afirmaciones sobre la justificación), estableció normas de lectura que preservaran de falsas interpretaciones. Pero no existe ninguna normativa canónica del Concilio tridentino que prohíba las versiones en lenguas vulgares y menos su lectura.

La mayoría de la gente piensa que la Biblia llega a América y al Perú tras el evento de la Independencia. Suele afirmarse que “las biblias en lengua vulgar llegaron a América latina casi exclusivamente por influencia protestante”[1] Sin embargo, conviene recordar que Colón solía leer la Biblia; en voz alta durante las tormentas iba leyendo el prólogo de San Juan en la versión de la Vulgata. Inauguró una serie de escritos que ubicaban el Paraíso en América. Cristóbal Colón, eufórico, basándose en las Profecías, creó una visión que abarcaba el pasado, el presente y el futuro: la Conquista serviría para el rescate de Jerusalén y para el fin de los tiempos.  Tenemos la noticia de que ya en 1541, Jerónimo Bejarano fue acusado en Santo Domingo de haberse declarado partidario de la lectura de la biblia en lengua vulgar así como de la interpretación personal. De igual modo lo afirma M. E. Romero llegando a acusar a la Iglesia Católica de no haberles dado los Evangelios a los sudamericanos, mientras que “ en los Estados Unidos como en Inglaterra la tradición bíblica forma el trasfondo de la cultural y la moral”[2].

No se trata de quitar méritos, por otra parte, al loable esfuerzo de beneméritos protestantes por difundir el texto bíblico. En julio de 1822 llega al Perú el ilustre educador y pastor escocés Diego Thomson, invitado por el libertador don José de San Martín. En poco tiempo organizó escuelas en Buenos Aires, Santiago, Lima, Quito, Bogotá y México. Su obra contó con el respaldo de los próceres Rivadavia, San Martín, O´Higgins, Bolívar, amén del clero católico. Él tenía muy clara su misión, tal como afirma en carta desde Guayaquil un 11 de octubre de 1824: “Mi principal tarea, durante este viaje, será la circulación de las Sagradas Escrituras en los lugares que visite”. De hecho, como principal material de enseñanza para las Escuelas Lancasterianas que él habría de establecer, trae un cargamento de Nuevos Testamentos abastecidos por la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera. Años más tarde, en 1886, llega a Perú Andrés Milne, también escocés, como representante de la Sociedad Bíblica Americana para el Cono Sur y el Área Andina. Deseoso de verter al quechua la Biblia, contacta en Buenos Aires a la célebre literata cuzqueña Clorinda Matto de Turner, exiliada política, quien tradujo al quechua vulgar los evangelios, los Hechos de los Apóstoles y la Carta paulina a los Romanos; la edición primera salió en 1901, en Buenos Aires. En 1892, Tomás Wood, misionero metodista y agente de la Sociedad Bíblica Americana, llegó al Perú en 1892, procedente de Argentina, y se dedicó a reeditar y difundir tal versión bíblica.

En 1888 se establece la primera Agencia Bíblica del Pacífico en el Callao, bajo la dirección de don Francisco Penzotti, pastor metodista, italiano, que había llegado al Perú en 1884 y que en solo 20 días pudo colocar 1600 biblias y Nuevos Testamentos. Él solo distribuyó 125.000 ejemplares de la Biblia y bajo su dirección circularon más de dos millones de ejemplares. Junto a los pioneros “colportoros”, se lanzarán con entusiasmo como difusores itinerantes de la Biblia de pueblo en pueblo. Con el tiempo, la Sociedad Bíblica Americana, también establece una Agencia Bíblica en la ciudad de Lima, la cual queda bajo la dirección del señor Juan Ritchie, notable misionero en estas tierras. Más adelante, en 1967, abren la Casa de la Biblia en 1970 y crean en 1972 la Asociación Nacional: Sociedad Bíblica Peruana. Cabe resaltar el protagonismo del pastor Pedro Arana Quiroz, Secretario General de la Sociedad Bíblica Peruana, quien entre tantas iniciativas organizó el Museo de la Biblia y siempre está dispuesto a trabajar ecuménicamente por el Perú desde la inspiración bíblica. El Instituto Lingüístico de Verano creado en 1946, en colaboración con el Ministerio de Educación del Perú, viene proporcionando una gran ayuda en la investigación lingüística y en la promoción socioeducativa de las comunidades de habla vernácula del Perú, especialmente a través de la Biblia, logrando su traducción la mayoría de las lenguas nativas. El Dr. William Mitchell Coordinador para las Américas del equipo de Traductores de las Sociedades Bíblicas Unidas, lidera con entusiasmo la noble misión de acercar la Biblia a las comunidades nativas en su propia lengua.

Sin embargo, tanto en el Virreinato como en la República, el Perú se ha alimentado de la Palabra de Dios, de la Biblia. Comencemos con recordar que la literatura profana contiene textos bíblicos; El Quijote, por ejemplo, publicada en 1605 y presente en América desde 1606, contiene hasta 80 referencias bíblicas, 49 del Antiguo Testamento (libros históricos y sapienciales) y 36 del Nuevo (32 de los evangelios, y el resto de Hechos y epístolas). Conversando con el historiador José Antonio del Busto sobre el asunto de si se leía la Biblia en el tiempo del virreinato me decía “aunque tuviesen la Biblia, no había costumbre de leerla”, pues se leía poco, pero sí que se tenía presente su contenido. Túpac Amaru II, que había estudiado con los Jesuitas en el Cuzco, reivindica sus derechos con imágenes bíblicas; él se siente como un nuevo Moisés que quiere liberar a su pueblo.

Otra vía para explorar la difusión de la Biblia es a través de los libros de viajeros, tal como lo hace Josep R. Jones en Viajeros españoles a Tierra Santa (Siglos XVI y XVII[3]. Son numerosos los peregrinos limeños que cruzan el Pacífico en dirección a Roma, Santiago y Jerusalén. Sin duda que sus informes van a ayudar a corroborar los datos que habían escuchado o leído de la Biblia.

La Biblia nos ha llegado gracias al arte; cuántos retablos, cuántas imágenes, cuántos cuadros con relatos bíblicos. También nos ha llegado por las cátedras de Sagrada Escritura en la Universidad de San Marcos. Podemos constatar la presencia bíblica en Perú a través de los inventarios de los libreros en Lima en el siglo XVI podemos encontrar 53 biblias in genere, sin notas; 33 ediciones de los evangelios, 4 de la Vulgata y concordancias. El listado incluye ediciones de carácter erudito para los eclesiásticos. Así tenemos biblias en hebreo, griego y latín. Hay, además, numerosos elencos de comentarios. Las viñetas de Felipe Guamán Poma de Ayala acerca de las verdades de la fe en su “Nueva Crónica y Buen gobierno” nos brindan una popular y sintética enseñanza bíblica con cuatro dibujos: La Trinidad, la creación, el nacimiento, la redención. Numerosos libros en nuestras bibliotecas tienen que ver explícita o implícitamente con la Biblia.

En este tiempo de Bicentenario me complace recordar a dos peruanos eminentes, como Pablo de Olavide quien llegó a ser ministro de Carlos III en España, y que fue amigo de Voltaire, al volver a la fe católica compuso todo un salterio fruto de su vivencia espiritual

Salterio español o versión parafrástica de los salmos de David de los cánticos de Moisés, de otros cánticos y algunas oraciones de la Iglesia en verso castellano, a fin de que se puedan cantar. Para uso de los que no saben latín Lima, Casa de los Niños Expósitos, 1803; ya después de la proclamación de la Independencia, el médico afroperuano

José Manuel Valdés que compuso Salterio peruano o paráfrasis de los 150 salmos de David para instrucción y piadoso ejercicio de todos los fieles y principales de los peruanos, (Lima, 1833)

 En 1969 Pablo VI creó la Federación Bíblica Católica a la que se sumó la Conferencia Episcopal Peruana en 1980. En 1984, la “Pastoral Bíblica” se constituyó como sección de la Comisión para la Doctrina de la Fe y que tuvo como promotor principal al emprendedor y celoso Monseñor Javier Ariz, eficaz y ecuménico protagonista del trabajo bíblico. En 1991, la “PB pasó a ser parte de la Comisión Episcopal de Catequesis. En 1992 fija la celebración del día de la Biblia el 30 de septiembre, San Jerónimo, y se institucionalizó la Semana Bíblica. Hoy es un hecho que la Biblia está presente en la vida cotidiana de los católicos, en la formación catequética, en la oración, en los cursos bíblicos y de formación, en su vida personal y comunitaria.

Uno de los grandes aportes lo representa el P. T. Kraft, O.P., quien ha colocado en internet el completísimo artículo “Bibliografía sobre la pastoral bíblica” www.autorescatolicos.org/tomaskraft02.doc -.

El presente año 2022 nos trae con gozo la acostumbrada “Guía Bíblica” de la CEP, que como insumo para trabajar temas bíblicos en el Mes de la Biblia comenta el pasaje del tercer evangelio: el de los discípulos de Emaús y que https://bibliaycatequesis.org/mes-de-la-biblia-2022/ se 𝐩𝐮𝐞𝐝𝐞 𝐝𝐞𝐬𝐜𝐚𝐫𝐠𝐚𝐫𝐥𝐚 𝐝𝐞𝐬𝐝𝐞 su 𝐰𝐞𝐛

Concluyo animando a que en este Bicentenario investiguemos sobre tantos aspectos mediante los que en el Perú se ha recibido la Palabra de Dios, y se ha convertido como dice el salmo en lámpara para sus pasos, luz en su sendero (Sal 119, 105). Pidamos para que -sobre todo en este tiempo tan crítico- no se aparte nunca de su boca, sino que lo tenga presente día y noche (Jos 1, 8).


[1] Hans-Jürgen Prien La Historia del Cristianismo en América Latina Sígueme, Salamanca, 1985 p.712. El mismo contenido ofrecen casi todas las páginas web como http://labibliaweb.com/pagina/9/1/209

[2] El Protestantismo Anglosajón en el Perú 1822-1915 PUCP, Lima 1974, p.96

[3] Miraguano Ediciones/Ediciones Polifemo, Madrid, 1998.

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito Rodríguez.

*No olvides de ingresar a este enlace en donde encontrarás todos los personajes que forjaron nuestra independencia: https://perucatolico.com/c/la-iglesia-ante-el-bicentenario/