Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Fue un monje jerónimo que vivió en Lima administrando la venta de los libros litúrgicos y las rentas que el Monasterio del Escorial tenía en Perú por concesión de Felipe II y Felipe IV. Desempeñó cargos destacados en el ambiente cultural de Lima, como bibliotecario de la Universidad Mayor de San Marcos y redactor y editor del “Mercurio Peruano” de San Marcos y redactor y editor del “Mercurio Peruano”, siendo amigo de un grupo de ilustrados, lo que le hizo enfrentarse a la Inquisición, a través del Inquisidor General, el obispo de Jaén; se publicó en un periódico de Cádiz, y de ahí se tomó para publicarla en otro de Lima, en 1813. 

Fray Diego Gasco y Cisneros nació en La Hinojosa (Córdoba, España), en el primer tercio del siglo XVII. Ingresó en la Orden de San Jerónimo, monasterio de San Lorenzo el Real del Escorial (Madrid), y profesando en 1753. Adquirió una sólida formación religiosa e intelectual y fue nombrado bibliotecario segundo de la famosa Librería Real de aquella casa.

En 1771 fue designado para trasladarse a Lima como administrador de las rentas de las encomiendas entregadas por Felipe IV al monasterio Laurentino, y de gestionar la venta de los libros del ‘Nuevo Rezado’, esto es los libros litúrgicos que surgieron en la Iglesia católica tras la reforma del concilio de Trento (misales, breviarios, rituales de sacramentos, bendicionales, etc.).  Fue un privilegio que Felipe II concedió a la comunidad jerónima del Escorial para imprimir y vender en todos los territorios de España y las Colonias. De hecho, en la edición de un “Directorio de Horas Canónicas” de M. C. de Medina, en 1812, todavía se dice que “se imprime con licencia de Fr. Diego Cisneros, administrador del Nuevo Rezado”.

En Lima se estableció en la calle del Pozuelo, donde vendía los libros litúrgicos; después se trasladó a una casa que edificó en unos terrenos adquiridos por el monasterio del Escorial en la calle del Estanco Viejo -hoy cuadra 4ª del Jr. Puno del centro histórico-, y que durante mucho tiempo se le ha conocido como calle del “Padre Gerónimo”, como lo recuerda aun hoy la placa de cerámica que señala las calles antiguas del centro histórico.

Aquí entabló buena amistad con el sacerdote don Toribio Rodríguez de Mendoza, célebre docente y rector del Convictorio San Carlos. El historiador J. Guillermo Leguía manifiesta gran simpatía por su persona por este saludable influjo y por su “fecundo propósito de la ilustración y del liberalismo”.

De igual modo y debido a sus grandes conocimientos filosóficos-teológicos y en lenguas clásicas pronto entró en contacto con los miembros de la sociedad de “Amantes del País” y el “Mercurio Peruano”, en el que escribió con el seudónimo de “Archidamo”. Fue visitador de librerías por parte del gobierno, nombrado por su amigo el Virrey, Caballero Croix, y censor de impresiones.

 Por su espíritu liberal mantuvo abierta oposición contra el espíritu oscurantista del Santo Oficio, contra el anquilosamiento de instituciones y el atraso mental de algunas autoridades. Donó su biblioteca a la Universidad de Lima de la que fue bibliotecario y organizador de su fondo, como se ha reconocido públicamente en una placa en el vestíbulo de la Biblioteca central.

El historiador Mendiburu destaca cómo “su valiosa y escogida librería que en 1822 sirvió de base de la nacional que muchas personas notables aumentaron después, desprendiéndose generosamente de un crecido número de obras, a las cuales se agregaron las que tuvieron los conventos supresos”. 

Comenta su biógrafo P. Javier Campos que en los últimos años de la vida sufrió un giro mental y espiritual. Falleció en Lima en 1812. Después de su muerte se publicó en el diario “El investigador”, por septiembre de 1813, una larga carta anónima que en 1794 el Padre Cisneros había dirigido al Inquisidor General con motivo del índice expurgatorio y prohibición de libros que se había publicado en 1790; entonces se supo que el monje español la había dictado al sacerdote don Juan José Muñoz, posteriormente clérigo de la catedral y diputado al congreso constituyente de 1822.

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.

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