Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Nació en Huánuco en 1772, hijo del minero Salvador Aguilar, español de Jerez de la Frontera, y de Clara Narvarte, de Huánuco. Estudió en el Real Convictorio de San Carlos y, desde niño recorrió el inmenso territorio del virreinato peruano, observando el trato inhumano dado a los indios mitayos, que laboraban en la extracción de la plata de los profundos socavones. En uno de sus viajes llegó hasta Mendoza en el Virreinato del Río de la Plata, donde fue recibido muy bien por los pobladores, quienes creyeron que era un nuevo Gabriel Túpac Amaru II y le solicitaron ser el líder de una revolución.

De allí partió a Buenos Aires, desde donde se embarcó para España. Será en la madre patria donde pudo palpar la corrupción del sistema de gobierno absolutista y entra en contacto con el mundo de la Ilustración y el incipiente liberalismo.

Al regresar a Perú, vuelve a sus actividades mineras en Recuay (Áncash), donde años atrás había descubierto unas minas, aunque se dio con la sorpresa de que tenían otro dueño. Parte a Lima en busca de un abogado y fue la ocasión para encontrarse con quien sería compañeros de conspiración más adelante, el abogado arequipeño Manuel Ubalde.

Luego de su recorrido por la selva donde estuvo preso en Chachapoyas acusado de espía, recibió la noticia de que su amigo Ubalde había viajado al Cuzco. Aguilar, luego de volver a su tierra natal, atravesó la sierra central y llegó al Cuzco en 1804. Allí encontró a Ubalde destituido de la asesoría que le confiara el presidente de la Audiencia, el brigadier Conde de Ruiz de Castilla. Ambos se concertaron entonces para iniciar una conspiración destinada a liberar al Perú del dominio español. El plan consistía en apoderarse de las autoridades coloniales del Cuzco y alzar en armas a la población,

Sus biógrafos lo ven como un soñador visionario con planteamientos fantásticos y creencias mesiánicas y providencialistas, que planeó la restauración del Imperio incaico. Parece que su idea de conspirar contra el régimen español surgió al habla con Manuel Ubalde, también criollo de origen provinciano, con quien comparte sueños, la experiencia de sus viajes y la preocupación por el sufrimiento de los pobres, la idea de cambiar la sociedad e instaurar un nuevo orden. Se dice que desde los nueve años tenía revelaciones de Jesucristo de los ángeles para redimir a los indios.

Para él la utopía andina representa el intento de unir alrededor del Inca a los diversos estamentos y castas de la sociedad peruana opuestos al régimen virreinal. Y fue esto lo que inquietó a las autoridades españolas: el hecho que los criollos descontentos hayan tomado la iniciativa de incorporar indígenas dentro de un movimiento anti-peninsular, explotando la importancia simbólica del Cuzco – como antigua capital imperial – y de sus Incas

Desmarcándose de los movimientos indigenistas o criollos dieciochescos de carácter reformista, social, el de Aguilar fue el primero que persigue un fin político independentista: “sustraer esta parte de la América del dominio del Rey de España”. Basaban su rechazo a España en el descontento criollo producto de la tiranía del monarca y la noción de que no era justo “el título con que posee estos dominios el Rey de España…”.  Todo ello lo sustentaban en la doctrina del derecho natural y tomista según la cual “es lícito oponerse al Gobierno cuando éste o declina en tirano o tuvo principios de usurpación”.

Los sueños de Aguilar eran avalados por Ubalde en cuanto al cumplimiento de la profecía del Inca Garcilaso acerca de que América sería primero de los indios y luego de los españoles, y que después regresaría a los naturales. Marcos Dongo, otro de los conspiradores, creía “que por mandato divino ha llegado el momento para que este reino tuviese nuevo monarca”.

Aguilar propagó su plan hasta La Paz, mientras que Ubalde y sus amigos lo hacían en el Cuzco. Lograron el apoyo del regidor Manuel Valverde Ampuero, fray Diego Barranco, el abogado Marcos Dongo, el noble inca Diego Cusihuamán del barrio San Blas del Cuzco, y el presbítero José Bernardino Gutiérrez.

Como la revolución requería el concurso de fuerzas militares, comprometieron al teniente de granadero del Regimiento Paucartambo Mariano Lechuga, amigo íntimo de Ubalde, quien participó en todas las reuniones. Cuando la insurgencia estaba a punto de estallar, Lechuga, el 25 de junio, les delató ante el Oidor por lo que Ubalde y sus amigos fueron capturados en el Cuzco; mientras Aguilar, que preparaba el levantamiento fuera del Cuzco, fue capturado el 13 de julio de 1805 y encerrado en prisión. La Real Audiencia condenó a Aguilar y Ubalde quienes fueron ejecutados el 5 de diciembre en la Plaza Mayor, en tanto que los demás conspiradores sufrieron diversas penas de prisión y destierro.

Proclamada la Independencia, el Congreso Constituyente expidió un decreto (6-junio-1823) declarando a Gabriel Aguilar y Manuel Ubalde beneméritos de la patria y defensores de su independencia.

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito.

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