Perú Católico, líder en noticias rumbo al Bicentenario de la Independencia. Este artículo es escrito por el Doctor e Historiador José Antonio Benito.

Administrativamente pertenece a la Provincia de Concepción y al Departamento de Junín en Perú, y está ubicado entre la triangulación que conforman las ciudades de Jauja, Huancayo y Concepción; más exactamente a la altura de Matahuasi, por la Carretera Central del Perú. Este grato lugar de reposo, se encuentra enclavado en un hermoso valle poblado antiguamente por aguerridos y religiosos indios huancas; quienes vivían al pie de cerros, como nos atestiguan sus ricas ruinas arqueológicas.

El nombre Ocopa, proviene de la palabra quechua “ucupi” que significa “dentro” o “rinconada”. En la actualidad, Ocopa es un rico centro de espiritualidad que tiene como centro su célebre convento, con casa de retiro, archivo, biblioteca y museo. Hacia el lado norte de la entrada principal, se yergue el cerro Jerusalén, en cuya cima, los estudiantes de teología de Ocopa, sembraron entre 1950 y 1954, una gigantesca cruz de eucalipto con la inscripción: “¡Te adoramos Cristo porque por tu santa cruz redimiste al mundo!”

Fue fundado por Fr. Francisco de San José (1654- 1736), en 1725, con la intención de ser un centro esencialmente misionero. El que fuese denominado nuevo San Francisco Solano llegó al Perú en 1708, desempeñando un trabajo evangelizador titánico, por la restauración de antiguas conversiones y fundación de otras nuevas. En pleno afán misionero, y en compañía de Fr. Pedro Navarro, Fr. Francisco Suárez, y Fr. José Ansorena dio con Ocopa, en el Valle de Jauja, donde encontró la pequeña capilla titulada Santa Rosa de Santa María como lugar idóneo para levantar un convento que albergaría a los misioneros destinados a la selva y a la montaña. Su situación estratégica la convirtió en el centro de operaciones para acometer la gesta evangelizadora de la tercera parte de nuestro actual territorio nacional. Ocopa cumplió con creces los objetivos que se propusieron con su fundación: 1) dar estabilidad y continuidad a la misiones entre infieles; 2) ser un centro de formación y enseñanza donde los nuevos misioneros se prepararan para la tarea evangelizadora y 3) ser el lugar donde se repararan corporal y espiritualmente los misioneros después de sus excursiones.

Alcanzó el rango de Colegio Misionero de Propaganda Fide mediante Real Cédula de Fernando VI, del 2 de octubre de 1757, confirmada por el Papa Clemente XIII a través del Breve Militantis Ecclesiae del 18 de agosto de 1758. Por tal razón, dependió paralelamente del Papa a través de la Congregación Romana de la Propagación de la Fe, y además del Ministro General de la Orden franciscana. En este sentido, se puede hablar con propiedad que el Convento de Ocopa fue Colegio Misionero desde su fundación, 1725, hasta 1907, año en que se fundó la Provincia Misionera de San Francisco Solano.

La labor evangelizadora de Ocopa se puede apreciar con mucha nitidez a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, es el tiempo en que debemos a sus misioneros la acción evangelizadora y exploración de toda la Amazonía Peruana; la evangelización del Archipiélago de Chiloé en Chile, en las antiguas reducciones de los padres jesuitas, que al ser expulsados fueron atendidas por los misioneros de Ocopa desde 1770, hasta los tiempos de la independencia. Además el afán misionero de los religiosos franciscanos de Ocopa les llevó a evangelizar las islas Tahití, en Oceanía. En 1790 el Colegio llegó a contar con 85 religiosos, que ejercían su acción evangelizadora y cuidados en sus propias conversiones, fuera de las de Chiloé, por los grandes ríos Huallaga y Ucayali, una demarcación que contaba con 103 pueblos y estaciones misioneras y una población de 31.000 habitantes. Además Ocopa amplió su campo misional, en 1802, cuando, por una Cédula Real, se le encomendó las misiones de Maynas, antiguas reducciones de los jesuitas de Quito, en el nor-oriente, que comprendían las zonas regadas por los ríos Marañón, Pastaza y Napo, y alto Amazonas.

Parece que Bolívar cuando estuvo en Matahuasi, el 13 de agosto de 1824, rumbo a Huancayo, en persecución de las fuerzas realistas, al contemplar desde lejos la magnificencia del Convento de Ocopa meditó sobre el poder espiritual y cultura que los frailes ejercían poderosamente en los habitantes del Valle y determinó suprimirlos mediante la hábil maniobra de transformar el convento en colegio nacional como así fue. Parece que el general Rodil, pertrechado en el sitio dl Callao, acusó a Bolívar de haber quitado la vida a los Padres de Ocopa, por lo que el libertador envió al coronel Santa Cruz a Ocopa para llevar a los franciscanos hasta el Real Felipe. Cuenta la “Historia de las Misiones de Ocopa” que el comandante del Callao rechazó “a balazos” a los frailes, debiendo refugiarse en el convento de los Descalzos.

Por el Decreto Supremo” de 1 de noviembre de 1824 Ocopa se convierte en Colegio de instrucción pública para la juventud “cuyos padres han sido sacrificados por la causa de la libertad”. dirigido por el Dr. José Manuel Pasquel el párroco de Concepción y más adelante arzobispo de Lima. Deseoso de recuperar el convento convocó a los frailes, acudiendo como coadjutores de la enseñanza los Padre Jerónimo Zurita y Mariano Gil, dos religiosos legos y el donado Amorós.

Su restauración sucedió recién en 1838. A pesar del amargo trago, el trabajo evangelizador fue realizado por el padre Manuel Plaza convirtiéndose durante casi veinte años en el héroe de las misiones. Su permanencia en las misiones, es digno de toda una epopeya, porque fue el único misionero que permaneció internado en la Selva, con la esperanza que pronto se restauraría su Colegio. Ocopa logró su restauración gracias a las gestiones y el esfuerzo personal del Arzobispo de Lima Jorge Benavente, que antes de la independencia había sido párroco en Concepción. El Arzobispo limense lograría que el gobierno peruano, siendo presidente don José de Orbegoso, promulgara la derogación del decreto de supresión del Colegio de Santa Rosa de Ocopa, el 11 de marzo de 1836. Además recibió las facultades para enviar un comisionado a Europa en busca de religiosos y restablecer la Comunidad de Ocopa. La restauración se hizo efectiva dos años después, con la llegada de 19 religiosos, traídos desde Europa por Fr. Andrés Herrero, de los cuales cinco eran sacerdotes, ocho estudiantes y seis frailes legos religiosos. El 31 de enero de 1838, el Arzobispo Benavente promulgó solemnemente el decreto de restauración del Colegio.

Ocopa sufrió una supresión efectiva por 14 años. El Gobierno de la República y el Arzobispo de Lima, animados por el clamor de los pueblos, reconocieron la ceguera de Bolívar y el Presidente General Orbegoso dio en 1836 el Decreto de la restauración de Ocopa. En 1838 vuelven los frailes entre las aclamaciones de los fieles hijos del valle de Mantaro. El Congreso de la República le otorgará una ley especial como muestra de su reconocimiento y fueron varios los diputados que le prodigaron alabanzas como hizo el Sr. Vega: “Yo como diputado de una Provincia, que toca con las inmensas montañas, donde habita una multitud de hombres separados de toda civilización y religión, debo sostener con todos mis esfuerzos tan importante objeto”.  

Foto del autor de esta sección y artículo: Doctor e historiador José Antonio Benito Rodríguez.

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