“Amar a una persona es decirle ‘nunca morirás’, cuenta conmigo hasta el final”, por Dr. José Antonio Benito

(En respuesta a Mario Vargas Llosa y Ana Estrada ) Dr. José Antonio Benito Rodríguez.

Confieso que al escribir la primera versión de este artículo desconocía la dramática historia de la psicóloga limeña Ana Estrada, de 43 años, 30 con polimiositis, “una enfermedad autoinmune muscular, crónica y degenerativa que me ha llevado a buscar, desde hace 3 años, mi muerte digna”. Y al ver la mediática campaña a través de change.org escribí en su cuenta: “Estimada Ana: ¡Cómo me gustaría ayudarte! Desde ya rezo por ti y estoy dispuesto a apoyarte en todo para que no MUERAS como no se debe”, añadiendo a continuación mi enlace de la carta de mi blog jabenito: “amar-una-persona-es-decirle-nunca morirás para mí”, en plena sintonía con el documento vaticano “Samaritanus bonus” (Roma, 2020): “No existe el derecho al suicidio ni a la eutanasia: el derecho existe para tutelar la vida y la coexistencia entre los hombres, no para causar la muerte. Por tanto, nunca le es lícito a nadie colaborar con semejantes acciones inmorales o dar a entender que se pueda ser cómplice con palabras, obras u omisiones.

El único verdadero derecho es aquel del enfermo a ser acompañado y cuidado con humanidad. Solo así se custodia su dignidad hasta la llegada de la muerte natural”.

A pesar de la claridad rotunda, la cuenta consideró que yo firmaba en apoyo a Ana cuando busqué justamente lo contrario. He tenido ocasión de asomarme a su blog y quedo conmovido por su real pasión por la vida que describe tan bella aunque tan dura. Me sorprende cómo su agonía ha despertado miles de conciencias dispuestas a colaborar en que su vida no sea indigna de ser vivida sino auténtica vida. Con gratitud le dedico mi reflexión.

Cuatro sofismas de la eutanasia[1]

«¿Cada quien tiene derecho a decidir sobre su propia vida, y sobre su cuerpo?» Lo cierto es que hay muchas cosas que la ley prohíbe y una persona no puede venderse como esclava, ni puede vender sus órganos, su sangre… y la ley lo prohíbe porque considera que quien opta por alguna de estas cosas lo hace por ignorancia o desesperación y vulnera su dignidad, así como su integridad física o moral.

«¿Mientras no se dañe a otros, la libertad individual es sagrada?» Recordemos que todos los médicos en su juramento prometen no infligir nunca un mal a sus pacientes y con esta acción lo incumplen.

«¿No queremos que nadie sufra?» Aquí hay común acuerdo, pero una cosa es desear acabar con el dolor, y otra terminar con el adolorido paciente. La sedación terminal consiste en administrar medicamentos a un paciente para evitarle sufrimientos innecesarios. El objetivo, por tanto, es evitar el dolor. En ocasiones, el paciente sufre padecimientos tan fuertes que la medicación que necesita lo deja completamente sedado, e incluso acorta el momento en que se produce el fallecimiento de la persona. En estos casos, y al ser la intención principal eliminar dolores insoportables -no provocar la muerte-, es un procedimiento médico éticamente correcto.

«¿Hay formas de vida que no son dignas?» No hay profesiones indignas sino indignos profesionales. Es necesario que nos preguntemos en qué consiste, y por qué muchas de las personas que nos rodean consideran inhumano tener determinada condición física o mental. Por qué ese miedo al dependiente, y a la dependencia. En el caso de la eutanasia se pone de manifiesto, pero subyace a todo lo que nos rodea: el cuidado de niños, enfermos y ancianos se considera actualmente una carga, una opresión, una esclavitud.

Tú no morirás nunca para mí

«Amar a una persona es decirle: tú no morirás jamás», es decir, «tú debes existir, tú no puedes morir». Siempre he tenido muy presente esta frase del filósofo francés Gabriel Marcel.

Por eso me quedé de piedra ante el escrito del laureado Nobel peruano-hispano Mario Vargas Llosa “el derecho a morir” porque camina en sentido opuesto, es como decir “odiar a una persona es decirle ya has muerto para mí” y la eutanasia se convierte en el adelanto y la colaboración para con esa muerte. Si la primera actitud expresa una bendición, la segunda es una maldición, por más que la estrategia del lenguaje manipule palabras para decir que la definitiva y aguda muerte de la eutanasia evita la muerte crónica de interminable agonía e infernal del que sufre. ¡Una pena!

Yo me quedo con la actitud de Cervantes en su inmortal novela cuando nos llena de vida al relatarnos la muerte de Don Quijote. ¡Qué entrañable confesión la de su escudero Sancho Panza cuando lloroso exclama: «No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía»

Y en otro momento, al constatar que don Quijote siente ansias de morir, por padecer tantas desgracias, insiste: «Yo, a lo menos, no pienso matarme a mí mismo; antes pienso hacer como el zapatero, que tira el cuero con los dientes hasta que le hace llegar donde él quiera; yo tiraré de mi vida comiendo hasta que llegue el fin que le tiene determinado el cielo; y sepa, señor, que no hay mayor locura que la que toca en querer desesperarse».

Como advierte Juan Manuel de Prada “la razón primordial para oponerse a la eutanasia y al suicidio “no es el apego legítimo a la vida (ese apego que nuestra época ya ni siquiera tiene, porque ha dejado de considerarla un don que se recibe con gratitud y se celebra), sino la gravedad intrínseca de la desesperación. Que, en efecto, es «la mayor locura», porque primero destruye nuestra libertad, ofuscándola, hasta destruir también nuestro vínculo con el ser”

Y, por otra parte, las palabras de Sancho son todo un atisbo de esperanza, de ganas de vivir, de luchar sin cansarse nunca de intentar recuperarse siempre, por todos los medios, ayudándose de todas las personas… Sabe muy bien que –parafraseando a Sartre “los otros no son el infierno”, sino el cielo, amarlos es decirles “no morirán nunca para mí”.

Juan de la Cruz escribió es de mucha luz padecer tinieblas, Rosa de Lima “no conozco otra escalera para llegar al cielo que la cruz” y Tagore “sólo en la noche lucen las estrellas”. Jesús de Nazaret, Señor del Cosmos y de la Historia plantó su tienda entre nosotros, se encarnó para vivir nuestra vida, asumiendo y compartiendo nuestro dolor, casi apuró su vida para morir en la plenitud joven de 33 años, pero murió para vivir para siempre. Vino para darnos la vida y vida en abundancia y los que estamos con Él como escribió Dalí en su epitafio “no moriremos nunca” porque nuestra vida ya no termina, se transforma, convirtiendo nuestro suelo en Cielo.

Soñemos juntos

Cuando países “modernos” van subiéndose al tren de la muerte con el pretendido derecho a facilitar la muerte antes del tiempo natural y del concedido por Dios, bueno es serenarse y buscar soluciones ante tantas voces desesperadas en el despeñadero de la muerte. Reza el refrán que “tras el eclipse el sol brilla más”.

Dios quiera que en este tiempo de pandemia encontremos respuestas. Me encanta acercarme con mi bici al final de la Avenida Brasil y contemplar el mar, el Océano Pacífico, su horizonte, siempre susurrando a la esperanza. océano. El Papa Francisco, en el reciente libro de Austen Ivereighn “Soñemos juntos” (Roma 2020) nos brinda un rayo de luz: “Millones de personas se han preguntado a sí mismas, y entre sí, dónde podrían encontrar a Dios en esta crisis. Lo que me viene a la mente es el desborde. Veo un desborde de misericordia derramándose a nuestro alrededor. Los corazones han sido puestos a prueba. La crisis ha suscitado en algunos un coraje y una compasión nuevos. Algunos han sido zarandeados y han respondido con el deseo de reimaginar nuestro mundo, otros buscaron socorrer con gestos bien concretos las penurias de tantos capaces de transformar el dolor de nuestro prójimo. Esto me llena de esperanza en que podemos salir mejores de esta crisis”.


[1] Mariona Gúmpert | 14 de noviembre de 2020. https://eldebatedehoy.es/noticia/enfoques/14/11/2020/municion-contra-la-eutanasia/