Perú Católico comparte un artículo del P. Percy Quispe, quien trabaja pastoralmente en la Arquidiócesis de Ayacucho.

Al rezar por el sacerdote en realidad estás rezando por ti, porque de él recibiste el bautismo y la penitencia, de él recibes la Eucaristía, la comunión, de él se recibe la unción y te bendice el matrimonio.

Al rezar por él en realidad estás rezando pro tantas almas a quien él encomienda en la Santa Misa. Reza por tantos niños jóvenes y adultos que atraviesan tantos males y acudirán a él y él, el sacerdote, procurará darles el mejor consejo, no para contentarles el corazón sino para ayudarles a salir de ese embrollo y a veces le dirá cosas que no les guste, pero se los tendrá que decir.

El sacerdote sabe que diciendo la verdad perderá a lo mejor muchos amigos, porque si es un verdadero sacerdote no te dirá palabras que tú quieras escuchar sino palabras que tú debes escuchar para arreglar el problema o dar solución a aquello que te molesta, y por eso para que se mantenga firme en su misión tienes que rezar por él.

Cuando rezas por el sacerdotes estás rezando por aquellas personas que muchas veces no encuentran más sonrisa sino solo de aquel sacerdote que le lleva la palabra y la compañía en sus noches oscuras de alma y de cuerpo.

Cuando rezamos por un sacerdote rezamos por esos ancianos abandonados enfermos en sus casa, por esos discapacitados que a veces la única visita que reciben es del cura del pueblo o del párroco de su parroquia.

Cuando rezamos por un sacerdote rezamos por aquellos enfermos desahuciado que están en su casa o en sus hogares sufriendo y abandonados. Y también rezamos por aquellos que cuidan enfermos y ya se están cansados y que a veces encuentran palabras de descanso, aliento y consuelo en la palabra del sacerdote. Rezas por aquellos que han perdido a un hijo temprano y por aquellos que perdieron la única persona que era su razón de vivir, el esposo, la esposa, la hija o la madre.

Por eso, lo mejor que podemos hacer es rezar por los sacerdotes, por los misioneros, por aquellos que consagraron sus vidas para anunciar la buena nueva aunque sea solo con su presencia en todas partes del mundo, no te olvides de rezar por aquél que te bautizó o te bautizará, por aquél que te confesó o te confesará, por aquél que te casará o te casó. ¡GRACIAS POR REZAR POR MÍ!

P. Percy Quispe
Ayacucho