El fracaso del materialismo, por Johan Leuridan
El filósofo, francés, Luc Ferry hace referencia a las demostraciones de Husserl y Heidegger sobre las reduccionismos del materialismo. Los reducionismos niegan toda forma de trascendencia, sin darse cuenta de que sus explicaciones de las “ilusiones de la trascendencia” por la infraestructura, sea económica o neural, son una patente onto-teológica. Entienden la infraestructura como el ser que explica todo. Heidegger ha demostrado claramente que el materialismo posee una estructura teológica. Igualmente el biologismo de la sociobiología es una ontología porque considera que la infraestructura neutral es “más real” que la conciencia (Luc Ferry, La Révolution de L´Amour, p. 323, Ed. Plon, 2010).
Luc Ferry considera que el materialismo actual no logra suficiente coherencia para presentar un nuevo humanismo, una moral. Solo nos queda la realidad tal como se presenta. Hay que amar al mundo tal como es.
Surge la pregunta de si podemos seguir creyendo en el materialismo cuando se presentan problemas. El materialismo es aceptable cuando todo funciona bien, pero cuando aparecen enfermedades, accidentes, guerras, etc. el materialista recurre inmediatamente a la libertad para ver cómo puede intervenir o prevenir.
Es evidente que no se puede amar (amor fatti) todo lo que se presenta en la realidad. “¿Para qué sirven nuestras protestas si están inscritas de toda eternidad en la realidad, de la misma manera como las cosas a las cuales se oponen? Sé que este argumento es trivial. Sin embargo ningún materialista actual o del pasado ha podido responder a esta pregunta” (Ferry: 2006b: 264).
Por este motivo Luc Ferry prefiere el camino de la trascendencia. En oposición al materialismo, podemos afirmar que somos capaces de tomar distancia frente a los determinismos de la naturaleza y de la historia. Tenemos la capacidad de emitir juicios de valor. Podemos criticar la injusticia, la corrupción, etc. No emitimos juicios de valor sobre los animales. Lo hacemos con los seres humanos porque son libres. Como seres libres hubieran podido actuar de otra manera. También fuera de la moralidad el hombre emite siempre juicios, considerando que son suyos, frutos de su libertad.
El ser humano tiene la capacidad de superar la naturaleza y la historia. Esta facultad, llamada “libertad”, permite el perfeccionamiento y trasciende los códigos que el materialismo quiere imponernos.
El autor añade que no solamente existe trascendencia de libertad en nosotros mismos, sino también hay valores fuera de nosotros. Nosotros no inventamos los valores. No podemos entendernos a nosotros mismos ni entender nuestra relación con los valores sin la hipótesis de la trascendencia. Los valores nos guían y nos animan, como por ejemplo la belleza de la naturaleza o el poder del amor. Se trata de una necesidad lógica, de una verdad, no de un deseo.
Marx, Nietzsche y los materialistas nunca dejan de emitir juicios de valor a pesar de que su filosofía no lo permite. No se dan cuenta de que siguen reconociendo una libertad al ser humano que niegan en su filosofía.
El materialista considera que no somos libres pero al mismo tiempo afirma que nadie nos obliga a decirlo. El materialista manifiesta que estamos determinados por la historia pero al mismo tiempo nos invita a la emancipación, al cambio y a la revolución. Dice que debemos amar al mundo tal como es pero debemos intentar cambiarlo, con la esperanza de un mundo mejor. El materialista siempre presenta tesis filosóficas para los demás pero nunca para sí mismo. Sus proyectos e ideales son inevitablemente producto de valores superiores a la naturaleza y a la historia. La posición materialista está llena de contradicciones y no permite una satisfacción intelectual.
De allí se comprende que la tarea del humanismo actual es: ¿cómo pensar la trascendencia en nosotros como libertad y fuera de nosotros como valores?
Teólogo, filósofo y escritor. Fraile dominico y padre Prior de la Basílica y Convento del Santísimo Rosario de Lima. Miembro honorario de la Sociedad peruana de Filosofía y miembro honorario de la Academia de la Lengua. Doctor honorario causa de las Universidades Ricardo Palma, Antenor Orrego, Universidad del Centro y San Juan Bautista.