Perú católico, líder en noticias.San Juan Pablo II, en su Carta apostólica del 16 de Octubre del ano 2002, dijo sobre el Santo Rosario:

“Esta oración ha tenido un puesto importante en mi vida espiritual desde mis años jóvenes. El Rosario me ha acompañado en los momentos de alegría y en los de tribulación. A él he confiado tantas preocupaciones y en él siempre he encontrado Consuelo.”

El Papa, el día de su 24 aniversario como Sumo Pontífice, 16 de Octubre, 2002, nos presenta su maravillosa carta apostólica sobre el rosario en la que agrega 5 misterios, llamados “luminosos”. Es la primera reforma al rosario desde que Santo Domingo lo introdujo. Hace hincapié sobre la actualidad e importancia de rezar el rosario.

Los nuevos misterios luminosos de la vida pública de Jesucristo:

1- Su bautismo en el Jordán, (cf. Mt 3, 17 par)
2- Su autorevelación en las bodas de Caná, (cf. Jn 2, 1-12)
3- Su Anuncio del Reino de Dios, invitando a la conversión, (cf. Lc9,35)
4- Su Transfiguración, (cf. Mc 1, 15)
5- Institución de la Eucaristía, expresión sacramental del misterio pascual. (cf. Mc 2. 3-13; Lc 47-48)

Todo el misterio de Cristo es luz. Él es «la luz del mundo» (Jn 8, 12). El Papa nos ofrece la meditación de la vida de Jesucristo para que con El brillemos en este mundo tan necesitado de Su luz.

Según los misterios que meditamos, el Rosario da a nuestros días un cierto “color” espiritual de alegría, de esperanza, de tristeza, de agradecimiento, etc. Hay que dejarse mecer por la contemplación de los diferentes momentos de la vida de María ligada a la vida de Jesús. Ese método de oración basado en la repetición sirve a favorecer su asimilación. Los enamorados no se cansan de repetirse las palabras de amor, que parecen siempre nuevas según los sentimientos que las inspiran.

Le meditación del Rosario contiene unas características propias que responden a las exigencias específicas de la vida cristiana. Aún si el Rosario debe ser en sí una contemplación, no debemos olvidar su meta verdadera que es de introducirnos de manera natural en la vida de Cristo, y de hacernos “respirar” sus sentimientos, como lo ha hecho María.