Entrevista: De las cámaras de televisión hasta el altar de Dios

«Enfocó» su vida para ser sacerdote a los 65 años. Por más de 25 años, el lente de su cámara logró captar todos los detalles de las eucaristías oficiadas desde la basílica Catedral de Lima (Perú), cuando realizaba su servicio como camarógrafo de Pax TV, un canal de televisión católico, impulsado por el sacerdote español, Roberto Padrós y la Comunidad de Jesús.

No había cobertura periodística que su cámara no registrara en tantas décadas de trabajo profesional. Y es que todo era válido cuando se trataba de comunicar a Dios. Con ese mismo ímpetu, realizaba largas jornadas de peregrinación y oración, por el sueño de la televisión católica, que hasta el día de hoy lleva más de 25 años al aire.

«Durante 12 años me llamó el Señor y yo nunca le dije no, pero tampoco le decía que sí»,  confesó el neo sacerdote Eduardo Sayán Marquina, antes de conceder una entrevista exclusiva a Exaudi. Y en una secuencia seguida, como en un primer plano de los que él conoce bien, admite sonriente: «Siempre he vivido enamorado de Dios».

¿Cuál es la lectura que hace al ser ordenado sacerdote a los 65 años de edad?

-Padre Eduardo Sayán: Anduve toda mi vida cerca suyo. Él me tomó de su mano. Me guió. La primera vez que me convocó para servirle, andaba con los últimos exámenes de la universidad, las prácticas deportivas, entre otras actividades que en la juventud le ponemos más atención. La segunda vez que sentí el llamado, llevaba adelante la dirección de un grupo de vida espiritual en la parroquia Virgen de la Medalla Milagrosa. Además de acompañar a los niños del puericultorio Pérez Aranibar. Mi corazón se había dejado llevar por su amor misericordioso todo el tiempo.

Aunque ese «¡Sí!» demoró…, ¿Considera que fue en el momento oportuno?

-Padre Eduardo Sayán: Sin el acompañamiento de un guía espiritual, fue difícil discernir lo que mi corazón iba sintiendo. Sin embargo, Dios fue cimentando en mí con mayor fuerza mi -Sí-.Ya en la comunidad de Jesús y con la guía espiritual del padre Roberto. Cada una de las coberturas que realicé con cámara en mano, fueron motivo de inspiración para fortalecer mi fe, además del aprendizaje que recibí al servir en el altar como acólito.

Con cámara en mano, ¿Cual diría que fue la anécdota que más recuerda?

-Padre Eduardo Sayán: En una de las coberturas, junto a la prensa internacional, llegamos escoltados con liebres (patrullas policiales motorizadas) que abrían el paso hacia uno de los brazos del aeropuerto. Estabamos dispuestos a captar las primeras tomas del arribo al Perú del ahora san Juan Pablo II. Llegamos a estar cerca al santo padre. Mi cámara y yo íbamos muy compenetrados. Fue entonces, cuando al dar el primer paso, en suelo peruano, el cielo que estaba gris comenzó a iluminarse, por la puesta del sol, que en ese preciso momento me cautivó de principio a fin. Y cuando retiré el ojo del visor resulté quedándome solo, en el punto. Los camarógrafos ya estaban colocados siguiendo los pasos de Karol Wojtyla. De esta forma mi corazón iba viviendo, sin saberlo mi vocación, que se alimentaba con estos signos del amor de Dios.  ​

Al cumplir recién un mes, de haber sido ordenado sacerdote por el obispo castrense del Perú, monseñor Juan Carlos Vera Plascencia. ¿Qué sensación vivió en su corazón al oficiar su primera misa?

-Padre Eduardo Sayán: Mi corazón siempre estuvo dispuesto a vivir la experiencia de Dios. A lo largo de mi vida, Él supo hacerme notar su presencia. Hace 15 años que vivo bajo su providencia, abandoné mi vida totalmente a él y es su amor el que me mantiene listo para seguir sirviéndole. Esta primera misa que realicé es para mí un regalo de amor que recibí sin merecerlo.

En algún momento perdió la ilusión de servirle a Dios en el altar. ¿A qué atribuye la firmeza de su compromiso en esta época de su vida?

-Padre Eduardo Sayán: Al principio me ilusionaba convertirme en el sacerdote de “mangas remangadas”, deseaba trabajar por los más desposeídos. Sin embargo, en la juventud mi ilusión no terminaba de seducirme por completo, pues no alcanzaba a comprender las maravillas del amor de Dios en acción a través del ministerio sacerdotal. Quizás debía pasar por estas experiencias para alcanzar a dar el Sí.

¿Tuvo algunas renuncias?

-Padre Eduardo Sayán: Hace más de 20 años vivo como un -monje cama afuera-. Tras culminar mi carrera como administrador de empresas constituí una empresa dedicada a grabar eventos. Doné todas mis cámaras a Pax TV. Entonces, cuando quise registrar alguna actividad, me di cuenta de que me había quedado sin mi mejor compañera. Llevaba una vida monástica colaborando en el altar. Comencé a vivir, sin saberlo, solo de mi apostolado.

Frente al poco aumento de vocaciones en algunos países… ¿Considera necesario que la Iglesia vuelva la mirada hacia las personas adultas, que se sienten llamados al sacerdocio?

-Padre Eduardo Sayán: Claro que sí, es necesario. En mi caso, jamás me negué a vivir cerca de Dios, y esa experiencia fortaleció mi compromiso con Él. Ahora pese a mi edad avanzada, mi compromiso sigue vivo. Ya sin cámara al hombro, hoy ando con el corazón a mil, sirviendo a quienes me necesitan en el altar para atender a tiempo completo las cosas de Dios.

¿Para qué considera que el Señor lo ha llamado en esta etapa de su vida?

-Padre Eduardo Sayán: Ahora espero confiado la misión que el Señor tiene para mí en la jurisdicción eclesiástica del Obispado Castrense, que comprende el territorio peruano desde Tumbes hasta Tacna. El Obispo Castrense, monseñor Juan Carlos Vera Plasencia, tiene previsto conformar el centro de espiritualidad castrense, desde el carisma del padre Roberto y la Comunidad de Jesús, que siguen el principio de Ora et labora. De este aprendí a beber, para llevar adelante ahora mi consagración sacerdotal.

¿Cuál es el mensaje que le deja a quienes sienten el llamado vocacional en la etapa de la juventud o de la adultez?

-Padre Eduardo Sayán: Es bueno decirle Sí al Señor, cuando consideramos que es el momento preciso, más allá de las etapas de la vida. Pues aún en la edad adulta, me siento renovado con la presencia de Dios en mi vida y vivo una juventud plena. Y a aquellos jóvenes que sienten el llamado, les diría que sean valientes y perseveren en la fe.

Por: Esther Núñez Balbín – Periodista