Homilía del Domingo XIV del Tiempo Ordinario: A los apóstoles los escoge Dios

Dios, a través de los tiempos, busca siempre que los hombres de buena voluntad que lo desean puedan contar con Él para ser auténticos evangelizadores.

  • Ezequiel

Dios llama a Ezequiel. Le advierte que es Él mismo quien lo ha llamado para predicar en Israel. Reconoce que se trata de un pueblo rebelde:

“Sus padres y ellos me han ofendido hasta el presente día. También los hijos son testarudos y obstinados. A ellos te envío”.

Por eso Dios ha escogido a Ezequiel para que sea un profeta entre los suyos y Él le va a comunicar sus mensajes.

De ante mano le advierte que no le van a hacer caso, pero al mismo tiempo le asegura que es su voluntad “que haya un profeta del Dios de Israel en medio de ellos”.

Así demuestra Dios la fidelidad a sus promesas.

En nuestro tiempo también con frecuencia hay un pueblo rebelde contra Dios, pero Él mismo no quiere que falten los profetas para la gente de buena voluntad y también para que los rebeldes puedan convertirse.

  • Salmo 122

Nos presenta a los hombres buscando a Dios:

“Nuestros ojos están en el Señor esperando su misericordia… A ti levanto mis ojos, a ti que habitas en el cielo. Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor Dios nuestro”.

  • San Pablo

Nos habla de un problema grave que no concreta.

Advierte que tres veces ha pedido al Señor que lo libre de ese “emisario de satanás”, como él lo llama y Dios no atiende a sus súplicas, sino que le dice: “Te basta mi gracia”.

De esta manera nos enseña el apóstol que “la debilidad externa o interna del creyente es el ámbito donde se muestra la fuerza de Cristo”.

En las pruebas y tentaciones confiemos en el Señor y nos librará.

  • Verso aleluyático

Es un resumen de la misión de Jesús que va a ser también la de sus apóstoles:

“El Espíritu del Señor está sobre mí y me ha enviado a evangelizar a los pobres”.

Contemos siempre con el Espíritu de Jesús y será eficaz nuestra evangelización.

  • Evangelio

Se trata de un momento muy duro para el misionero por excelencia, Jesucristo.

Llega a su pueblo y anuncia que Dios lo ha llamado personalmente a evangelizar. Pero lo rechazan:

“¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y los milagros de sus manos?”

El orgullo no les permite aceptar que un hijo del pueblo a quien no han visto especializarse, venga a enseñarles y a proclamar un mensaje de Dios.

Lo conocieron desde pequeño y nunca lo han visto predicar con autoridad ni hablar de parte de Dios y menos hacer milagros.

El orgullo siempre será una tapadera para que los hombres puedan reconocer una  persona especial entre los suyos, los de siempre.

Y se quedaron sin predicación y sin curaciones de enfermos.

José Ignacio Alemany Grau, obispo