Homilía del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario: La Eucaristía y la Palabra

“No solo de pan vive el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.

Esto nos va a recordar el verso aleluyático.

No se trata de algo que nos puede parecer o no. Es cuestión de vivir de la vida nueva que nos trajo Jesús cuando el Padre nos lo envió.

  • Éxodo

El pueblo se queja a Dios desesperadamente y en realidad tenía razón, pues aunque desterrado de su patria, en Egipto tenía buena comida, fruto de su propio trabajo y ahora, en medio de la arena del desierto, la echa de menos.

Dios fue misericordioso con ellos y les ofreció el doble alimento que lloraban en sus peticiones: maná y carne abundante.

El maná suelen decir que era un polvo especial que da una planta del desierto llamada Tamarisco y que se amasaba para elaborar pan y, por otra parte, bandadas de codornices migrantes que Dios hizo sobrevolar en el campamento de los israelitas.

De todas formas no era fácil que todo un pueblo comiera y bebiera durante una temporada en pleno desierto.

  • Salmo 77

Este salmo recuerda el maná como un regalo especial de Dios y lo llaman “pan del cielo”:

“Hizo llover sobre ellos maná, les dio trigo celeste. Y el hombre comió pan de ángeles, les mandó provisiones hasta la hartura”.

  • Efesios

Nos enseña San Pablo cómo debe ser el hombre nuevo que ha venido a buscar el Redentor.

De hecho se trata del fruto de la entrega total del Hijo de Dios, es decir, que debe vivir como fue creado al principio, a imagen y semejanza de Dios. Y no como el “hombre viejo” fruto del pecado.

Por eso hoy nos pide San Pablo que tengamos muy presente que no debemos vivir como paganos, como si Jesús no hubiera venido a redimirnos, sino abandonar la vida anterior.

Esto supone vivir dando la espalda a la mentira y vivir según la Verdad, que es el mismo Jesucristo, recordando que somos miembros unos de otros.

Y concretando más todavía, dice:

“Si os indignáis no lleguéis a pecar. No se ponga el sol sobre vuestra ira. No deis ocasión al diablo”.

En una palabra, el apóstol pide que nos renovemos en la mente y en el corazón para revestirnos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios.

  • Evangelio

Es una auténtica discusión entre los judíos y Jesús.

Comienza Jesús advirtiendo al pueblo que lo sigue por puro interés, ya que les dio de comer abundantemente. Ahora les pide que hagan las obras de Dios, es decir, creer en el que Dios ha enviado, Jesucristo.

Una vez más piden ellos algún signo para creer haciendo algo así como Moisés que les dio el maná.

Pero Jesús aclara que no fue Moisés quien les dio el maná sino “que es mi Padre quien os da el verdadero pan del cielo”.

Ellos le piden: “Señor, danos siempre de este pan”.

Y el párrafo de hoy termina diciendo estas palabras de Jesús:

“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasará hambre y el que cree en mí nunca pasará sed”.

Quiero terminar en este día recordando al gran doctor de la Iglesia san Alfonso María de Ligorio e invitarles a leer lo más posible de sus escritos con los cuales, gracias a Dios, nos hemos ido formando la mayor parte de nosotros que lo invocamos como nuestro patrono y protector.

José Ignacio Alemany Grau, obispo