Homilía del Domingo XXII del Tiempo Ordinario: La humildad no es un complejo

Para algunos hablar de humildad es humillar a la persona porque consideran que la humildad es un desprestigio o un complejo de inferioridad.

El verso aleluyático nos lo aclara hoy.

La humildad no es un complejo, lo que pasa es que somos orgullosos.

  • Eclesiástico

Este libro de la Biblia nos habla de una manera clarísima sobre la virtud de la humildad que nos hace agradables a Dios y atrae su misericordia sobre nosotros:

«En tus asuntos procede con humildad y te querrán más que al hombre generoso».

Tratándose de las grandezas humanas, si te haces pequeño, conseguirás el favor de Dios y su misericordia te permitirá conocer sus maravillas:

«Porque es grande la misericordia de Dios y revela sus secretos a los humildes».

En cambio, para el Eclesiástico, los orgullosos no tienen curación y no vale la pena perder el tiempo en corregirlos.

  • Salmo 67

Alaba a los justos porque son los preferidos de Dios.

De manera especial Dios muestra sus preferencias con los pobres, pero justos ante el Señor:

«Los justos se alegran, gozan de la presencia de Dios rebosando de alegría».

Por eso el salmista invita:

«Cantad a Dios, tocad en su honor. Su nombre es el Señor».

  • Carta a los hebreos

Contrapone las manifestaciones extraordinarias del Antiguo Testamento con la sencillez y cercanía de la salvación que nos viene por medio de Jesucristo.

En el Antiguo Testamento era tal la grandeza que manifestaba el Señor para ganar a su pueblo que el mismo Moisés llegó a decir en una ocasión: «Estoy temblando de miedo».

En efecto, la tierra temblaba y el pueblo no podía ni acercarse al monte Sinaí por la amenaza de Dios:

«Quien toque el monte, aunque sea un animal, será apedreado».

En el Nuevo Testamento encontramos, en cambio, la sencillez y la bondad del Señor en el culto que se nos pide, especialmente en la Eucaristía.

En ella encontramos la celebración y la unidad entre los hombres y Dios. Como solemos decir, la Iglesia militante está unida a la triunfante, la asamblea de los santos, siempre gracias a Jesucristo, el Mediador de la nueva alianza.

  • Verso aleluyático

Jesús nos descubre su corazón y nos pide que aprendamos de Él, precisamente esa humildad que tratamos hoy y que es una característica de su corazón: «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón».

  • Evangelio

De una manera muy plástica, Jesús, aprovechando lo que observaba en la gente que había sido invitada como Él a un banquete, da unos consejos para enseñar la humildad.

Los invitados buscaban apurados los primeros puestos en la fiesta. Jesús les dice:

«Cuando te conviden a una boda no te sientes en el puesto principal no sea que el que te invitó te diga “concédele el puesto a éste”».

¡Qué vergüenza!

«Tú, en cambio, busca el último lugar y cuando venga el que te invitó te dirá: “Amigo, sube más arriba”. Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales».

La conclusión para hoy la saca el mismo Jesús:

«Todo el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido».

Así actúa Dios y a veces también los humanos.

Aunque nos parezca que nos rebajamos al adoptar una actitud humilde, no es cierto. Recuerda con frecuencia las palabras de santa Teresa de Jesús:

«Humildad es andar en verdad».

Y la verdad nos hace libres.

+ José Ignacio Alemany Grau, obispo