Homilía del Domingo XXIII del Tiempo Ordinario: Dios siempre se revela

El Señor de la historia, en los distintos tiempos, ha dado la posibilidad de leer por dónde se encuentra Él, el Creador, para que los hombres de buena voluntad puedan encontrarse con Él.

Por eso cuando se presentó el momento más importante de la historia, la llegada del Mesías, Dios dejó grandes signos. La lectura de hoy nos presenta uno de ellos.

De todas maneras también en nuestro tiempo, en las grandes revelaciones de la creación, por ejemplo en las maravillas que hay en los astros por su cantidad y calidad, el hombre debería descubrir al Creador, si su orgullo no se lo impidiera.

  1. Isaías

Con sus profecías preparó el momento de Jesús. Isaías afirma:

“Sed fuertes, no temáis. Vuestro Dios viene en persona. Resarcirá y os salvará:

Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará”.

Todos esos signos que pedían la fe de los antiguos israelitas permitirán más tarde a los judíos de buena voluntad descubrir en Jesús al Mesías salvador. Uno de estos casos los presenta el evangelio de hoy.

  • Salmo 145

Nos presenta al Señor haciendo los milagros que profetizó Isaías:

“El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos”.

También habla de la multiplicación de los panes:

“El Señor da pan a los hambrientos…”

Con la liturgia unámonos a estos milagros del Señor diciendo:

“Alaba, alma mía, al Señor”.

  • Santiago apóstol

Como siempre es muy práctico y nos pide que no mezclemos las cosas.

Una cosa es la fe que acepta las normas de la caridad que pide Jesús y otra muy distinta el favoritismo que busca aprovecharse del nivel de las personas. Pone un ejemplo muy concreto:

“Llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos y el otro es un pobre andrajoso. Veis al bien vestido y le decís: por favor, siéntate aquí en el puesto reservado. Al pobre, en cambio: estate allí de pie o sentado en el suelo”.

Santiago se pregunta: “¿No sois inconscientes y juzgáis con criterios malos?”

Y termina advirtiéndonos que Dios muestra sus preferencias por los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del Reino.

Por tanto, otro signo de la presencia del Señor en el mundo son siempre los pobres, sus preferidos.

  • Verso aleluyático

Nos hace ver cómo Jesús se presenta a la humanidad con los dos grandes signos predichos en la Escritura: la predicación del Reino y “las señales que lo acompañaban… curando las dolencias del pueblo”.

  • Evangelio

Nos cuenta San Lucas un signo muy especial que hizo Jesús con un sordo mudo.

En este milagro Jesús muestra unas actitudes muy llamativas por cierto:

+ Lo separó de la gente.

+ Le metió el dedo en el oído.

+ Le tocó la lengua.

+ Miró al cielo con una oración sin duda muy especial y a continuación añadió: “Ábrete”.

Dice San Marcos que inmediatamente se le abrieron los oídos y se le soltó la lengua.

La conclusión siempre es la misma: los fariseos no saben leer, aunque son los sabios, y el pueblo ignorante decía:

“Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos”, como profetizó Isaías.

Por nuestra parte, hermanos, pidamos la gracia de descubrir al Creador en las maravillas de la creación, en los pobres, sus preferidos y en la Palabra de Dios. Para ello nos ayudará siempre la humildad.

José Ignacio Alemany Grau, obispo