Homilía del Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario: ¿banquete en el cielo?

Entre los hombres la amistad se manifiesta y crece con las comidas de intimidad y cariño. Por eso fomentamos nuestros encuentros comiendo y bebiendo con alegría.

En el cielo no habrá comidas ni banquetes al estilo de aquí pero habrá algo mejor que nos hará felices para siempre.

Sin embargo de estos banquetes aprovechan las lecturas del día de hoy para trascender a la alegría que tendremos para siempre.

  1. Isaías

Dios prepara en el monte Sión “un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera”.

Con esa fiesta se acabarán las lágrimas y el temor a la muerte y el gozo será definitivo y todos diremos felices:

“Aquí está nuestro Dios de quien esperábamos que nos salvara… celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte”.

  • Salmo 22

Este salmo es bien conocido y querido por el pueblo de Dios que repite gozoso:

“El Señor es mi pastor nada me falta”.

Entre los cuidados del buen pastor se nos habla también del tema de hoy, es decir, del gozo que da el saber que el Señor nos prepara “una mesa ante mí enfrente de mis enemigos… y mi copa rebosa”.

Otra vez nos invita a meditar en que la promesa del Reino se hace bajo la comparación de un convite.

  • San Pablo

Hoy leemos el final de su Carta a los filipenses. En ella Pablo nos da a conocer cómo él ha vivido siempre con la fortaleza que le ha dado Dios (“todo lo puedo en aquel que me conforta”).

Por eso ha superado la pobreza y la abundancia y nos invita a confiar en el Señor que “proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia, conforme a su espléndida riqueza en Cristo Jesús”.

  • Verso aleluyático

Con una hermosa expresión San Pablo nos invita a confiar en el Señor:

“Que el Padre de nuestro Señor Jesucristo ilumine los ojos de nuestro corazón”.

Podemos entender que la mente de cada uno viene a ser la luz que nos dio el Creador para que el corazón no se engañe al escoger.

  • Evangelio

Una vez más Jesús dirige la parábola de hoy a los sacerdotes y ancianos de Israel, buscando en ellos la posibilidad de convertirse y entrar en el Reino que Dios les ofrece en Cristo Jesús.

Lo hace también con la comparación de un festín similar al que cuenta Isaías, el banquete en el monte Sión:

“Dios llama a los escogidos” (pueblo de Israel) pero desprecian su llamada. Entonces convoca a pobres, enfermos… es decir, a los pueblos gentiles, sin distinción de razas o economías.

Todos están invitados a entrar en el Reino de Dios.

De todas maneras hay que poner atención en el detalle de un hombre que se metió en el festín sin el vestido de fiesta.

Por este motivo no es aceptado en el Reino y echado fuera del banquete.

Nosotros podemos entender este vestido de fiesta como el bautismo que nos hace hijos adoptivos de Dios y aptos para entrar en el convite del Reino de los cielos.

José Ignacio Alemany Grau, obispo