La liturgia de hoy nos habla claramente de la misericordia infinita de Dios, que todo lo ha creado por amor, especialmente a los seres humanos. Lo iremos profundizando en las distintas lecturas de este día.

  • Libro de la Sabiduría

Aunque aparentemente el mundo entero ante Dios sea muy poco, el Señor se compadece de todos porque todo lo puede. Su misericordia llega a «cerrar los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan».

En realidad, Dios ama a todos los seres y no odia nada de lo que ha hecho.

Dios es puro perdón y pura misericordia, pero como buen Padre «corrige poco a poco a los que caen, les recuerda su pecado y los reprende para que se conviertan y crean» en Él.

Fiémonos de Dios, pero evitemos todo lo que pueda ofenderle.

  • Salmo 144

Hermoso salmo que alaba la grandeza del Señor, el Dios creador de todas las cosas:

El Señor «es clemente y misericordioso es cariñoso con todas sus criaturas». Por eso, cada uno de nosotros debemos ser un cántico de gratitud y proclamar gozosos la gloria de su reinado.

Finalmente, «el Señor es fiel a sus palabras y bondadoso en todas sus acciones».

  • San Pablo

Divide en dos puntos este párrafo de la Carta a los tesalonicenses:

  • En primer lugar, Pablo ora por los tesalonicenses para que sean fieles a los buenos deseos de su corazón y a la tarea de la fe. Lo que desea el apóstol es que Jesús sea glorificado en cada uno de ellos según la gracia que les ha regalado el Señor.
  • En segundo lugar, Pablo quiere aclarar una falsa situación que se ha creado y por eso dice: «No perdáis la cabeza ni os alarméis pensando que el día del Señor está encima». El apóstol desea aclarar que él también afirma, como Jesús, que «cuando menos lo pensemos vendrá el Hijo del hombre» y no por esas falsas habladurías.
  • Verso aleluyático

Nos habla del colmo del amor de Dios que ha sido tan grande que «entregó al mundo a su Hijo único».

Ahora lo más importante es que aceptemos que todo el que cree en Él tiene vida eterna y vivamos en consecuencia toda nuestra vida.

  • Evangelio

El párrafo del Evangelio de hoy nos habla de la caridad de Cristo que pasando por Jericó encontró un hombre subido en un árbol para poder verlo y, sin más, delante de todo el grupo que le seguía lo llamó por su nombre:

«¡Zaqueo!, baja enseguida porque tengo que alojarme hoy en tu casa!»

No es fácil imaginar la alegría de Zaqueo y la fiesta que hizo con muchos de sus compañeros del negocio de recaudar impuestos, oficio que era mal visto por los fariseos.

Zaqueo, emocionado, ofrece públicamente una muestra de su conversión diciendo:

«Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres. Y si de alguno me he aprovechado le restituiré cuatro veces más».

Jesús muestra su satisfacción exclamando:

«Hoy ha sido la salvación de esta casa».

Y como la respuesta a las actitudes de los fariseos, añadió:

«El Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Aquel día hubo una verdadera fiesta de conversión en la ciudad de Jericó.

José Ignacio Alemany Grau, obispo