Homilía del Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario: Trabaja y confía en la Providencia

En este domingo XXXIII del tiempo ordinario, ya al fin del año litúrgico la Iglesia nos invita a meditar seriamente una vez más:

«Trabajemos honradamente y confiemos en el Padre celestial que nos cuida como a hijos muy queridos».

  • Malaquías

Expone claramente el distinto fin de justos y pecadores. Nos suena mal y no queremos que lo repita, pero la enseñanza es tan grave que no se puede descuidar, aunque los evangelizadores no quieran tratarlo porque dicen que resulta duro.

Muchos no solo no lo quieren oír, sino que simplemente lo niegan.

Sin embargo, se trata de algo de terribles consecuencias y haremos bien en meditarlo profundamente y no solo en este día sino frecuentemente a lo largo de nuestra vida:

«Los malvados y perversos serán la paja y los quemaré el día que ha de venir».

En cambio, a los que honran al Señor «los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en las alas».

Será bueno meditar el capítulo veinticinco de San Mateo para profundizar en las palabras que, sobre el tema, nos ha dejado Jesús.

  • Salmo 97

Nos habla del juicio que hará el Señor como rey de la creación:

«El Señor llega para regir los pueblos con rectitud».

Por eso nos repite el salmo: «Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud», para que siempre creamos que nuestro Creador es bueno, pero también justo.

  • San Pablo

El apóstol nos invita a vivir honradamente trabajando para ganar el pan de cada día.

Recalca su proceder para que lo imitemos:

«No vivimos entre vosotros sin trabajar. Nadie nos dio de balde el pan que comimos, sino que trabajamos y nos cansamos día y noche a fin de no ser carga para nadie.

No es que no tuviéramos derecho para hacerlo, pero quisimos daros un ejemplo que imitar».

Por lo demás, advierte lo que ya ha repetido otras veces:

«El que no trabaje, que no coma».

Y concluye invitando a todos a que «trabajen con tranquilidad para ganarse el pan».

  • Verso aleluyático

Al final del año litúrgico la Iglesia nos repite que al fin de la vida de cada uno llegará la verdadera liberación:

«Levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación».

  • Evangelio

Ante la belleza del templo de Jerusalén, Jesús nos invita a reflexionar sobre la limitación de todo lo humano.

Es una buena reflexión para nosotros que buscamos siempre la riqueza y las apariencias humanas:

«Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra. Todo será destruido».

Los apóstoles inmediatamente, dejándose llevar de la curiosidad humana, preguntaron:

«¿Cuándo va a ser esto? ¿Cuál será la señal de que todo esto está para suceder

Jesús responde sin concretar, pero aclara dos cosas que debemos de tener en cuenta:

+ Habrá persecuciones de todo tipo, incluso de los parientes más próximos.

+ La providencia de Dios está, sobre todo:

«Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».

Tengamos fe, amigos, en la providencia divina que está sobre todo y vivamos siempre confiando en Dios.

José Ignacio Alemany Grau, obispo