En este domingo, a los ocho días de la resurrección de Cristo, termina el largo día que la Iglesia dedica a su Esposo, agradeciendo su resurrección. Al mismo tiempo, celebramos la Solemnidad de la Divina Misericordia a la cual indirectamente se referían ya desde antiguo algunas de las lecturas de la liturgia de hoy.

De todo este tiempo pascual conviene que nos quedemos con la importancia del “nombre de Jesús” porque ya sabemos que el nombre en la Biblia significa la persona. Para ello es bueno que recordemos estas palabras de San Pedro:

“No hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro Nombre por el que debamos salvarnos”.

  • Hechos de los Apóstoles

Es bueno que meditando los evangelios de la muerte y resurrección de Cristo nuestros pensamientos vayan al inicio de la Iglesia de Jesús. Esto lo encontraremos precisamente en los Hechos de los Apóstoles.

De esos primeros cristianos debemos aprender a vivir en comunidad, una comunidad de amor cuyo centro es Jesucristo, y una comunidad de vida como la que nos describe la lectura:

“En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía”.

Esta comunidad de amor es la que se ha esforzado la Iglesia por vivir y renovar a través de los siglos.

  1. 1Carta de San Juan

Nos habla de que “todo el que cree que Jesús es el Cristo ha nacido de Dios”. Y este nacimiento viene del Espíritu, del agua y de la sangre.

De esto nos quiere dar testimonio la imagen de Jesús de la Divina Misericordia con sus dos rayos de agua y sangre. Así lo explica Jesús a santa Faustina:

“Los rayos significan la sangre y el agua. El rayo pálido significa el agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la sangre que es la vida de las almas… Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi Misericordia cuando mi corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza”.

La santa concluye:

“De aquí se deduce que estos rayos significan los sacramentos del bautismo y la penitencia que purifican el alma y también el sacramento de la Eucaristía que la alimenta”.

  • Salmo responsorial 117

Es el gran salmo de acción de gracias con el que la Iglesia quiere agradecer hoy la Divina Misericordia, es decir, el sacrificio y la victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte, dándonos así la salvación:

“Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”.

  • Verso aleluyático

Nos recuerda las palabras de Jesús a Santo Tomás que se había negado a creer a sus compañeros que afirmaban la resurrección de Jesucristo:

“Dichosos los que crean sin haber visto”.

Mejor que ver, como Tomás, es aceptar los testimonios de fe que nos ha dejado Jesús.

  • Evangelio

El Evangelio del día tiene dos partes. La primera corresponde al día de la aparición y la segunda al día octavo que hoy celebramos. Destaquemos algunos puntos:

+ Jesús confirma la misión de los apóstoles que será la continuación de la suya:

“Como el Padre me ha enviado así también los envío yo”.

+ Y en otro momento importante, les dio el poder de perdonar los pecados:

“Reciban el Espíritu Santo; a quienes perdonen los pecados les quedan perdonados…”

+ La segunda parte, que corresponde al octavo día después de la resurrección, nos cuenta cómo Tomás, que se había negado a creer a sus compañeros, recibió la visita de Jesús que le dijo directamente a él:

“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos. Trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente”.

+ Tomás hace el gran acto de fe que nosotros repetimos frecuentemente:

“Señor mío y Dios mío”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo