En este domingo como en  los anteriores del tiempo de cuaresma vamos a meditar el evangelio de San Juan que nos habla del ciego de nacimiento.

Si bien este capítulo 9 del evangelista, pertenece al ciclo A, la liturgia, por la belleza e importancia del mismo, permite meditarlo en los tres ciclos. Así hacemos nosotros.

Tomamos del ciclo B las dos primeras lecturas y el salmo y meditamos el evangelio del ciclo A.

  • 2 Crónicas

El final de este libro resume la historia del pueblo hebreo, mostrando rápidamente las desviaciones que el pueblo había tenido en el cumplimiento de los mandamientos de Dios y termina con el cumplimiento de las profecías de Jeremías que marcó el límite del tiempo del destierro. Esto sucedió a la llegada de los persas a Babilonia y siendo el primer rey, Ciro. Él proclamó la libertad de Israel con el siguiente decreto:

“Así dice Ciro, rey de Persia: el Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a ese pueblo, puede volver. ¡Que el Señor su Dios esté con él!”

De esta manera termina el destierro de Babilonia y comienza otra etapa totalmente nueva para el pueblo de Dios.

  • Salmo 136

Para el salmista Jerusalén es la cumbre del dolor en su destrucción y destierro o del gozo en la reconstrucción y vuelta a la ciudad querida y llorada. Junto a los canales de Babilonia se sentaban para llorar sus nostalgias y negándose a cantar y menos todavía los cánticos que repetían gozosos en el templo de Jerusalén.

Podemos compartir un rato este salmo uniéndonos al sentir de este pueblo profundamente religioso que vivía las ansias de Dios y la pena después de haberlo negado:

“Junto a los canales de Babilonia nos sentamos a llorar con nostalgia de Sión. En los sauces de sus orillas colgábamos nuestra cítaras”.

  • San Pablo

Dirigiéndose a los efesios, el apóstol habla de la misericordia de Dios que con su amor infinito, “aunque estábamos nosotros muertos por el pecado, nos ha hecho revivir con Cristo” resucitado y nos enseña que nuestro lugar estará para siempre en el cielo junto a Jesús.

Tengamos en cuenta que todas estas maravillas son fruto de la fe que también es regalo de Dios.

 Los hombres no podremos nunca merecer esta gracia que nos regaló Jesús.

  1. Aclamación

Se refiere, precisamente, al evangelio de hoy en el que Jesús aparece como luz y da la luz a quien no la tiene:

“Yo soy la luz del mundo. El que me sigue tendrá la luz de la vida”.

  • Evangelio

Es la curación de un joven que había nacido ciego.

Jesús hizo un poco de barro con saliva y tierra del piso, le untó los ojos, lo mandó a la piscina de Siloé para que se lavara; se lavó y vio.

Ese es el milagro. Veamos las contradicciones que tuvo que superar el muchacho hasta que pudo reconocer a Jesucristo como Señor.

+ Primero era la gente que le preguntaba y él respondía lo que le había hecho Jesús y cómo había recobrado la vista.

+ Después fueron los fariseos que le interrogaron largamente queriendo que el joven admitiera que Jesús era un pecador porque había hecho el milagro en sábado.

+ A continuación los fariseos llaman a los padres del muchacho para preguntarles. Ellos  para evitar caer en la condenación que los fariseos habían prometido a los que creyeran en Jesús, les dijeron:

Sí es nuestro hijo. Sí nació ciego. ¿Cómo ve ahora? Pregúntenle a él que ya es grandecito.

+ Por segunda vez y mostrando todo su odio hacia Jesús, le preguntan nuevamente los fariseos al joven.

El muchacho defiende valientemente a Jesucristo. Es uno de los pocos que lo defiende con valentía y al final los fariseos lo expulsaron de la sinagoga.

+ Entonces Jesús se hace el encontradizo y el que era ciego no se inmutó porque no lo había visto. Pero apenas oyó la voz que le preguntaba “¿crees en el hijo del hombre?” el joven contestó: “¿Quién es para que crea?”

La respuesta de Jesús es simple: “lo estás viendo. El que te está hablando; ése es”. El joven se postra y adora.

La conclusión la saca el mismo Jesús:

“Yo he venido a este mundo para que los que no ven, vean, y los que ven, se queden ciegos”.

José Ignacio Alemany Grau, obispo