Homilía del V domingo del Tiempo Ordinario: La vida de Dios es la luz de los hombres

Quizá una de las cosas que más amamos todos es la luz.

El verla y gozarla nos mantiene, incluso, la vida en este mundo ya que sin ella solo habría soledad y muerte.

Por esto mismo, de distintas formas, la revelación nos repite las grandes manifestaciones de la luz en las que vemos reflejada la divinidad y también la vida humana y cuanto la hace posible.

  1. Isaías

Nos invita a compartir con los necesitados. El que comparte con los demás será como una luz en el mundo:

«Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo… Entonces romperá tu luz como la aurora».

Y un poco más adelante, añade el mismo profeta: «Cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía».

Nuestra conclusión es clara: quien vive las obras de misericordia se convierte en luz para sí mismo y para los demás.

  • Salmo 111

El justo es como una luz entre las tinieblas del mundo: «En las tinieblas brilla como una luz el que es justo, clemente y compasivo».

A continuación, el salmo va definiendo la vida de claridad del justo y cómo, ante los demás, se convierte en bienestar y paz para todos.

  • San Pablo

Quiere el apóstol que quede claro que el Evangelio que anuncia no es sabiduría humana. Se trata más bien de la sabiduría de Dios porque anuncia a Jesucristo y este crucificado, humillado por los hombres.

Por esto mismo, Pablo al anunciar el Evangelio lo hace presentándose «débil y temblando de miedo» porque lo que anuncia él no es sabiduría humana, sino el poder del Espíritu. De esta manera los oyentes no se apoyan en sabiduría de hombres sino en el poder de Dios.

Esta es la forma de evangelizar para todo apóstol que quiera imitar a Jesucristo y a sus apóstoles, entre los cuales destaca San Pablo.

  • Verso aleluyático

Es Jesús mismo quien nos hace su propia definición, presentándose como luz para que podamos seguirlo también nosotros:

«Yo soy la luz del mundo. El que me sigue tendrá la luz de la vida».

Esto será, precisamente, lo que nos pida el Evangelio de hoy: siguiendo a Jesús podremos compartir la luz y la vida.

  • Evangelio

Dos cosas pide Jesús, hoy a sus discípulos:

+ Primero, que sea sal. La sal tiene la propiedad de dar sabor a la comida y de no permitir que se corrompan los alimentos.

Jesús advierte que, si esta sal pierde lo esencial de ella, no sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente.

+ A continuación, Jesús les habla de esta comparación que venimos comentando: la luz y el apostolado: «Vosotros sois la luz del mundo».

Jesús compara al apóstol con una ciudad colocada sobre el monte, que no puede dejar de ser vista por todos. Si los apóstoles tienen que ser luz para el mundo han de tener también en cuenta que, cuando se enciende una lámpara, no es para ocultarla debajo de la cama, sino para ponerla en el candelero a fin de que ilumine toda la estancia.

Finalmente, Jesucristo nos hace una advertencia importante:

El alumbrar, el dar luz, no es para que la gente nos admire a nosotros, sino que al ver nuestras obras y oír nuestras palabras se vuelvan hacia el Padre que está en los cielos y lo glorifiquen.

No se trata, pues, de orgullo o «autobombo», sino de poner en alto la Palabra de Dios para que Él sea conocido y glorificado.

José Ignacio Alemany Grau, obispo