La liturgia nos recuerda en estos días los tres estados en que permanece la Iglesia de Jesús: la Iglesia militante, que somos nosotros, que luchamos en el mundo para superar las dificultades y somos precisamente los que recordamos el día 1 de noviembre a la Iglesia triunfante, es decir, a todos los que ya están gozando de la presencia de Jesucristo en la gloria. No solo los canonizados sino tantas personas buenas y sencillas que amaron a Dios sobre todas las cosas y supieron compartir sus bienes con el prójimo.

El día 2 la Iglesia militante también hará una oración especial por la Iglesia purgante que está esperando purificarse plenamente para entrar en la gloria.

No olvidemos que no se trata de tres iglesias sino de la única Iglesia de Jesús en tres estados distintos.

  1. Apocalipsis

Nos refiere bajo distintas imágenes quiénes son los que ya están gozando de Dios en la gloria.

Nos fijamos en tres grupos especiales:

En primer lugar nos habla de las ciento cuarenta y cuatro mil personas que son el resultado de multiplicar las doce tribus de Israel por los doce apóstoles y añadir mil, que se refiere a los cristianos que son los herederos del Antiguo Testamento.

En segundo lugar nos presenta a una multitud incontable que procede de toda tribu, raza, nación y lengua.

Lo más hermoso es la presentación que hace de los mártires y, saltándose la lógica, nos los presenta con vestiduras blancas lavadas en la sangre del Cordero.

El resumen de todo esto es que se trata de un número incontable de personas que están gozando en la Iglesia triunfante.

Es muy bello sentirse Iglesia pensando que para todos nosotros la misma Cabeza es Cristo y su alma el Espíritu Santo.

  • Salmo 23

Nos habla de la vida especial que debe llevar quien sigue al Señor:

Manos inocentes, corazón puro, no fiarse de los ídolos que por todas partes quieren ganarse nuestro corazón, sobre todo en estos tiempos difíciles.

Quienes viven así caminan juntos, como grupo, que busca al Señor y va a la presencia de Dios.

  • San Juan

Comienza dándonos una gran alegría al decirnos cuánto amor nos tiene Dios que nos llama hijos suyos y, confirma el apóstol, que en realidad “¡lo somos!”.

Y hablándonos del futuro de nuestra propia vida nos enseña:

“Sabemos que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a Él porque lo veremos tal cual es”.

Evidentemente que todo esto debe ser un motivo muy especial para que practiquemos la virtud de la esperanza.

  • Verso aleluyático

Jesús, lleno de su misericordia infinita nos invita a acercarnos a Él:

“Venid a mí los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré”.

Muy buena es esta invitación para que siempre, y sobre todo en estos momentos difíciles de la pandemia, nos acerquemos a Jesús con gran confianza buscando protección y alivio.

  • Evangelio

San Mateo, ya casi al final del ciclo A en que nos ha acompañado, nos presenta uno de los momentos importantes de la proclamación evangélica que hace Jesús, cuando “subiendo al monte, se sentó y se acercaron sus discípulos y, abriendo la boca les enseñaba diciendo”.

Sabemos que en este actuar, Jesucristo toma una postura similar a la de Moisés, para proclamar el mensaje divino a su pueblo.

A continuación en el famoso sermón de la montaña nos presenta las bienaventuranzas, antes de comentar las leyes del Sinaí, actualizadas con su autoridad.

Les invito a meditar cada una de estas ocho bienaventuranzas en las que Jesús nos manifiesta cómo la salvación la vamos a encontrar actuando muchas veces de una manera contraria a lo que nuestra naturaleza desearía para ser felices.

Y así nos dirá que la felicidad consiste en desprendernos (“bienaventurados los pobres de espíritu”), en la pureza de corazón, en el trabajo por la paz, a pesar de las dificultades, y nos dirá también que las persecuciones, los insultos y hasta la misma muerte, si se soportan por Él, nos traen la verdadera alegría que será eterna.

José Ignacio Alemany Grau, obispo