Hay una interdependencia entre todas las cosas, plantas, animales y personas que hace la vida posible. Existe un orden donde dependencia y causalidad se responden mutuamente y resuelven una mutua insuficiencia o contingencia extrínseca. Ellos son el fundamento y el determinismo de las leyes naturales. La ciencia es la mera observación material de esta realidad. La filosofía, en diferencia con la ciencia, puede hacer la pregunta indirecta sobre la insuficiencia de todas las cosas o insuficiencia intrínseca. La necesaria relación entre las cosas no contradice que todas ellas en su conjunto no pueden dar una explicación de su existencia. Su existencia es gratuita. Se podría llamarla una posibilidad de la existencia de Dios, pero no es la conclusión lógica de la razón sino la explicitación de una exigencia de sentido. Es un acto de fe. Dios está en nosotros. Se cuestiona la cultura dominante del dinero para pasar a otro nivel, la conversión a una cultura de amor y valores. La existencia independiente de nuestra conciencia es un acto de confianza.

No se puede probar que Dios existe, pero tampoco se puede probar que Dios no existe.

Los materialistas critican el dogmatismo de las Iglesias, pero por reducir la explicación de todo a la infraestructura, sea de la economía o sea de las neuronas, asumen ellas también una estructura teológica porque consideran que la naturaleza es la totalidad de la realidad. Ellas niegan toda forma de transcendencia, pero sin darse cuenta ellos son también creyentes. Sus explicaciones se fundamentan también en una fe, pero en la materia que no tiene mensaje. Decir “no” a Dios es encontrarse con un universo sordo e indiferente ante las esperanzas y sufrimientos de los seres humanos. La filosofía materialista limita el ser humano a cumplir normas técnicas prescritas por las ciencias y tecnologías y desconoce el conocimiento práctico que orienta a cada instante las acciones del ser humano de acuerdo a los valores. También la política no puede determinarse a partir de las ciencias exactas. 

El filósofo, francés, Luc ferry, indica que el materialismo es aceptable cuando todo funciona bien, pero cuando aparecen enfermedades, accidentes, guerras, etc. el materialista recure inmediatamente a la libertad para ver cómo puede intervenir.

El materialista manifiesta que estamos determinados por las necesidades históricas, pero al mismo tiempo nos invita a la emancipación, al cambio y a la revolución. El materialista siempre presenta tesis filosóficas para los demás, pero nunca para sí mismo. Sus proyectos e ideales son inevitablemente productos de valores superiores a la naturaleza y la historia. La posición materialista está llena de contradicciones y no permite una satisfacción intelectual.

Para el animal el ambiente natural tiene solamente sentido para su interés biológico. El animal comerá el alimento o lo dejará cuando tenga hambre o no. El animal no tiene historia ni cultura. Todo sigue igual.  El ser humano, en diferencia, transciende la naturaleza y la historia por la libertad, la inteligencia y la voluntad.  Aparece una historia de ideas, artes, ciencias, tecnologías y profundos cambios de organizaciones sociales, jurídicas y materiales. Estos cambios no son productos de fuerzas ciegas porque son imprevisibles. El tiene la posibilidad de asumir o no asumir su propia responsabilidad y desarrollo. Lo que significa que es consciente de sí mismo. “En la meditación tomo posesión frente a mi vida, pero no como un conocimiento puro, sino reflexiono sobre mí, sobre lo que yo soy o debería ser. No soy mi vida, pero sí tengo la posibilidad de juzgarla es por la condición de poder meditar encima de todo juicio” (Gabriel Marcel).  El hombre se educa así mismo cuando reconoce y decide aplicar las normas. La ética no es en primer lugar criticar a los demás sino asumir su propia libertad y responsabilidad.

Hans Küng afirma que no se trata de crear una nueva ideología, como las “circunstancias” o las “estructuras” para exonerar el individuo de toda culpa. El ser humano escoge entre el bien o el mal por decisión propia.  Se llama la conciencia moral. En un próximo aporte presentamos la fuente del bien.

Por Fr. Johan Leuridan Huys