Introducción. 

Presentamos un texto de reflexión “¿Porqué tantos católicos han pasado a las Iglesias pentecostales porque han descubierto a Jesús que no conocían, porque reciben ahora el Espíritu Santo que no conocían y porqué se sienten ahora hermanos? Según el autor: Porque en la Iglesia católica, no existe una comunión personalizada de la fe, no hay un contacto personal, salvo excepciones.  La Iglesia católica se ha vuelta administrativa, sus sacramentos se han vueltos ritos administrativos; hay que recibirlos, suficiente.” (Joseph Comblin en el libro “les Rendez-Vous de Saint- Domingue” bajo dirección de Ignace Berten et René Luneau, Ed. Centurión, Paris, 1991).

Calvino entendió el cristianismo como el entendimiento individual y práctica personal del evangelio, pero esta relación personal de la fe solo tiene sentido dentro de una comunidad de personas. La Iglesia es el pueblo, la comunidad de fieles. Los laicos se manifiestan en las ceremonias con música, canciones y palabras, pero al final siempre el pastor hace un comentario sobre un pasaje de la biblia. La Iglesia se dirige a la persona, pero como comunidad y especialmente con la familia. Un pastor se dedica exclusivamente a la pastoral familiar. La familia es el tema central y permanente en la pastoral. El ministerio de la familia tiene preponderancia. Los padres van juntos con los hijos al templo. De este modo brota una comunicación espontánea dentro de las familias sobre su vivencia de la fe en la casa y tienen la facilidad y la convicción para la misión dentro de la sociedad.  

  1. La Iglesia Católica y su Constitución

El documento Lumen Gentium del Concilio Vaticano II explica que todos los hombres están llamados a formar parte del nuevo pueblo de Dios. El Hijo de Dios redimió a los hombres y los transformó en hombres nuevos. Todos los llamados constituyen su cuerpo místico, su Iglesia. La vida de Cristo en este cuerpo se comunica a los creyentes, produce y que por medio de los sacramentos se unen misteriosa y realmente a Cristo paciente y glorificado. “Todos hemos sido bautizados en el único espíritu, para que formamos un solo cuerpo. Si un miembro sufre, todos sufren con él; y si un miembro recibe honores, todos alegran con él (I Corintios, 12, 12 y 26). Cabeza de este cuerpo es Cristo (Romanos, 8, 17). Dios quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente sino organizándolos en un pueblo que le reconociera y sirviera (I Pedro, 2, 9-10). Todos los discípulos deben perseverar en la oración, ofrecerse a Dios y dar testimonio de Cristo. La comunidad se realiza por los sacramentos y las virtudes.

Cristo entregó a Pedro y a los demás apóstoles su difusión y gobierno, aunque fuera de su estructura existan muchos elementos de santificación y verdad. Dios quiso que los sucesores, los obispos, fueran los pastores hasta la consumación de los siglos. La tradición apostólica debe conservarse hasta el fin de los tiempos por una sucesión continua. La Iglesia esta llamada a seguir el mismo camino de Cristo, humildad, abnegación y pobreza.  El encargo de interpretar la palabra escrita o transmitida ha sido confiado únicamente al Magisterio de la Iglesia. La Cátedra de Pedro preside la comunión universal de la caridad. Cristo se manifiesta no solo por la Jerarquía sino también por los laicos. Los laicos están llamados a hacer presente, particularmente, la iglesia en los lugares donde ella no puede. La propia vocación de los laicos está en buscar el reino de Dios en sus actividades y profesiones del mundo y condiciones de la familia. Sin embargo, los laicos pueden ser llamados para cooperar en el apostolado de la Jerarquía. Todos los discípulos de Cristo tienen la obligación de propagar la fe, en cuanto sea posible, pero si cualquiera puede bautizar a los creyentes es, no obstante, propio de sacerdote el consumar la edificación del cuerpo con el sacramento eucarístico. Dentro de la referencia a los laicos se menciona también la vida conyugal y familiar (Lumen Gentium, n. 34). 

    2.  Familia e Iglesia

El documento Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II menciona entre algunos problemas muy urgentes el matrimonio y la familia amenazada por el divorcio, amor libre, otras deformaciones análogas y además por egoísmo, hedonismo etc.

“La salvación de la persona y de la sociedad humana y cristiana se halla estrechamente ligada con la felicidad misma de la comunidad conyugal y familiar (n.47). La familia constituye el fundamento de la sociedad (n. 52).

Juan Pablo II es el primer Papa que presenta un documento exclusivo sobre el matrimonio y la familia, llamado Familiaris Consortio. “La comunión de amor entre Dios y los hombres, contenido fundamental de la Revelación y de la experiencia de fe de Israel, encuentra una significativa expresión en la alianza esponsal que se establece entre el hombre y la mujer” (Familiaris Consortio, n.12). Él afirma que “la Iglesia encuentra así en la familia, nacida del sacramento, su cuna y el lugar donde puede actuar la propia inserción en las generaciones humanas, y éstas, a su vez, en la Iglesia” (Exhortación, Familiaris Consortio, Lima, Paulinas, 2007).

Benedicto XVI lo expresó en circunstancias diferentes “es preciso anunciar con renovado  entusiasmo el evangelio de la familia.”

“Ya desde dos años, el compromiso misionera de la Iglesia de Roma se ha centrado sobre todo en la familia no solo porque esta realidad humana fundamental se ve sometida hoy a múltiples amenazas , y por eso tiene especial necesidad de ser evangelizada y sostenida concretamente, sino también porque las familias cristianas constituyen un recurso decisivo para la educación en la fe, para la edificación de la Iglesia como comunión y su capacidad de presencia misionera en las situaciones más diversas de la vida, así como para ser levadura, en sentido cristiano, en la cultura generalizada y en lasestructuras sociales(“Habla Benedicto XVI sobre la Familia”. Madrid. Ed. Palabra,2013: 52-53).

Francisco dedica también una exhortación a la familia, Amoris Laetitia. Es un texto completo que analiza ampliamente los diferentes aspectos del matrimonio y la familia. El Papa da sabios consejos para la pareja y para la educación de sus hijos. Muy importante es la referencia en las últimas páginas a la espiritualidad que brota de la familia. La Trinidad está presente en el templo de la comunión matrimonial. La espiritualidad del amor familiar está hecha de miles de gestos reales y concretos. En esa variedad de dones, Dios tiene su morada. La primera y originaria expresión de la dimensión social de la persona es el matrimonio y la familia, la espiritualidad se encarna en la comunión familiar. Es un camino que el Señor utiliza para llevarlos a las cumbres de la unión mística. La oración en familia es un medio privilegiado para expresar la cruz y la resurrección de la Pascua. Se puede encontrar unos minutos cada día para estar unidos ante el Señor vivo, decirle las cosas que preocupan, rogar por las necesidades familiares, pedirle ayuda para amar, darle gracias por la vida y por las cosas buenas, pedirle a la Virgen que proteja con su manto de madre (Exhortación Amoris Laetitia, Lima, Paulinas, 2016).

   Conclusión

La palabra central de la Revelación, “Dios ama a su pueblo”, es pronunciada a través de las palabras vivas concretas con que el hombre y la mujer se declaran su amor conyugal. Cristo va al encuentro con nosotros para incorporarnos en su vida y darnos la gracia de amar y hacer el bien.

La oración en familia es el medio privilegiado para expresar y fortalecer la fe, la participación en la Resurrección y la transformación del sufrimiento en una ofrenda de amor.

El camino de la oración alcanza su culminación participando juntos de la eucaristía. La relación entre la familia y la Iglesia es de naturaleza sacramental por el sacramento del matrimonio. La familia es la Iglesia domestica.

La pareja es la cooperadora de Dios en el don de la vida a una nueva persona humana.

La familia cristiana es decisiva para la educación en la fe. Sin embargo, la transmisión de la fe en el hogar necesita más que una doctrina. El testimonio de fe y de amor entre los padres, originado en el amor de Cristo a la Iglesia, se transmite a los hijos.

La familia es el primer lugar donde la persona aprende a valorar la vida, la libertad, la paz, la justicia, el respeto, la lealtad y el agradecimiento. Se aprende  a controlar emociones de envidia, odio, resentimiento, narcisismo, alcoholismo y drogas.

El ejemplo y las orientaciones de los padres son el modelo que servirán a los hijos para lograr también ellos un buen matrimonio. También las vocaciones sacerdotales surgen dentro de las familias cristianas.

Esta educación en la comunión familiar es un servicio fundamental a la sociedad porque sus hijos se incorporen en la sociedad como ciudadanos honestos, comprometidos con su trabajo, respetuosos de las leyes, promotores del bien, de los derechos humanos y de la dignidad de todos.  Cumplirán con la misión evangélica en su trabajo y en la política.

Todos los documentos de los Papas y del Concilio manifiestan que la persona humana tiene una innata y estructural dimensión social y que el matrimonio y la familia son el fundamento de la sociedad como instancia primera y decisiva. El Espíritu que infunde el Padre renueve nuestra corazón y hace el hombre y  la mujer capaces de amar como Cristo nos amó.